16 Noviembre 2007
VOCACION. Saleme cree que la medicina es un apostolado. LA GACETA / ENRIQUE GALINDEZ
"Soy hiperkinético", intercala cada dos frases José Saleme. Este estudiante avanzado de Medicina - está a punto de recibirse- afirma que esa característica incide en su deseo de trabajar en las áreas de Emergencias, tan popularizadas por series del tipo de "ER" o "Greys Anatomy". Esa aceleración permanente es también el motor que lo empuja a unir todas sus vocaciones al servicio de un objetivo. Como hizo con sus compañeros en San Pablo, donde pusieron en escena una obra de teatro escrita por él para concientizar a las mujeres sobre la importancia del chequeo para prevenir el cáncer de mama.
-¿Por qué has decidido hacer residencia en Buenos Aires?
- Por diversos factores: contar con tecnología de punta; el armado de redes y de contactos internacionales; el acceso a publicaciones internacionales y a congresos científicos. Por el contrario, lo que tiene Tucumán es la posibilidad del contacto con la gente, que no tiene ninguna otra carrera de Medicina en la Argentina. Nosotros hacemos un año de práctica en el campo, por lo cual llegamos mucho a la población. Siempre he pensado que la medicina es un apostolado. Porque hay una gran brecha social, y hay que trabajar con los marginados, ya que cuesta lograr que vayan al hospital. Hace un mes elegimos llegar a los vecinos por medio de una teatralización para concientizar a las mujeres sobre la prevención del cáncer de mama. Presentamos una obra de teatro que escribí yo, y nos ayudó mucho en la organización la directora del hospital de San Pablo. Ahora, a fin de mes, presentaremos nuestra propuesta en un Congreso Internacional de Mastología.
-¿No sentís que hay que devolverle al medio lo que el medio te ha dado?
-Es una pregunta durísima, y la vengo razonando desde hace meses. Concepción y el sur de la Provincia tienen una deuda muy grande, no sólo en salud, sino en todos los aspectos. Y uno va a un ritmo determinado, y querría que el medio lo acompañe en ese ritmo. Pero no es así. Y esa cuestión me angustia. En Concepción hay mucha gente capaz, inteligente, que investiga, que escribe, que pinta. Pero se trata de personas que, al mismo tiempo, saben que si quiere seguir creciendo tiene que buscar otros rumbos, y que no se dejan tapar por la parsimonia del interior. Está, por ejemplo, el caso del chico Gasco, que es de Concepción, y que está compitiendo a nivel mundial, y que se tuvo que ir a entrenar a Europa porque acá no tenía circuito para entrenar. Y está esa sensación de que de alguna manera uno puede devolverle a Concepción, a su lugar, pero sin que ello implique frustración. Es imposible crecer si yo no puedo poner en práctica lo que sé.
-Sin embargo, Concepción es hoy un buen mercado para la medicina privada...
-Es verdad. Porque la gente está ávida de cosas nuevas. Y el hospital (Belascuain) ha mejorado muchísimo. Cuanto más se le da a la gente, esta más usa esa prestación. Lo que pasa es que en Medicina hay que hacer buen marketing; hay que adecuarse a este nuevo paradigma de "salir a buscar al paciente", y no esperar a que él llegue a los centros de salud. Pero no es fácil. Nosotros estamos trabajando en Aguilares con prevención de cáncer de útero. A diferencia de lo que nos pasó en San Pablo, donde la gente respondió, acá nos cuesta conseguir participación.
-¿La gente no va al Caps?
-Se trabaja mucho. Pero van a pasar varias generaciones hasta que mejoren las condiciones de vida de la gente, sobre todo de la más humilde, y que las nuevas generaciones aprendan a usar el Caps. Lo más difícil en salud pública es lograr la participación comunitaria; que la gente exprese sus propias necesidades, y que integre un grupo para mejorar su propia situación. Pueden tener una acequia y el pozo ciego al lado, y no van a hacer nada para taparlo. No es sólo ignorancia. Hay un gran porcentaje de desidia. Incluso están muchas veces en riesgo sus propios hijos. Pero creo que es una cuestión generacional, que trasciende las clases sociales. Eso de ?qué me importa, si tengo mi celular y mi equipo de música". En las manzanas en las que nos costó horrores convocar a la gente a participar, en Aguilares, todos tenían su quiosquito, sus cigarrillos. No hemos visto huertas, no hemos visto trabajo manual.
-Es como que no hay futuro...
