03 Febrero 2012
El periodismo ciudadano le dio nombre e identidad a la vieja práctica de aportarle información y datos a los profesionales de la prensa desde los actores sociales anónimos, ahora ayudados por el soporte de las nuevas tecnologías que nos permite multiplicar hasta el límite de lo imaginable las formas de registro de imágenes y voces. Sin embargo, el término está en revisión, ya que no es, estrictamente, una tarea periodística.
Esta colaboración social se presenta como una herramienta insoslayable en la actividad de la prensa, mucho más cuando transita por los medios electrónicos (desde una página en Internet hasta la vieja radio AM).
Pero hay diferencias sustanciales entre el (importantísimo) aporte coyuntural que pueda efectuar un lector, oyente o televidente y la práctica profesional del periodismo.
Quien envía una colaboración esporádica es, en sí mismo, testigo o protagonista del hecho, como lo confirman dos ejemplos recientes: los sobrevivientes que filmaron o fotografiaron la caótica evacuación del hundido crucero Costa Concordia o el policía de franco que grabó la persecución a un conductor borracho en una ruta bonaerense. Atravesados por lo vivido, los relatos son en primera persona, con la lógica carga emocional del momento.
No se les puede pedir otra cosa, ni más ni menos. El periodista, en cambio, debe regirse por otros preceptos, de cumplimiento obligatorio en la profesión, y que son exigidos cada vez más por quienes reciben la información: rigor, precisión, cruzamiento de datos, contextualización y análisis de los hechos para su mejor interpretación y entendimiento. Quien se juega la vida, tiene otras cosas en la cabeza.
Esta colaboración social se presenta como una herramienta insoslayable en la actividad de la prensa, mucho más cuando transita por los medios electrónicos (desde una página en Internet hasta la vieja radio AM).
Pero hay diferencias sustanciales entre el (importantísimo) aporte coyuntural que pueda efectuar un lector, oyente o televidente y la práctica profesional del periodismo.
Quien envía una colaboración esporádica es, en sí mismo, testigo o protagonista del hecho, como lo confirman dos ejemplos recientes: los sobrevivientes que filmaron o fotografiaron la caótica evacuación del hundido crucero Costa Concordia o el policía de franco que grabó la persecución a un conductor borracho en una ruta bonaerense. Atravesados por lo vivido, los relatos son en primera persona, con la lógica carga emocional del momento.
No se les puede pedir otra cosa, ni más ni menos. El periodista, en cambio, debe regirse por otros preceptos, de cumplimiento obligatorio en la profesión, y que son exigidos cada vez más por quienes reciben la información: rigor, precisión, cruzamiento de datos, contextualización y análisis de los hechos para su mejor interpretación y entendimiento. Quien se juega la vida, tiene otras cosas en la cabeza.