09 Enero 2007
Los cybers atraen a unas 50.000 personas por día
La frecuencia con que se alquila internet no ha aminorado,pese a las facilidades para contratar el servicio en los hogares. Historias y datos de un negocio que recauda alrededor de $ 100.000 por jornada. Por Silvina Cena - Redacción de LA GACETA On Line.
EL NEGOCIO. Una costumbre para los usuarios, un beneficio garantizado para los comerciantes. LA GACETA/ENRIQUE GALINDEZ
Una naricita colorada apenas llega a asomarse por arriba del mostrador. En punta de pies, el pequeño extiende su mano y emite un chillido que suena a orden: "¡Dame ya una lapicera!". El encargado del cyber dónde sucede la escena esboza una sonrisa paternal. Lo mira con cariño y le entrega una birome azul. En un gesto atolondrado, el nene vuelve a la computadora que ocupa hace pocos minutos.
"Este es uno de los más tremendos" -suelta, entonces, el empleado-, "todos los días viene junto a sus hermanitos y el padre paga dos horas de internet a cada uno".
Es que, luego de tantas tardes compartidas, Miguel Darío Plaza -quien atiende de 13.30 a 19.30 un cyber ubicado en Laprida al 200- ya conoce a cada uno de los clientes como si fueran sus hijos. Y eso que no son pocos: según el encargado, en cada uno de los tres turnos en los que funciona el negocio, entran entre 150 y 200 personas a pedir una computadora que les permita sumergirse en la magia del mundo virtual. "Los viernes son todavía más. Y los fines de semana casi trabajamos como una guardería", agrega, antes de atender a otro grupo de adolescentes.
Las cifras mencionadas por Plaza coinciden con las calculadas por todos los empleados entrevistados. El muchacho indica que las facilidades otorgadas por las empresas telefónicas para adquirir internet en casa no han conseguido disminuir el número de clientes de este rubro. Más allá de las variantes que puedan causar la ubicación, los precios o el equipamiento de los distintos cybers que se encuentran en la capital tucumana, en cada uno de ellos se atiende, al menos, a 120 personas por día.
El que va a Sevilla...
Daniel Suárez se divierte contando la historia de una clienta que, fascinada por la múltiples posibilidades de la web, solía pasarse hasta nueve o diez horas frente al monitor. Aunque la anécdota sólo consiste en ese dato, la sonrisa se mantiene por largo rato en la cara de este empleado de un cyber ubicado en Santiago y Laprida. Es que su relato se hace extenso debido a las continuas interrupciones de quienes llegan, a cada minuto, a alquilar una computadora (en este cyber, como en la mayoría de los consultados, se cobra $ 1 la hora o $ 0,25 cada 15 minutos).
Niños, mujeres y hombres se acercan al mostrador y, haciendo gala de su familiaridad con el lugar, piden "la máquina de siempre". Los entrevistados coinciden en que las edades de quienes concurren a navegar por la web se corresponden, de forma más o menos uniforme, con determinados horarios del día. "A la mañana, alrededor de las 8 -horario en que abren sus puertas los cybers-, vienen grupos de estudiantes. Pasan directo a la sala de video juegos. Lo mismo ocurre al mediodía cuando los chicos salen de los colegios", cuenta Plaza.
A media mañana y a la siesta es el turno de los adultos. "Como este negocio cierra a las 3, muchos de ellos también vienen después de trabajar, pasadas las 22. Otro horario de fuerte concentración de adolescentes es alrededor de las 19", agregó Suárez. "¿Concurren ancianos?", se les preguntó a todos. "Es poco frecuente verlos, pero los hay - contestó un empleado de un cyber ubicado en Mendoza al 300, que prefirió no identificarse- Generalmente vienen a ver de qué se trata, a curiosear, pero la mayoría lo encuentra complicado y desisten".
Jorge Ojeda, quien atiende un cyber ubicado en Santiago y Catamarca, relata que es muy común que remiseros y taxistas ocupen sus descansos en sumergirse en la virtualidad. "Vienen pasada la medianoche y se quedan, muchas veces, hasta las 5.30, cuando cerramos", dice.
"Si alguno de los clientes fijos -generalmente vecinos del lugar- deja de venir, inmediatamente es reemplazado por otro. Hay una renovación constante del público. Tal vez las ofertas para obtener banda ancha hayan sido aprovechadas por muchos de quienes venían continuamente, pero, al final del día, en los cybers las ganancias siempre son las mismas", explica Suárez. "Además, no todos tienen impresora, lo que los obliga a volver aquí cada tanto", agrega (en la mayoría de los locales, la impresión cuesta entre $ 0,25 y $ 0,30 cada página en blanco y negro, y entre $ 0,40 y $ 0,50 las de color).
No sólo eso. El empleado comenta que la demanda es tal que, muchas veces, cuando todas las máquinas están ocupadas (hay 24 en ese cyber), el público prefiere esperar haciendo fila antes que probar suerte en otro negocio.
A silla caliente
En sintonía con sus colegas el empleado del cyber localizado en Mendoza al 300 manifiesta que muchos de los clientes poseen computadoras en sus casas pero que igualmente concurren a ese negocio porque allí encuentran más comodidad y, sobre todo, más privacidad. "Se hizo costumbre asistir a un cyber", justifica.
