En la historia del atletismo tucumano figurará por siempre el nombre de José Alberto Vallejo, que en los ‘60 estuvo entre los mejores atletas del mundo en lanzamiento del martillo, su especialidad. El único atleta tucumano en competir en los Juegos Olímpicos, Munich 1972, falleció ayer a los 75 años.
En su currículum deportivo figuran cinco títulos de campeón sudamericano de martillo, además de 20 veces campeón de lanzamiento de martillo, bala, jabalina y disco.
Compitió además en cuatro Panamericanos. Fue récord argentino y sudamericano del lanzamiento del martillo durante 20 años. Vallejo fue tapa de la revista “El Gráfico” en una época en la que lo consideraban el mejor atleta del país.
“José heredó la fuerza de su padre, José Alberto Vallejo, un empleado de la Cámara de Senadores de la provincia, que era capaz de levantar una bolsa de azúcar de 70 kilos con un solo brazo”, publicó en su libro “Los 100 Ídolos Tucumanos” el periodista Víctor Lupo.
“Comencé a practicar atletismo a los 16 años. En ese entonces estaba dotado de una contextura física muy grande. Tenía mucha potencia y me destacaba en cualquier deporte. Hacía salto en largo en una acequia con mis amigos y ganaba siempre. Un día me fui a probar en la Escuela de Educación Física (ahora Facultad). Mis lanzamientos de disco salían para arriba y siempre caían en el mismo lugar. Todos se reían. Pero a la semana, voló el disco y fui récord tucumano, después voló la jabalina y quebré otro récord. Lo mismo sucedió con la bala y el martillo” contó Vallejo en una entrevista a LG Deportiva, publicada el 12 de abril del año pasado.
“A la Federación Tucumana de Atletismo le hace falta un apoyo incondicional para crecer. Sin la pista sintética, eso no será posible”, dijo además el ícono tucumano.
Cosechó muchos amigos en su carrera y en el atletismo conoció a su esposa Teresa Inés Ponce, con quien tuvo cuatro hijos: Silvina, Ana María, Franco Alejandro y José Alberto (h). Luego nacieron sus seis nietos y cinco bisnietos. El atletismo le enseñó a ser feliz con o sin dinero, y eso fue impagable para él.
La máxima aspiración para un deportista amateur es llegar a competir en los Juegos Olímpicos, y Vallejo lo consiguió. En México 68 no quedó en la lista del equipo nacional, pero igual viajó como invitado. Fue la historia dorada del atletismo tucumano. Fue y seguirá siendo un gran ejemplo para los atletas de nuestra provincia.