El motor económico se enfrío durante 2018. Sin el aporte fundamental del campo, que padeció sequías e inundaciones en sus principales cosechas, la actividad económica argentina sintió con fuerza ese impacto. Con un país en recesión, la gestión del presidente Mauricio Macri apostó a la reactivación a partir de las previsiones de una cosecha récord que, probablemente, redituará mayores ingresos de dólares a la alicaída economía argentina. La Casa Rosada le prende velas para que el clima agroexportador mejore y para que el campo liquide más divisas antes de las elecciones presidenciales de octubre. El cambio de escenario es esencial. Frente a ese escenario, Gustavo Grobocopatel no duda en formular una afirmación: “uno de los símbolos de la debilidad económica argentina es que dependa tanto de un solo sector”. Pero, durante la entrevista telefónica concedida a LA GACETA, el presidente del Grupo Los Grobo acota que no es por culpa del campo, sino por falta de acciones que permitan a otras actividades generar competitividad sistémica.
-Fue inquietante para varios sectores escuchar que uno de los principales empresarios agroexportadores dijera que hoy, en la Argentina, todos somos más pobres...
-En realidad, el valor de las empresas, desde el punto de vista del mercado, ha bajado notoriamente. Si uno sigue la trayectoria de esas compañías argentinas en los mercados transparentes, tanto de Nueva York, de Brasil como de la Argentina, nos damos cuenta de que valen mucho menos. Uno puede decir que no necesariamente refleja la situación de pobreza, pero no caben dudas que, en el esquema de mercado, aquellas empresas son más pobres, ya sea porque tuvieron que achicar sus unidades, porque disminuyó la cantidad de sus ventas, porque la realidad se les está comiendo el patrimonio, porque dejaron gente en la calle o porque tuvieron que cerrar. Con esto quiero decir que no es que haya una transferencia de recursos de un sector a otro, sino que está achicándose la torta y que se nivele para abajo.
-¿Quiénes son los culpables de esta situación?
-Hay un cúmulo de circunstancias. Estructuralmente, desde hace muchas décadas, la Argentina no crea riquezas, sino pobreza. Por esa razón, me atrevo a decir que son varios los factores. Uno podría resumirlo en el hecho de que la Argentina no es un país competitivo y, al no serlo, se le dificulta la capacidad de crear bienes y servicios de buena calidad. Eso, indudablemente, lleva a pensar de que hay empresas cada vez peores. Otra de las razones es que no se invierte en investigación y desarrollo. No somos los innovadores que deberíamos ser. La Argentina es un país cerrado, con muchas dificultades para exportar. Es uno de los pocos que posee fuertes impuestos a las exportaciones. La presión impositiva es muy elevada. Además, no tenemos un Estado de calidad. Asimismo, la fuerza de trabajo está poco calificada. Por eso, se requiere un esfuerzo enorme en potenciar la educación, la capacitación, más vinculada con la demanda de este siglo XXI. Los gobiernos no han sido tampoco de calidad, porque no han dado respuestas a los problemas estructurales. Las medidas que adoptan son sólo coyunturales, de corto plazo, o que les sirve para ganar una elección. Esto también pasa con los líderes políticos. En fin, hay una serie de cuestiones que convergen y creo que se aceleraron durante las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner. Por eso creo que el actual gobierno todavía no pudo resolver aquellas cuestiones, más allá de la voluntad que han puesto para hacerlo. Puede decirse que se resolvieron algunas cuestiones puntuales, pero no desde el punto de vista sistémico. Hay otras que tienen que ver con la competitividad que también impactan. Una de ella es la calidad institucional. Un país no pude adolecer de instituciones fuertes o de reglas de juego claras, en general. La Argentina tiene una república débil, una democracia que no está bien desarrollada, porque la alternancia de partidos es imperfecta y eso, dentro del ecosistema económico, es una cuestión que condiciona la competitividad.
-¿Qué piensa de los acuerdos que promueve la gestión del presidente Mauricio Macri, con el que busca mostrar estabilidad económica, más allá del resultado electoral?
-Una de las definiciones que tiene la política es precisamente alcanzar esos acuerdos. Es el corazón de la política. Creo que el actual gobierno hay, o por lo menos hubo, una idea de que iba a ser alguno nuevo y que facilitaría la reestructuración del sistema político argentino. Esa era una de las grandes metas u objetivos que tenían. Por eso encararon este camino de mostrarse como un gobierno que llegaba con una nueva forma de hacer política. Y eso funcionó para ganar elecciones, pero no en un escenario de crisis macroeconómica. Me da la impresión de que han cambiado la forma de pensar. Por supuesto que es un punto de vista personal y creo que el acuerdo debió hacerse antes, pero también debo decir que nunca es tarde para hacerlo. Y si se dieron cuenta de que ahora hay que ejecutarlo, avancemos, porque, sin acuerdos, la política no funciona.
