Por Juan María Segura
El déjà vu del errático comienzo del ciclo escolar en Argentina nos vuelve a encontrar atrancados (¿atrapados?) en un terreno conocido: el de la mediocridad, la pequeñez y la deshonestidad. Entre las acusaciones cruzadas entre funcionarios públicos y representantes sindicales, el dudoso aporte de los medios y la sobreactuación del ciudadano común frente al conflicto docente y educativo, pocos, muy pocos atienden el juego de los niños. La versión más patética del Don Pirulero, donde cada cual atiende su juego, pero nadie piensa en el prójimo, y mucho menos en el más vulnerable e indefenso.
En esta nueva edición de un capítulo reconocido, sin embargo, cabe preguntarnos si estamos asistiendo a más de lo mismo. ¿Es este nuevo truncado comienzo de clases similar a los anteriores? A mi juicio no, por tres razones o situaciones novedosas.
Primero, porque la discusión y pulseada entre autoridades y docentes se está realizando con información muy contundente referida al ausentismo docente. Hace un año me tocó discutir en los medios este punto, y nadie (me incluyo) tenía un dato claro e incuestionable para argumentar sobre este asunto. Todos afirmábamos que era un tema gravísimo y vergonzoso, pero nadie podía afirmarlo con la confianza que dan los datos, así que cada cual acomodaba la discusión a su antojo mientras el reloj seguía corriendo. Hoy sabemos que, en la Provincia de Buenos Aires, el ausentismo docente de las escuelas de gestión estatal durante 2017 fue mayor al 17%, multiplicando más de 3 veces aquel de las escuelas privadas. Es más, también sabemos que, en esa misma jurisdicción, durante 2017 se otorgaron un promedio de 107 mil licencias por mes, sobre una dotación de cargos docentes cercana a los 400 mil. Haga las matemáticas. Esta información es nueva, y es un ¡escándalo!
Segundo, se pusieron sobre la mesa ratios comparativos con otros sistemas similares o cercanos. Resulta que en nuestro país tenemos un promedio aproximado de 12 alumnos por docente, mientras que en México tienen 27 y en Chile 21. Esta “escandinavización” de nuestro sistema, que nos ubica cerca de los 10 alumnos por docente que posee Noruega, nos aleja de los 15 alumnos por docente que poseíamos en 2004, que ya era un valor exigente desde el punto de vista presupuestario, idéntico al que poseen Alemania y Estados Unidos, y mayor a los 17 de Japón, 18 del Reino Unido y 19 de Francia. Estos indicadores deberían hacernos replantear si es verdad que gastamos poco en educación (y que por ello no se pueden pagar mejores salarios), o si en cambio es más cierto que la dotación de personal docente, auxiliar docente y no docente aumentó descontroladamente en los últimos 10 años, y que por lo tanto no hay dinero que alcance, jamás.
Y tercero, porque finalmente tenemos indicadores de aprendizaje en abundancia, y ellos son crueles: los chicos aprenden poco y mal. A pesar de nuestras caras serias y sobreactuaciones, más allá de los discursos y los golpes de pecho, los operativos aprender (medición de carácter censal en todo el territorio, en todo el sistema) han desnudado el corazón del problema, que son los malos aprendizajes en matemáticas, lengua, ciencias sociales y naturales, tanto en escuela pública como privada, urbana como rural, primaria como secundaria. No se salva nadie, y todos somos un poco responsables, pero los docentes y directivos educativos más aún. Con un pequeño anticipo que se pudo tener de los resultados del 2017, inclusive se puede hacer una comparativa con aquellos valores del 2016, verificando nulos progresos agregados en matemáticas, y apenas pequeños progresos en lectocomprensión.
Destaco, por lo tanto, como una novedad de este inicio de clase la abundancia de datos, ratios e indicadores tan novedosos como contundentes del desmanejo del sistema escolar. Me esperanza que se vaya acabando el tiempo de los opinólogos y charlatanes, y que comience a emerger la claridad en el diagnóstico habilitada por la buena información.
No llego a entender muy bien porqué razón todos estos datos no están más presentes en las argumentaciones de unos y otros, pero pienso que es un tema de costumbre y falta de práctica. No sabemos discutir desde los datos, pero sí desde la ironía, la burla, la descalificación, el destrato y la falta de respeto. Quienes debatimos y discutimos el sistema deberemos recorrer un largo proceso de re educación, modificando el hábito de discutir contra una persona en particular, pasando a discutir contra los problemas. El problema es el problema, no su vocero. Los chicos no aprenden, ese es el problema. Y pasan muchos años rodeados de muchos docentes, reproduciendo una rutina que, ahora lo sabemos, no los está preparando ni para la vida universitaria ni para la vida adulta. Ese es el problema, no el funcionario o dirigente de turno. Los dirigentes pasan, pero esos chicos vivirán toda su vida en nuestro país, y llevarán dentro de su caja de herramientas lo que les podamos facilitar durante sus preciados años de niñez y adolescencia. El problema son esos chicos, no esos grandotes.
Hace poco leí un reportaje a un importante empresario mundial de la industria automotriz que señalaba que sus competidores (a nivel industria) era Amazon, Google, Facebook y Tesla, y no Ford o Toyota. Esta afirmación pone el énfasis en donde lo debería poner la escuela: avanzamos a un mundo de gran complejidad e incertidumbre, de contornos borrosos, en movimiento, más que líquido (por Bauman), ¡gaseoso y combustible! No proyecto un futuro de guerra y caos, pero si uno de reordenamientos a escala, mucho debate (con datos más que opiniones…) y de mucha creatividad. Visualizo caos creativo. Debemos amigarnos con esta idea, y debemos sensibilizar a docentes y a alumnos con el futuro novedosos e inimaginable hacia el que estamos lanzados como sociedad. Y a esa sensibilización tenemos que darle forma de plan de estudios y currícula escolar, despertando esa curiosidad que todo chico posee, pero que esta escuela se ha ocupado de adormecer. La curiosidad es la principal aliada de cualquier proceso educativo y de todo proceso neurocognitivo de aprendizaje. Los chicos aprenden si quieren, y para ello deben tener viva la curiosidad por conocer nuevas cosas, de explorar, exponerse a nuevos saberes, mundos o ideas. No pensemos en un alumno con guardapolvo, sino en un explorador con sombrero y mochila. A ese debemos ayudar en su trayecto hacia la emancipación, hacia la vida responsable.
Por lo tanto, este déjà vu marziano (por el mes en el que ocurre, no por el planeta) no lo es tanto. Tenemos datos e información novedosa, utilicémosla para preparar mejor a los chicos para vivir en ese mundo que aún desconocemos. Discutamos, de acuerdo, pero avancemos más rápido.