Empanadas, locro y cómic
No hay
caso, parece que hacer patria va por el lado del estómago. Llegan estas fechas
especiales y comenzamos a pensar con qué plato tradicional vamos a deleitarnos,
bueno, empanzarnos. Este año hagamos un cambio: Apoyemos la industria cultural
local. Compremos una buena historieta argentina. El problema es que hay
demasiado para elegir y está el riesgo de comprar algo de cierto artista
innombrable, muy popular en estos tiempos.
Las historietas no son basura
Nada mejor que comenzar por un clásico que ha sido reeditado. A pesar de haber
sido un guionista que repetía fórmulas, Carlos
Trillo se ganó un lugar destacado en la historieta mundial y siempre es
bueno redescubrirlo. La magia de sus historias estaba realmente en sus
personajes y una exploración de como el entorno los afectaba. Es cierto, en sus
historietas estaban siempre presentes los guiños a la dictadura y la lucha del
individuo contra la opresión, pero sabía dar giros interesantes. Uno de estos
es Basura. Una historia cyberpunk, que sigue muchos de los
lineamientos del género: La división social sumamente marcada y los individuos
que al descubrir que las cosas son aún peor de lo que creen, se rebelan. Como
ávido lector de Ballard, a Trillo le
interesaba explorar la forma en la que estos mundos afectaban la naturaleza
humana y por supuesto, le gustaba jugar con lo peor del individuo. En Basura el guionista peca de dar muchos
saltos argumentales, lamentablemente, tantas elipsis que dejan una sensación de
vacío. Es acorde a la obra, pero le faltó explorar muchos elementos de ese
mundo. Basura en realidad destaca por
el dibujo de Juan Giménez. En realidad no importa el autor con el que
esté, Juan Giménez se va a lucir siempre. Es un artista que logra un nivel de
detallismo notable sin llegar a cargar nunca sus viñetas. El problema está en
que entre tanto virtuosismo gráfico, si no tiene un buen guionista que lo guie,
sus historietas fluyen con muchos problemas de tiempo narrativo. No son cambios
manejados, son problemas que molestan bastante. Por suerte, Basura no es el
caso y es una gran oportunidad para tener algo de este autor en sus
bibliotecas.
Peor que un zombie, es alguien que
tiene la tristeza
A estas alturas, hay que aceptar que los zombis o sus derivados hartan. Lo interesante
y lo que hace que el género siga vivo, es la epopeya de los supervivientes y el
renacer de la civilización. Allí está el germen que Matheson dejó plantado en Soy
Leyenda. La supervivencia en esos entornos tan hostiles es entretenida, lo
que pasa por la mente de los supervivientes es algo apasionante. Sin embargo, a
pesar de ser historias que siempre funcionan bien, las sentimos distantes. El
dúo Federico Reggiani y Ángel Mosquito acercan y adaptan este
género a los suburbios bonarenes. El cambio gracias a este nuevo entorno es tan
grande, que hasta parece otro género. Reggiani sabe condimentar sus historias
con un poco de culebrones argentinos que le terminan de dar ese sabor local necesario
y por suerte, no son como los de las telenovelas. No hay que dejar de lado el
trabajo de Ángel Mosquito, ya que sin su dibujo esto se perdería. Su estilo
tiene algo extraño, a simple vista parece que dejó hace poco el mundo amateur,
pero a medida que nos sumergimos en sus páginas, nos damos con un artista muy
inteligente. Tiene muy claro lo que es la simplificación casi minimalista del
dibujo, pero se las arregla para crear personajes muy expresivos en todas sus
facetas, y unos fondos que, con poco, dicen no solamente dónde están parados
los personajes. Hablan de un entorno social, un contexto y sabe configurar el
post apocalipsis bonaerense. Si Tristeza fuese una serie de televisión, no
llegaría a ser un éxito, pero sería una serie de culto. Por ahora es un muy
buen cómic.
Los autómatas y las tres culturas
Las mejores historietas nacionales actuales han sido pensadas para un mercado
extranjero. Para ganar concursos en tierras lejanas e ir creciendo como autor.
Así encontramos artistas como Diego Agrimbau y Fernando Baldó, que
sin llegar a ser geniales, tienen un profesionalismo tan marcado, que sus obras
parecen frías y demasiado calculadas. Las obras de Agrimbau son complejas y hay
una riqueza simbólica muy interesante que invita a las relecturas. A veces peca
de ser demasiado técnico, pero es entendible. Es de esos guionistas que apuntan
muy alto y buscan crecer constantemente, lo que lo hace un poco snob a nivel
creativo. Aun así, no es un artista difícil de leer. Con la historieta Los autómatas del desierto nos damos con
una obra que ganó el concurso “Dibujando entre culturas” de la fundación
Española Marroquí Tres culturas.
Agrimbau se las arregló para lograr una coexistencia pacífica entre culturas y
religiones en un espacio atemporal dónde los autómatas eran los grandes sabios y
artífices de los grandes avances científicos. Hay muchos elementos que dicen
que ese mundo tiene paralelismos con el nuestro e incluso, puede ser nuestra
realidad. Uno de estos paralelismos son los nazis, sedientos de expandir su
imperio… No se preocupen, los nazis no están gratuitamente como en obras
mediocres como Hellsing, tienen su
razón de estar. Además el guionista es culto e inteligente, así que se van a
sorprender para bien. A Baldó también le tocó investigar, en sus páginas hay
elementos de la cultura marroquí, pero este dibujante disfrutó mucho más crear
autómatas y terminar de definir su modo de vida. Su ciudad, Axedra tiene una
riqueza creativa notable. Lástima que a la hora de dibujar seres humanos se
quede en un nivel correcto al que le falta desarrollar una identidad y roza lo
estándar. Si buscan obras de artistas locales que publican en otras fronteras,
les recomiendo comenzar por esta. Es una visión distinta del cómic argentino,
rica a nivel técnico y muy original.