-¿Cómo se siente frente las posiciones de distintos sectores que ven al campo, en algunos períodos, como ángeles y, en otros más complicados, llegan a demonizarlo?
-Uno de los símbolos de la debilidad económica argentina es que depende tanto de un solo sector. Y eso no es culpa de ese sector; al contrario, gracias a esa actividad se puede movilizar. Pero también hay que ver qué sucede con otros sectores que no han generado tantos recursos. Podemos decir, sin embargo, que hay mucho por hacer en la economía basada en el conocimiento, en la energía y en la minería, que tiene un potencial enorme. El tema turístico también tiene mucho por hacer. Debemos reconocer, además, que a la industria, en general, durante muchos años se la trató de ayudar con muchas políticas, pero no para generar competitividad sistémica. Creo que un poco de aquel argumento tiene que ver con esto. Nosotros tenemos un desarrollo industrial perdido, de falta de estrategias de desarrollo. Es como decía un gran pensador: no va el polo donde está la pelota, sino donde la pelota va a ir. Siempre estuvimos yendo hacia donde va la pelota. Y siempre llegamos tarde. Entonces me parece que es hora de pensar en la industria que queremos para este siglo XXI y apoyar el desarrollo para que ese objetivo sea posible.
-Frente a esta situación de crisis, ¿se puede seguir invirtiendo?
-El mundo duda de la Argentina porque hemos fracasado en varias oportunidades. Y, entonces, es lógico que el planeta dude. Me parece que este es el momento para mostrar que la Argentina puede salir de la crisis sin shock. Creo que el Gobierno está tratando de hacerlo, de dejar atrás una crisis heredada. Y el gradualismo ha sido una expresión de ese intento. Hasta ahora no viene funcionando por distintos motivos. Uno puede ser el tamaño de la herencia recibida. Otro tiene que ver con un contexto internacional negativo. Y un tercer aspecto puede estar ligado a la incapacidad de poder resolver la situación.
-¿Por qué le preocupa que Cristina Fernández pueda volver al poder?
-No es que me preocupe el nombre, sino que me preocupa su equipo, que ha demostrado poca aptitud para manejar las cosas del Estado, no solo en temas operativos, sino estratégicos. Hemos tenido un contexto internacional positivo y cierto orden macroeconómico y es como si hubieran desaprovechado esa oportunidad durante la primera gestión de Cristina Fernández. Lo que más me preocupa es que no hay un reflexión ni una autocrítica acerca de lo que se hizo bien o mal o decir por qué razón nos equivocamos. Para mi, el fracaso es un activo del que se aprende. Pero si no se lo reconoce, puede ser un problema estructural, psicológico y hasta peligroso, en cierto sentido, porque estamos en presencia de una negación de la realidad. No es que tenga algo personal contra Cristina, sino que el problema es lo que representa su equipo en temas de estrategias sobre cómo se busca el desarrollo. Es necesario crear competitividad, pero no a partir de la destrucción del sector privado. Se crea brindando condiciones para el nacimiento de nuevas empresas que, a su vez, compitan entre sí.
-¿Cuál es la salida que puede tener la Argentina en este momento?
-Creo que es muy importante tener estabilidad política, más allá de las alternancias del poder, que es algo muy saludable, que fortalece a la democracia. Es necesario contar con un acuerdo serio de 10, 15 o 20 puntos, que no surja del estrés político de corto plazo, sin pensando en el largo plazo sobre cuestiones básicas, reformas estructurales y la transición que hay que hacer. A partir de ese acuerdo, hay que poner a los mejores para que operen y gestionen las transformaciones. Creo que la Argentina tiene la posibilidad y las oportunidades para lograrlo. Si orienta bien sus recursos, en unos cuantos años esa Argentina podrá aprovechar aquellas oportunidades, porque le mundo necesita más alimentos, requiere más energía, demanda minería y desarrollo tecnológico. El mundo va a incrementar el turismo, el entretenimiento y el esparcimiento. Habrá más flujo de visitante que podrían venir a países como la Argentina. Tenemos que contar con más inversiones, ser un país con estabilidad y sostener las políticas durante muchos años. Si mirando hacia adentro de esta Argentina, a mi me resulta rarísimo que los tucumanos lleven granos a Rosario o se importe carne de Buenos Aires y de Córdoba. Hay que transformar esos granos en el NOA. Para que eso sea posible, hay que buscar la manera de captar a las grandes empresas globales, sean nacionales o extranjeras, que produzcan esos granos en Tucumán o en Salta. Pero si la economía informal es mayor que la formal, la gente no vendrá a invertir, como tampoco si se mantiene una carga impositiva altísima. Las soluciones son más simple de lo que pensamos. Hay que hacerlo y tener vocación para ejecutar políticas para captar más inversores.