31 Julio 2007
CONCILIADOR. Molina cree en el valor de la audiencia con las partes. LA GACETA
La severidad de su rostro representa con fidelidad la calidad de la magistratura que prefiere, que no es otra que la del juez apegado a la ley de fondo y de forma. Ricardo Miguel Angel Molina, sin embargo, es dueño de una conversación afable, de comentarios chispeantes e ingeniosos y de opiniones sinceras. Estas últimas vienen bien para contrarrestar la sensación de frío que envuelve a los Tribunales durante los últimos días de julio. La calidez del trato no es óbice para la expresión de ciertas preocupaciones vinculadas a la realidad del Poder Judicial. Dentro de la genérica inquietud por la imagen negativa de la Justicia, a Molina le preocupan la formación de los profesionales y la posibilidad de establecer un contacto directo con los ciudadanos que acuden a los Tribunales.
El titular del Juzgado de la VI Nominación en lo Civil y Comercial Común denuncia sin titubeos que hay muchas falencias en la tarea del abogado litigante. “Esto implica que la preparación no es suficiente. Es un tema complejo porque los resultados de la Justicia se miden por la sentencia, pero el juez la dicta con base en las actuaciones que tiene en el expediente. Si el abogado hace mal la demanda, el actor no saldrá bien al final del proceso. Entonces le echarán la culpa al juez, pero hay que ver si no es esta una responsabilidad del abogado”, reflexiona.
-¿Considera que las universidades están fallando en la formación intelectual de los letrados?
-Tal vez sí. En otras carreras, uno saca un título y luego debe revalidarlo. Pero en la Facultad de Derecho hay gente que se recibe porque se recibe y, para colmo, después no agarra más un libro, o no lee el Código de Procedimiento para hacer una demanda. Aquí ingresan escritos que son verdaderos mamarrachos, demandas que reflejan a las claras que el abogado no está preparado para litigar. Por suerte también quedan las actuaciones profesionales de lujo, donde uno advierte la realización correcta de la tarea. Tal vez los abogados ya salen mal de la universidad y empeoran porque no se perfeccionan durante el ejercicio de la profesión. Esta situación está ligada con el malestar que existe respecto de la Justicia, cuestión que hay que medirla también en relación con los operadores jurídicos. Los problemas del Poder Judicial no son exclusivos del juez, porque son los abogados los que demandan. Y si se duermen en el proceso, no lo llevan como deben o se equivocan, los resultados serán inevitablemente malos.
-¿Cuál es el efecto más grave de esta situación?
-Que a veces el damnificado, que debe ser reparado, termina convirtiéndose en víctima. El abogado que comete un error en su demanda afecta al ciudadano que pelea por su derecho. Me tocó resolver cuestiones en las que, por una demanda que reclamaba una indemnización mayor que la que correspondía, el damnificado tuvo que pagar costas que lo victimizaron. Ahí no hay justicia de ningún tipo. Hay que hacer cambios en ese sentido, lo que produciría un mejoramiento del sistema que no se reduce a la sentencia que el juez dicta sino que hay todo un proceso en el cual intervienen los operadores jurídicos.
Primero, las personas
Molina es decididamente partidario de la audiencia de conciliación. Según su experiencia, esta es la herramienta que mejor permite, dentro del proceso escriturario, tomar contacto directo con los individuos involucrados en el conflicto sometido a decisión de la Justicia. El juez entiende, además, que esta reunión con las partes es una oportunidad para revertir la impresión negativa que la gente común tiene de la Justicia. “En el caso de una estructura como esta, superada por la cantidad de expedientes, la audiencia es, también, la ocasión que el magistrado dispone para conocer a fondo el problema”, asegura.
-¿Qué impacto produce este instituto en el conjunto del proceso?
-Advierto que cuando el ciudadano común viene a mi despacho se despierta de inmediato una confianza que es producto de comprobar, de alguna forma, que el juez desea hacerlo partícipe directo del proceso. Luego, como no es muy común entrar en la oficina de un magistrado, el ciudadano percibe que esto es una buena cosa y un incentivo, porque la Justicia expresa el interés de buscar una solución más rápida a los conflictos. La gente quiere una respuesta veloz, pero a veces, a causa de las cuestiones procesales, los juicios se dilatan. El mecanismo de la audiencia conciliatoria aporta para, por el contrario, llegar a una solución en menos tiempo.
