Por Lucía Lozano
02 Agosto 2007
Las calles dijeron basta. Y ellas mismas les cerraron las puertas a los miles de taxistas que a diario ingresan al microcentro. Cortes por aquí, cortes por allá. El tránsito en las 12 manzanas centrales de la capital se convirtió en un infierno por las obras públicas, que restringieron a la mitad las posibilidades de circular.
A puertas cerradas, los funcionarios de la Municipalidad planearon cuatro obras de repavimentación para realizar simultáneamente. Pero la realidad les pateó el tablero y tuvieron que resignar uno de los trabajos, pese a que los tiempos electorales apuran. El problema no es la obra pública, más que necesaria para estas arterias viejas, angostas y destruidas, que soportan el tránsito de 48.000 vehículos por día y de 1.500 ómnibus.
Si los funcionarios abren sus puertas, quizá escuchen los alaridos desesperados de las calles, donde los semáforos no resolvieron nada, como tampoco el incremento de controles con varitas. El transporte público es tan malo que cada vez se usa menos y, por ende, ingresan más autos particulares y de taxis. Las calles no dejan de hablar. Exigen una planificación seria y urgente que, de una vez por todas, termine con el caos. Piden que se hojee el Plan Estratégico Urbano, diseñado en 2005, y que hasta ahora no se puso en práctica. Quizás, entre esos papeles se lea que una mayor peatonalización y la descentralización de ciertas actividades son parte de las medidas indispensables para empezar a ordenar el tránsito. Oír no cuesta nada.
A puertas cerradas, los funcionarios de la Municipalidad planearon cuatro obras de repavimentación para realizar simultáneamente. Pero la realidad les pateó el tablero y tuvieron que resignar uno de los trabajos, pese a que los tiempos electorales apuran. El problema no es la obra pública, más que necesaria para estas arterias viejas, angostas y destruidas, que soportan el tránsito de 48.000 vehículos por día y de 1.500 ómnibus.
Si los funcionarios abren sus puertas, quizá escuchen los alaridos desesperados de las calles, donde los semáforos no resolvieron nada, como tampoco el incremento de controles con varitas. El transporte público es tan malo que cada vez se usa menos y, por ende, ingresan más autos particulares y de taxis. Las calles no dejan de hablar. Exigen una planificación seria y urgente que, de una vez por todas, termine con el caos. Piden que se hojee el Plan Estratégico Urbano, diseñado en 2005, y que hasta ahora no se puso en práctica. Quizás, entre esos papeles se lea que una mayor peatonalización y la descentralización de ciertas actividades son parte de las medidas indispensables para empezar a ordenar el tránsito. Oír no cuesta nada.
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