“Es increíble que esto le haya pasado a él, que revisaba mil veces que todo esté bien”
Dos tucumanos figuran entre los tripulantes del submarino desaparecido el miércoles 15 en el océano Atlántico. La noticia de que hubo una explosión en la zona les sumó dramatismo a los familiares de Pedro Martín Fernández, capitán de fragata, y de Luis Esteban García, cabo principal.
Marcelo Almaraz tiene 42 años y es ex submarinista de la Armada argentina. El tucumano prestó servicios en la Marina durante 20 años. Fue compañero de Pedro Martín Fernández, -el comandante del ARA San Juan-, y contó que conoce al 90% de la tripulación.
En el barrio Echeverría todos anhelan abrazar al capitán del ARA San Juan
Almaraz navegó mayormente en el submarino Salta, pero también lo hizo en el San Juan. En sus tiempos, viajaba entre 180 y 200 días al año, y a pesar de que debió atravesar situaciones complicadas, nunca imaginó que pudiera ocurrir algo como lo que le sucedió a la tripulación del San Juan.
La búsqueda no cesará, pero el talud continental pone un límite
Sobre la base de su experiencia, afirmó que es muy difícil que un submarino se hunda, salvo que choque contra algo o que ingrese agua en su interior. Tal es su hipótesis más fuerte. Explicó que además de la falta de oxígeno, ante esa situación se enfrentaban a algo más preocupante: “el agua con el ácido sulfúrico de las baterías produce un gas cloro, que contamina todo. Es un gas mortal”. Precisó que un submarino no sale a navegar si no tiene todo en condiciones; y respecto del mantenimiento del ARA San Juan, aseguró que le consta que todo estaba nuevo.
Muchas cosas le llaman la atención a este buzo tucumano. Una de ellas es la falta de señales de cualquier tipo: “hay muchas posibilidades de comunicarse con la superficie, y es raro que no lo hayan hecho. Como la última comunicación se hizo a las 7.30, el accidente -o lo que sea que les haya ocurrido- tiene que haber pasado en ese momento”.
Explicó que la nave tiene un límite de tolerancia de profundidad, dentro del cual puede actuar. “Un submarino resiste 600 metros de profundidad, una vez que los pasa colapsa automáticamente. La misma presión lo hace explotar”, dijo.
Sobre la hipótesis de explosión, previo al último comunicado de la Armada, afirmó: “la descarto, porque debería haber restos en la superficie; materiales, cascos, fibras, restos de combustible”.
Sus conocimientos le permiten razonar que ante cualquier situación anómala el submarino debe salir a la superficie. Por ello, también le llamó la atención que no lo haya hecho. “Está preparado para andar en inmersión. Ante cualquier problema debe salir a la superficie; y hay distintas formas de hacerlo”, explicó el tucumano, que hoy está retirado de la Marina y trabaja en el Siprosa -está a punto de recibirse de enfermero-. Sostuvo, finalmente, que resulta difícil que una nave de ese porte sea arrastrada por la corriente. Por lo tanto, descartó la posibilidad de que el ARA San Juan se haya salido del camino trazado.
Acerca del comandante
Almaraz guarda un buen recuerdo de Fernández: “era muy puntilloso, muy prolijo; revisaba mil veces que todo estuviese bien. Es increíble que esto le haya pasado a él”.
Hacia el mediodía de ayer, la cuadra de Azcuénaga al 2.100 semejaba un páramo. La habitual calma del barrio se había profundizado, como si el propio paisaje guardase un respetuoso silencio. Sólo el chirrido del pasador del portón de la casa materna de Fernández desentonó con el entorno. “Mi mamá no se siente bien; está golpeada por el último comunicado”, explicó Patricia, la hermana del comandante. Se refería Emma Nelly Juárez, que un par de días antes había recibido a LA GACETA en el living de esa casa.
En aquella ocasión, había recordado que su hijo le había dicho que este iba a ser su último viaje en submarino, y que luego continuaría su carrera en tierra. “Viajó por todo el mundo y navegó dos veces en la Fragata Libertad”, había contado, con orgullo materno.
Nelly, de 80 años, había dicho también que Martín -como ella lo llama- venía de visita a Tucumán un par de veces al año, en julio y en diciembre. El comandante se había quedado a vivir en Mar del Plata, junto a su esposa, Ana María Raya Tonetti, y a sus tres hijos. Hacia allí se dirigía el ARA San Juan cuando ocurrió la explosión. “Él es muy buen padre. Es muy cariñoso con los hijos”, había destacado Nelly.
OTRO CAS0
El tucumano García, cabo principal, tiene 31 años y es padre de dos niños
El cabo principal Luis Esteban García, de 31 años, es el otro tucumano que integra la tripulación del submarino ARA San Juan. Se había instalado en Mar del Plata junto con su esposa, Gabriela Acosta, y sus dos hijos: Agustín (3 años) y Nahuel (1 año). El buzo, criado en el barrio Diagonal Sur, llevaba una larga trayectoria dentro de las Fuerzas Armadas. Acosta había contado a este diario que ingresó hace 12 años y se recibió de técnico electricista. “Después se vino a Mar del Plata, pasó por diferentes barcos, estuvo dos años haciendo viajes a la Antártida e hizo el curso de submarinista”, había explicado la mujer.
El tucumano realizaba viajes con el ARA San Juan desde marzo de este año. LA GACETA se comunicó telefónicamente ayer con Acosta y con su mamá Victoria Morales, pero evitaron hacer declaraciones. En la última semana, los familiares del marino habían asegurado que mantenían la esperanza, angustiados, de recibir una buena noticia. Su suegra, Heladia Guardo, había asegurado esta semana a este diario que el buzo había estado en la provincia por última vez en julio. “Apenas se casaron él se fue en un viaje a la Antártida”, había contado Guardo. Esta travesía en submarino iba a ser la separación más larga porque la fecha de regreso estaba prevista para el 10 de diciembre.
“Después Esteban le dijo a mi hija que iban a regresar antes, alrededor del 28 de noviembre. Y después, cuando se supo de que había un desperfecto, iban a volver hoy (por el lunes)”, había hecho memoria la suegra del marino. En su página de Facebook García había publicado fotos a bordo de varias embarcaciones, y algunas con la camiseta del club de sus amores, San Martín, junto a sus hijos. Acosta, su esposa, había publicado una extensa carta: “los niños preguntan por vos. Les digo que ya vas a venir, con la fe intacta y la mano en el corazón le pido a Dios que pronto estés en casa. Te amo cielo mío, te amo con el alma. ¡Vuelvan pronto, chicos!, ¡Las familias los esperan!”.