-Entre el expediente y la persona, ¿a cuál prefiere de los dos?
-A la persona. Cuando, por ejemplo, alguien demanda por incapacidad, la audiencia es la ocasión para ver cuál es, realmente, el estado del individuo. Muchas veces las incapacidades no se reflejan en la prueba pericial y también está la posibilidad de que un perito amigo no trabaje con la rigurosidad que corresponde. La reunión con las partes me permite determinar si existe o no la incapacidad y cuál es su grado.
-¿El expediente da lugar al planteo de medidas con el solo fin de ganar tiempo y postergar la sentencia?
-Respecto de esto, el juez puede adoptar una postura muy simple, que consiste en leer el petitorio y decretar lo que pide la parte, o bien realizar una lectura prolija para evitar los incidentes que obstaculizan el desarrollo normal del proceso. Los 2.000 expedientes que hay aquí dificultan la posibilidad de conocer cada caso. Por eso me apoyo en la audiencia, porque, si no conozco la situación, ¿cómo voy a administrar justicia? En este juzgado yo exijo a los funcionarios que hagan una lectura profunda. Por ejemplo, hay demandas que no discriminan los montos; si corremos el traslado, el demandado puede oponer una excepción de defecto legal. Y, entonces, empezamos con las dilaciones, porque la resolución de la excepción genera una apelación y el traslado de la discusión a la alzada. Conclusión: el proceso se demora un año, es decir, el solo traslado de la demanda. Pero, si desde el comienzo analizamos la pretensión y advertimos las falencias, es posible hacer uso de las facultades saneadoras y evitar la excepción de defecto legal.
-¿Qué hace falta para procurar el funcionamiento eficiente del juzgado?
-El juez debe tener un protagonismo importante. Por cierto que eso sólo es posible con un buen equipo de trabajo, que felizmente tengo. Demando mucho de mi personal, porque hay que estar comprometido para trabajar aquí. Esta es una actividad que requiere dedicación.
A modo de cierre
“El último informe que elevamos a la Corte demuestra que en este juzgado no hay sentencias pendientes, y me refiero a resoluciones de todo tipo”, comenta con las manos firmes sobre el Código de rito, texto que presenta las huellas del trajín. “Nosotros venimos también por la tarde, esta es la única forma de lograrlo”, agrega con una mueca divertida que, sin embargo, no llega a modificar la esencia severa de su rostro.
El titular del Juzgado de la VI Nominación en lo Civil y Comercial Común denuncia sin titubeos que hay muchas falencias en la tarea del abogado litigante. “Esto implica que la preparación no es suficiente. Es un tema complejo porque los resultados de la Justicia se miden por la sentencia, pero el juez la dicta con base en las actuaciones que tiene en el expediente. Si el abogado hace mal la demanda, el actor no saldrá bien al final del proceso. Entonces le echarán la culpa al juez, pero hay que ver si no es esta una responsabilidad del abogado”, reflexiona.
-¿Considera que las universidades están fallando en la formación intelectual de los letrados?
-Tal vez sí. En otras carreras, uno saca un título y luego debe revalidarlo. Pero en la Facultad de Derecho hay gente que se recibe porque se recibe y, para colmo, después no agarra más un libro, o no lee el Código de Procedimiento para hacer una demanda. Aquí ingresan escritos que son verdaderos mamarrachos, demandas que reflejan a las claras que el abogado no está preparado para litigar. Por suerte también quedan las actuaciones profesionales de lujo, donde uno advierte la realización correcta de la tarea. Tal vez los abogados ya salen mal de la universidad y empeoran porque no se perfeccionan durante el ejercicio de la profesión. Esta situación está ligada con el malestar que existe respecto de la Justicia, cuestión que hay que medirla también en relación con los operadores jurídicos. Los problemas del Poder Judicial no son exclusivos del juez, porque son los abogados los que demandan. Y si se duermen en el proceso, no lo llevan como deben o se equivocan, los resultados serán inevitablemente malos.
-¿Cuál es el efecto más grave de esta situación?
