Nervioso, uno de los tantos hinchas que hicieron explotar de aliento al estadio Monumental, le grita desde la segunda bandeja al árbitro paraguayo Eber Aquino que termine esta primera manga de los octavos de final de la Copa Libertadores. El hombre generó risas, pero a su vez un cierto anhelo en simpatizantes que bregaban porque el sueño de este desconocido se hiciera realidad. Atlético ya ganaba 1 a 0 gracias a la picardía de Leandro Díaz, a los siete minutos de iniciado el duelo con Atlético Nacional de Medellín.
Ese hincha, el que le gritó a Aquino, estaba desesperado. Pidió la hora tres minutos después del gol del “Loco”, quizás porque pensó que el resultado ya estaba bien y que el “Decano” tenía madera como para hacer historia en la revancha del martes 28 en Medellín. Pero no, Atlético tenía mucho más para dar en una noche hoy inolvidable porque, como de costumbre, se paró ante la historia, ante un bicampeón de la Copa (1989 y 2016) y lo adoctrinó: en su casa manda únicamente el que lleva los colores celeste y blanco y el escudo que dice CAT, Club Atlético Tucumán. O sea, el dueño de casa.
Anoche, Atlético fue el mitológico Perseo, el que le cortó la cabeza a Medusa, esta versión futbolística del “Verdolaga” que pudo haber petrificado al “Decano” con tanto pase a los costados; que pudo haber hecho desesperar a Atlético porque su víctima aún perdiendo jamás recurrió al pelotazo. Atlético Nacional murió en la suya sin resignar su juego al ras del piso. Atlético Nacional murió en la suya porque Atlético, el de Tucumán, hizo que jugará así, al no disponer de espacio y centímetros como para hacer rodar el balón en velocidad y sorprender entre líneas.
No hay mejor descripción para el “Decano” anoche que la de un depredador, ese que mide a su presa, que la estudia, que la espera y que la lastima cuando reconoce que está ante la oportunidad de oro. Primero fue Díaz, con ese regalito de Fernando Monetti, un pase a la nada y un remate de primera glorioso de Leandro. Y después fue José San Román, el nuevo “Ninja” de la trinchera; el que robó pasado de su zona de marca, y el que se mandó rompiendo la mitad de cancha como si fuera un wing de los de antes, con la idea clásica de descargar en el instante menos pensado. Así lo hizo el “Ninja”, que vio a “Pulguita”, el “Pulguita” que asistió a Díaz sin tocar la pelota. Y “Loco” reventó el travesaño. Pero hubo rebote y cabeza matadora de Guillermo Acosta, el “BB” con el pasaporte listo para ir por otra hazaña a Medellín. Pero para eso habrá que esperar hasta el 28. Ahora, hoy, es tiempo de disfrutar de esta gran victoria. Porque fue grande en serio.