Francisco Pereyra es uno de tantos fieles tucumanos que ha venido hasta un hotel de la zona del parque 9 de Julio a esperar a su Racing querido del alma. Confiesa que a sus jóvenes 21 años su humor depende pura y exclusivamente de cómo le vaya a la “Academia” en sus partidos. “Si gana será el mejor fin de semana o día de mi vida, pero si pierde, me encierro en mi cuarto y no salgo”.
Suena hasta dramático lo que confiesa Francisco, a simple vista un chico normal que puede ser reconocido como fan del equipo de Avellaneda por su camiseta celeste y blanca firmada por jugadores del actual plantel. “Esta me la compré yo con mi propia plata, por eso no me la saco nunca”, le cuenta a LG Deportiva este estudiante de educación física que vive en Lastenia; es hijo de Graciela y hermano mayor de Celeste (19) y Lautaro (14). De la familia que vive en Tucumán, junto a un tío -“que no pudo venir a saludar al plantel porque está internado”- son los más fanáticos por varios cuerpos de ventaja.
A veces es inconsciente, este chico. “Creo que mi mamá está resignada, como que ya asumió que yo soy así por Racing”. Graciela se preocupa cada vez que Francisco viaja a Buenos Aires. Se aflige porque generalmente lo hace escondido en una caja dentro del acoplado de un camión que hace servicios de carga y descarga. Francisco no es polizón, pero tiene que tomar sus recaudos. “El señor que me lleva tiene un camión. Es amigo de mi papá. Puedo ir con él hasta que llega a la zona de los repartos. Ahí me tengo que esconder en ‘la’ caja, esperar que descarguen todo, y salgo caminando”, explica.
Así viajó “Fran” la semana pasada para ver a su Racing contra River, por los octavos de final de la Libertadores, el jueves pasado. El regreso iba a ser igual, pero el camionero llegó hasta Santa Fe.
“Tuve la suerte de que un amigo que compra ropa en Tucumán y la vende allá tenía que venir el viernes, así que le di $ 600 para la nafta y me trajo”. Cuando recuerda el dinero que gastó para regresar a su casa, Francisco casi se infarta. “Es que a veces viajo con $ 100 en el bolsillo. Llego a Buenos Aires y los cargo todos en la tarjeta Sube. Así me muevo por todos lados sin problemas”, explica. La siguiente pregunta surge por decantación: ¿cómo hacés para sobrevivir sin dinero? “Por suerte tengo varios conocidos y amigos. Además, tengo a un tío que siempre me recibe y me trata muy bien. Él no se lleva bien con mi papá, pero conmigo sí”, precisa.
Misterio resuelto
Francisco cuenta que hace unos años sus padres se separaron; que él regresó a Lastenia con su madre y hermanos, y que su padre siguió con su vida en Buenos Aires. Trabaja como seguridad privada en un hospital de la Provincia de Buenos Aires. Su padre pertenece a la “Guardia Imperial”, la barrabrava de Racing.
“A veces voy con ellos, pero alejado. Mi papá me consigue las entradas. Por suerte, gracias a él no me perdí ningún partido de la Copa este año”. Racing, al final de cuenta, es el mayor nexo que tiene con su padre. Es donde ambos se encuentran. “A los 9 años, mi papá me enseñó a viajar solo en colectivo. Vivíamos en Flores, en Capital Federal. Tenía que tomar la línea 134 que pasaba por la esquina de mi casa. Me comía un viaje de dos horas y media, pero llegaba al ‘Cilindro’. Después me iba para donde estaba la barra”, todo lo que cuenta Francisco lo hace en un tono inocente. Quizás en su vida no cabe la expresión “peligro”.
“Y no. En 2015 fui a Paraguay a ver a Racing sin documentos. Tomé un colectivo a Chaco, después otro hasta Clorinda y pasé la frontera caminando. Por esa zona hay como una feria. Hice los papeles y crucé. Estuve un día dando vueltas. Viajé para ver a Racing con Guaraní, que nos ganó 1-0 por los cuartos de final de la Copa”.
Aun sabiendo que el plantel de Racing ya entró al hotel por una puerta lateral, y que Ricardo Centurión y Matías Zaracho fueron los únicos que saludaron a la gente cuando llegaron, Francisco no bajó los brazos. “Me voy a quedar esperando a que salgan de nuevo, así les pido que me firmen la camiseta. Jamás tengo apuro por Racing. Si supieras todas las cosas que hice por verlo jugar...”. La paciencia tuvo su premio. Después de cenar, los jugadores cumplieron con los hinchas. Y él se fue a dormir feliz.