-Que a veces el damnificado, que debe ser reparado, termina convirtiéndose en víctima. El abogado que comete un error en su demanda afecta al ciudadano que pelea por su derecho. Me tocó resolver cuestiones en las que, por una demanda que reclamaba una indemnización mayor que la que correspondía, el damnificado tuvo que pagar costas que lo victimizaron. Ahí no hay justicia de ningún tipo. Hay que hacer cambios en ese sentido, lo que produciría un mejoramiento del sistema que no se reduce a la sentencia que el juez dicta sino que hay todo un proceso en el cual intervienen los operadores jurídicos.
Primero, las personas
Molina es decididamente partidario de la audiencia de conciliación. Según su experiencia, esta es la herramienta que mejor permite, dentro del proceso escriturario, tomar contacto directo con los individuos involucrados en el conflicto sometido a decisión de la Justicia. El juez entiende, además, que esta reunión con las partes es una oportunidad para revertir la impresión negativa que la gente común tiene de la Justicia. “En el caso de una estructura como esta, superada por la cantidad de expedientes, la audiencia es, también, la ocasión que el magistrado dispone para conocer a fondo el problema”, asegura.
-¿Qué impacto produce este instituto en el conjunto del proceso?
-Advierto que cuando el ciudadano común viene a mi despacho se despierta de inmediato una confianza que es producto de comprobar, de alguna forma, que el juez desea hacerlo partícipe directo del proceso. Luego, como no es muy común entrar en la oficina de un magistrado, el ciudadano percibe que esto es una buena cosa y un incentivo, porque la Justicia expresa el interés de buscar una solución más rápida a los conflictos. La gente quiere una respuesta veloz, pero a veces, a causa de las cuestiones procesales, los juicios se dilatan. El mecanismo de la audiencia conciliatoria aporta para, por el contrario, llegar a una solución en menos tiempo.
-Entre el expediente y la persona, ¿a cuál prefiere de los dos?
-A la persona. Cuando, por ejemplo, alguien demanda por incapacidad, la audiencia es la ocasión para ver cuál es, realmente, el estado del individuo. Muchas veces las incapacidades no se reflejan en la prueba pericial y también está la posibilidad de que un perito amigo no trabaje con la rigurosidad que corresponde. La reunión con las partes me permite determinar si existe o no la incapacidad y cuál es su grado.
-¿El expediente da lugar al planteo de medidas con el solo fin de ganar tiempo y postergar la sentencia?
-Respecto de esto, el juez puede adoptar una postura muy simple, que consiste en leer el petitorio y decretar lo que pide la parte, o bien realizar una lectura prolija para evitar los incidentes que obstaculizan el desarrollo normal del proceso. Los 2.000 expedientes que hay aquí dificultan la posibilidad de conocer cada caso. Por eso me apoyo en la audiencia, porque, si no conozco la situación, ¿cómo voy a administrar justicia? En este juzgado yo exijo a los funcionarios que hagan una lectura profunda. Por ejemplo, hay demandas que no discriminan los montos; si corremos el traslado, el demandado puede oponer una excepción de defecto legal. Y, entonces, empezamos con las dilaciones, porque la resolución de la excepción genera una apelación y el traslado de la discusión a la alzada. Conclusión: el proceso se demora un año, es decir, el solo traslado de la demanda. Pero, si desde el comienzo analizamos la pretensión y advertimos las falencias, es posible hacer uso de las facultades saneadoras y evitar la excepción de defecto legal.
-¿Qué hace falta para procurar el funcionamiento eficiente del juzgado?
-El juez debe tener un protagonismo importante. Por cierto que eso sólo es posible con un buen equipo de trabajo, que felizmente tengo. Demando mucho de mi personal, porque hay que estar comprometido para trabajar aquí. Esta es una actividad que requiere dedicación.
A modo de cierre
“El último informe que elevamos a la Corte demuestra que en este juzgado no hay sentencias pendientes, y me refiero a resoluciones de todo tipo”, comenta con las manos firmes sobre el Código de rito, texto que presenta las huellas del trajín. “Nosotros venimos también por la tarde, esta es la única forma de lograrlo”, agrega con una mueca divertida que, sin embargo, no llega a modificar la esencia severa de su rostro.