-Eso. Y en Tucumán lo veo en la generación de quienes están en plena etapa productiva. La gente que está en edad de producir, no lo hace. Creo que debe influir también la cuestión de los padres, de lo que se mamó en la casa, desde la infancia. En mi casa hemos mamado la enseñanza de mis padres -los dos venidos del Líbano- de que hay que trabajar para crecer.
-¿Por qué has decidido hacer residencia en Buenos Aires?
- Por diversos factores: contar con tecnología de punta; el armado de redes y de contactos internacionales; el acceso a publicaciones internacionales y a congresos científicos. Por el contrario, lo que tiene Tucumán es la posibilidad del contacto con la gente, que no tiene ninguna otra carrera de Medicina en la Argentina. Nosotros hacemos un año de práctica en el campo, por lo cual llegamos mucho a la población. Siempre he pensado que la medicina es un apostolado. Porque hay una gran brecha social, y hay que trabajar con los marginados, ya que cuesta lograr que vayan al hospital. Hace un mes elegimos llegar a los vecinos por medio de una teatralización para concientizar a las mujeres sobre la prevención del cáncer de mama. Presentamos una obra de teatro que escribí yo, y nos ayudó mucho en la organización la directora del hospital de San Pablo. Ahora, a fin de mes, presentaremos nuestra propuesta en un Congreso Internacional de Mastología.
-¿No sentís que hay que devolverle al medio lo que el medio te ha dado?
-Es una pregunta durísima, y la vengo razonando desde hace meses. Concepción y el sur de la Provincia tienen una deuda muy grande, no sólo en salud, sino en todos los aspectos. Y uno va a un ritmo determinado, y querría que el medio lo acompañe en ese ritmo. Pero no es así. Y esa cuestión me angustia. En Concepción hay mucha gente capaz, inteligente, que investiga, que escribe, que pinta. Pero se trata de personas que, al mismo tiempo, saben que si quiere seguir creciendo tiene que buscar otros rumbos, y que no se dejan tapar por la parsimonia del interior. Está, por ejemplo, el caso del chico Gasco, que es de Concepción, y que está compitiendo a nivel mundial, y que se tuvo que ir a entrenar a Europa porque acá no tenía circuito para entrenar. Y está esa sensación de que de alguna manera uno puede devolverle a Concepción, a su lugar, pero sin que ello implique frustración. Es imposible crecer si yo no puedo poner en práctica lo que sé.
-Sin embargo, Concepción es hoy un buen mercado para la medicina privada...
-Es verdad. Porque la gente está ávida de cosas nuevas. Y el hospital (Belascuain) ha mejorado muchísimo. Cuanto más se le da a la gente, esta más usa esa prestación. Lo que pasa es que en Medicina hay que hacer buen marketing; hay que adecuarse a este nuevo paradigma de "salir a buscar al paciente", y no esperar a que él llegue a los centros de salud. Pero no es fácil. Nosotros estamos trabajando en Aguilares con prevención de cáncer de útero. A diferencia de lo que nos pasó en San Pablo, donde la gente respondió, acá nos cuesta conseguir participación.
-¿La gente no va al Caps?
-Se trabaja mucho. Pero van a pasar varias generaciones hasta que mejoren las condiciones de vida de la gente, sobre todo de la más humilde, y que las nuevas generaciones aprendan a usar el Caps. Lo más difícil en salud pública es lograr la participación comunitaria; que la gente exprese sus propias necesidades, y que integre un grupo para mejorar su propia situación. Pueden tener una acequia y el pozo ciego al lado, y no van a hacer nada para taparlo. No es sólo ignorancia. Hay un gran porcentaje de desidia. Incluso están muchas veces en riesgo sus propios hijos. Pero creo que es una cuestión generacional, que trasciende las clases sociales. Eso de ?qué me importa, si tengo mi celular y mi equipo de música". En las manzanas en las que nos costó horrores convocar a la gente a participar, en Aguilares, todos tenían su quiosquito, sus cigarrillos. No hemos visto huertas, no hemos visto trabajo manual.
-Es como que no hay futuro...
-Eso. Y en Tucumán lo veo en la generación de quienes están en plena etapa productiva. La gente que está en edad de producir, no lo hace. Creo que debe influir también la cuestión de los padres, de lo que se mamó en la casa, desde la infancia. En mi casa hemos mamado la enseñanza de mis padres -los dos venidos del Líbano- de que hay que trabajar para crecer.
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