¿Esta llegando el ocaso de Estados Unidos?

¿Esta llegando el ocaso de Estados Unidos?

Por Fernando López-Alves, para LA GACETA - Santa Bárbara (California-EEUU).

30 Septiembre 2007
No estamos viviendo una época de cambio; estamos viviendo un cambio de época. El vertiginoso cambio que se está produciendo en la distribución de las cuotas de poder entre los protagonistas de la escena internacional está trazando el curso del futuro. Desde siempre hemos oído hablar del auge y de la caída de los imperios. Todos tienen su apogeo y su decadencia. Este viejo adagio refleja un destino inexorable. Pero es una afirmación vacía si no logramos determinar la forma y el momento en que estos procesos se ponen en marcha. Esa es la resbalosa tarea que por siglos ha ocupado a líderes religiosos, filósofos, historiadores y cientistas sociales.
Actualmente estos interrogantes se despliegan en torno al horizonte de Estados Unidos, la superpotencia que hasta ahora domina militarmente el globo. También existen otros superpoderes y en el equilibrio o en la tensión que se establece entre ellos se encuentra la clave que determina la declinación de unos y la emergencia de otros. ¿Quiénes son los otros? Tenemos a China en plena metamorfosis; a la India con su crecimiento descomunal; a Japón y Rusia jugando nuevos roles en la política internacional. El porvenir de los distintos superpoderes está íntimamente conectado. La declinación de unos está atada al crecimiento de los otros, y viceversa.

Nubes en el horizonte
Estados Unidos ha entrado en una pendiente económica y social. Examinemos algunos indicadores. Una primera señal de alarma está dada por la caída de las clases medias y la distribución cada vez menos equitativa de la riqueza. Desde los años ochenta vemos que el mayor porcentaje del ingreso va a la franja más rica de la sociedad y que esta tendencia se ha acentuado desde el año 2000 hasta el presente. Desde 1980 a 2000, el 59% de la riqueza del período fue a manos del 5% de la población. Hoy, ese 5% concentra un 70% de la renta. En los ochenta, el 29% de los ciudadanos percibía un 48% de los ingresos. Esto marca, sin lugar a dudas, un cambio cualitativo en la sociedad norteamericana, con consecuencias directas para su democracia y para su futuro político.
Paralelamente, desde los noventa la deuda externa norteamericana comenzó a batir todos los récords. En 1993, Estados Unidos tenía un déficit de 100.000 millones de dólares. Comparado con el crecimiento de su economía, este déficit no era alarmante. En 2000, sin embargo, ya en el período de auge de la globalización, este déficit había aumentado a 450.000 millones. En 2006, el déficit llegó a 470.000 y las estimaciones para 2007 arrojan un déficit aún mayor. Y esto, en el marco de una economía que crece sólo modestamente al 4 o al 5% al año.
¿Cuán grave es el déficit en términos de PBI? En 2006 el déficit anual llegó a un 6% del PBI. Este déficit ha causado una dependencia cada vez mayor en términos de préstamos internacionales, que tienen como objetivo financiar la inversión local (como lo hizo el país a comienzos de los años 90) o el gasto público (como lo ha hecho desde el año 2000 hasta la fecha). ¿Cuál es la deuda externa? Hoy, las deudas de Estados Unidos con la Unión Europea, China y países de Medio Oriente (especialmente Arabia Saudita) alcanzan el 25% del PBI. La mitad de la deuda pública del país en este momento está en manos extranjeras.
Finalmente, la guerra y la construcción de un Estado nuevo en Irak, los altos gastos de la política exterior en Africa y Medio Oriente en general, los costosos compromisos relacionados con la defensa militar que Estados Unidos tienen con la Unión Europea, y una política económica que favorece la fuga de capitales norteamericanos hacia tierras más promisorias, donde la hora de trabajo es mucho más barata, fogonean el aumento del déficit. La política exterior norteamericana está experimentando lo que se ha llamado overstreaching, o sea, la implementación de medidas que exceden los recursos materiales de un país.
La economía estadounidense se apoya en los servicios y su capacidad de ahorro es extremadamente baja. Por ejemplo, en setiembre de 2005 la tasa de ahorro individual de los norteamericanos fue solamente del 0,2% de su ingreso. Quince años antes era del 7,7%. Y esto ya indicaba una baja de este índice con respecto a las décadas del setenta y del ochenta, cuando había tasas de dos dígitos. ¿Es esto el resultado de cambios en los patrones de consumo? No. En el pasado, la gente ahorraba más manteniendo, de todos modos, un alto nivel de consumo. Los bancos, en 2006, detectaron que el 34% de los titulares de tarjetas de crédito no podían pagar sus deudas.
¿Podrá, entonces, Estados Unidos mantener en el futuro su estatus de superpotencia? Depende, más que nada, de su clase política. ¿Posee esta clase política la capacidad y la voluntad para revertir estas tendencias, diseñar una política exterior menos onerosa y más efectiva, e instrumentar una política económica fuera del marco ya aceptado de la globalización? Por ahora, ni el Congreso ni la Casa Blanca han demostrado tener esas aptitudes. Hoy, más que nunca, un acto electoral (las elecciones de 2008) parece determinar el futuro de la superpotencia.© LA GACETA

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