En épocas de epidemias, suele decirse que los hospitales trabajan a cama caliente. Esto significa que la cama no se va a enfriar cuando le den el alta a un paciente, porque enseguida llegará otro que ocupe ese lugar. La comparación, entonces, resulta inevitable. Sólo que, en los cybers, las que nunca se enfrían son las sillas.
"Este es uno de los más tremendos" -suelta, entonces, el empleado-, "todos los días viene junto a sus hermanitos y el padre paga dos horas de internet a cada uno".
Es que, luego de tantas tardes compartidas, Miguel Darío Plaza -quien atiende de 13.30 a 19.30 un cyber ubicado en Laprida al 200- ya conoce a cada uno de los clientes como si fueran sus hijos. Y eso que no son pocos: según el encargado, en cada uno de los tres turnos en los que funciona el negocio, entran entre 150 y 200 personas a pedir una computadora que les permita sumergirse en la magia del mundo virtual. "Los viernes son todavía más. Y los fines de semana casi trabajamos como una guardería", agrega, antes de atender a otro grupo de adolescentes.
Las cifras mencionadas por Plaza coinciden con las calculadas por todos los empleados entrevistados. El muchacho indica que las facilidades otorgadas por las empresas telefónicas para adquirir internet en casa no han conseguido disminuir el número de clientes de este rubro. Más allá de las variantes que puedan causar la ubicación, los precios o el equipamiento de los distintos cybers que se encuentran en la capital tucumana, en cada uno de ellos se atiende, al menos, a 120 personas por día.
El que va a Sevilla...
Daniel Suárez se divierte contando la historia de una clienta que, fascinada por la múltiples posibilidades de la web, solía pasarse hasta nueve o diez horas frente al monitor. Aunque la anécdota sólo consiste en ese dato, la sonrisa se mantiene por largo rato en la cara de este empleado de un cyber ubicado en Santiago y Laprida. Es que su relato se hace extenso debido a las continuas interrupciones de quienes llegan, a cada minuto, a alquilar una computadora (en este cyber, como en la mayoría de los consultados, se cobra $ 1 la hora o $ 0,25 cada 15 minutos).
Niños, mujeres y hombres se acercan al mostrador y, haciendo gala de su familiaridad con el lugar, piden "la máquina de siempre". Los entrevistados coinciden en que las edades de quienes concurren a navegar por la web se corresponden, de forma más o menos uniforme, con determinados horarios del día. "A la mañana, alrededor de las 8 -horario en que abren sus puertas los cybers-, vienen grupos de estudiantes. Pasan directo a la sala de video juegos. Lo mismo ocurre al mediodía cuando los chicos salen de los colegios", cuenta Plaza.
A media mañana y a la siesta es el turno de los adultos. "Como este negocio cierra a las 3, muchos de ellos también vienen después de trabajar, pasadas las 22. Otro horario de fuerte concentración de adolescentes es alrededor de las 19", agregó Suárez. "¿Concurren ancianos?", se les preguntó a todos. "Es poco frecuente verlos, pero los hay - contestó un empleado de un cyber ubicado en Mendoza al 300, que prefirió no identificarse- Generalmente vienen a ver de qué se trata, a curiosear, pero la mayoría lo encuentra complicado y desisten".
Jorge Ojeda, quien atiende un cyber ubicado en Santiago y Catamarca, relata que es muy común que remiseros y taxistas ocupen sus descansos en sumergirse en la virtualidad. "Vienen pasada la medianoche y se quedan, muchas veces, hasta las 5.30, cuando cerramos", dice.
"Si alguno de los clientes fijos -generalmente vecinos del lugar- deja de venir, inmediatamente es reemplazado por otro. Hay una renovación constante del público. Tal vez las ofertas para obtener banda ancha hayan sido aprovechadas por muchos de quienes venían continuamente, pero, al final del día, en los cybers las ganancias siempre son las mismas", explica Suárez. "Además, no todos tienen impresora, lo que los obliga a volver aquí cada tanto", agrega (en la mayoría de los locales, la impresión cuesta entre $ 0,25 y $ 0,30 cada página en blanco y negro, y entre $ 0,40 y $ 0,50 las de color).
No sólo eso. El empleado comenta que la demanda es tal que, muchas veces, cuando todas las máquinas están ocupadas (hay 24 en ese cyber), el público prefiere esperar haciendo fila antes que probar suerte en otro negocio.
A silla caliente
En sintonía con sus colegas el empleado del cyber localizado en Mendoza al 300 manifiesta que muchos de los clientes poseen computadoras en sus casas pero que igualmente concurren a ese negocio porque allí encuentran más comodidad y, sobre todo, más privacidad. "Se hizo costumbre asistir a un cyber", justifica.
En épocas de epidemias, suele decirse que los hospitales trabajan a cama caliente. Esto significa que la cama no se va a enfriar cuando le den el alta a un paciente, porque enseguida llegará otro que ocupe ese lugar. La comparación, entonces, resulta inevitable. Sólo que, en los cybers, las que nunca se enfrían son las sillas.
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