Borges y Lovecrafta la pantalla grande
Un bibliotecario es enviado por el director de la Biblioteca Nacional a investigar una serie de sótanos donde tropieza con el Necronomicón, un misterioso libro que muchos quieren destruir y cuyo título el autor de Ficciones alguna vez catalogó en la biblioteca que dirigió.
Por Hernán Carbonel
PARA LA GACETA - SALTO
La leyenda dice que el Necronomicón fue escrito hacia el 730 d.C. por el poeta Abdul Al-Hazred, alias “el árabe loco”, bajo el título “El rumor de los insectos por la noche”. Tras atravesar traducciones, prohibiciones y macabros sucesos indecibles, apenas un puñado de copias se conservarían de su versión al latín: una de ellas, en Buenos Aires.
Esta invención, surgida de las entrañas de la afiebrada imaginación de Howard Phillip Lovecraft, uno de los padres de la literatura de terror, verá a fines de este año una adaptación libre para cine hecha en Argentina.
Con una ficha técnica que tiene a Marcelo Schapces como director, Diego Velázquez como protagonista y Victoria Maurette como coprotagonista, y un elenco que incluye, entre otros, a Daniel Fanego y Juan Sasturain, lleva guión de Ricardo Romero (novelista, uno de los editores del sello Negro Absoluto) y Luciano Saracino (guionista de tv, historietista, autor de literatura infantil).
El núcleo argumental se centra en un bibliotecario que, enviado por el director de la Biblioteca Nacional a investigar una serie de sótanos hallados por azar, tropieza, mezclado entre otros libros prohibidos, con ese ejemplar del Necronomicón.
“El contexto de la historia se da en un ambiente distópico”, detalla Saracino. “Algo ha pasado con la humanidad. Es una Buenos Aires apocalíptica, donde llueve constantemente, la tecnología ha colapsado y la gente no sonríe. Se ha devastado tanto el clima como los vínculos humanos: ese es el campo de cultivo para que crezcan los dioses”.
Los dioses: el despertar de los Antiguos, los Originales, que no provienen desde el espacio exterior sino desde el centro de la tierra. Una puerta abierta al fin del mundo. “Es la tensión entre las fuerzas del Bien y del Mal”, remarca Saracino. “Quienes quieren destruir el libro, quienes quieren custodiarlo. Amantes de los libros, por un lado, fuerzas ocultas que pretenden incendiar estos saberes, por el otro”.
Borges y lo audiovisual
La historia, analogía elemental mediante, tiene una estrecha relación con lo borgeano. Borges, devoto de Lovecraft –incluso le dedicó un cuento, There are more things-, cuando era director de la Biblioteca Nacional en la antigua sede de calle México, armó una ficha apócrifa del apócrifo Necronomicón.
“Hay un dato lindísimo, de color -no sabemos bien de qué color, pero sí es de color-”, revela Luciano Saracino: “en la película aparece, en estos pabellones que se van descubriendo, millares de ejemplares de un libro de Borges nunca salido a la luz. Se llama, justamente, El sonido de los insectos por la noche. Aparentemente es un libro que Borges nunca pudo poner en vitrina. Incluso imprimimos las portadas de este libro para que aparezcan en la película. Veremos cómo reaccionan los custodios de su obra”.
La gran pregunta fue, es, será hasta que el film llegue a las salas, cómo trasladar una literatura tan particular como la de Lovecraft –impregnada de impresiones, descripciones, la búsqueda del sobresalto- a lo audiovisual.
“Esa fue la gran pregunta. Para adaptar a Lovecraft hay que ir por los bordes, ver de qué manera le vas entrar. Porque si vas por el centro, no tenés cine, tenés literatura. Sí si vas por el costado y lográs encontrar un tono, que tenga cierto humor, que no se lo tome tan en serio sin llegar a ser parodia. Lo oculto, lo ominoso, lo que acecha. Hay tentáculos, hay sombras. Siempre, atrás nuestro, hay algo que nos está amenazando. En este caso, es el otro”.
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Hernán Carbonel - Periodista, escritor y bibliotecario.