Crimen de plaza Alberdi: “nunca pude lograr que dejara de disparar su arma”
Dramático testimonio de la ex mujer del policía federal que, en 2015, acribilló a un amigo que la llevaba en su auto en la plaza Alberdi. “Mi vida fue un infierno hasta que comencé a trabajar y pude denunciarlo”, señaló la víctima. Penurias.
“Marcos (Nazur) se había ofrecido a llevarme a la clase de zumba que tomaba en un local de San Martín y José Colombres. Estaba nerviosa. Él sabía el infierno que estaba viviendo. Quiso hablar conmigo y por eso decidió estacionar su Ford EcoSport en la plaza Alberdi, por Corrientes. Cuando estaba haciendo maniobras, nos chocó un Siena blanco. Cuando me agarré, me di cuenta de que era Marcelo (Acosta). Cuando observé que sacó el arma… (interrumpe su relato por el llanto y respira hondo) me bajé y fui a frenarlo. No podía (otra vez llora, pero sigue hablando) detenerlo; cuando lo tomé del brazo comenzó a disparar. No puedo decir cuántos disparos fueron, pero sí muchos. A los gritos, le decía que parara y lo empujaba, pero no dejaba de hacerlo. Después me empujó hacia la vereda y ahí me disparó tres veces. Lo único que quería saber es si Marcos estaba vivo. Nadie me lo quería decir porque yo no estaba bien. Después, a la madrugada, me contaron todo”, declaró Cecilia Figueroa, la sobreviviente de un homicidio ocurrido hace casi dos años.
El crimen de Nazur (cuya familia es representada legalmente por Álvaro Zelarayán) se produjo el 7 de agosto de 2015. En el banquillo de los acusados está sentado Acosta, perito de la Policía Federal. Está siendo enjuiciado por el homicidio agravado del comerciante y por haber intentado acabar con la vida de Figueroa, su ex mujer, quien tiene a Gustavo Carlino como representante.
El tribunal, integrado por Alfonso Zóttoli, María Elisa Molina y Gustavo Romagnoli, después de que se leyera el requerimiento a elevación a juicio realizado por la fiscala Adriana Giannoni, le dio la palabra a Acosta; pero después de dar a conocer sus datos personales, anunció que recién hablará una vez que terminaran de declarar todos los testigos.
Por pedido de Carlino, el acusado fue retirado de la sala. Recién cuando ocupó un lugar en una sala contigua, ingresó Figueroa. Al fiscal Carlos Sale le tocó la parte más difícil. Interrogar a la víctima. Buscó las mejores palabras para explicarle que le haría preguntas que podrían ponerla mal. “No se preocupe. Quiero terminar rápido con este infierno. Quiero tener una vida a la par de mis hijas para poder estar en paz”, le respondió.
Una pesadilla
De a poco, y en varios pasajes llorando desconsoladamente, la sobreviviente relató cómo era su vida. “Cuando conseguí trabajo recién me animé a denunciarlo por violencia de género. Antes pensaba en mis hijas, en mí. Si lo hacía, él se podía quedar sin trabajo y así nuestro hogar se quedaba sin sostén”, reconoció la mujer.
Figueroa dijo que conoció a Acosta cuando ambos tenían 15 años y que él siempre tuvo un perfil violento. Que primero empezó con amenazas y después llegaron los golpes. “Cuando nos separamos, que fue tres años antes de que ocurriera el ataque, se puso peor. Las agresiones que sufría eran terribles. En dos oportunidades tuve que pedir licencia para esconderme por los daños que había sufrido. En una oportunidad, fue tal la lesión que sufrí en un ojo, que una allegada me pidió que vaya al hospital donde trabajaba para que me atendieran. Pero no lo hice porque no quería que me vieran así”, destacó.
La víctima relató ante el tribunal que muchas veces lo demandó esperando que en su trabajo hicieran algo para frenarlo. “Un día me habló su jefa, que también trabajaba en la Federal, para decirme que le contara qué estaba sucediendo. Me explicó que esa era la única manera de poder quitarle el arma. Sin embargo, no me animé porque le tenía miedo y porque no confiaba en ellos. Mi familia quería que lo hiciera, pero no me animé a hacerlo”, reconoció.
El fiscal Sale también buscó la manera para hacerle el último interrogante. “Le debo preguntar esto porque, con seguridad, alguien lo hará en esta audiencia. ¿Qué tipo de relación tenía usted con la víctima?”, le preguntó generando un gran silencio en la sala. “Éramos compañeros de trabajo y, por la confianza que le tenía, un gran amigo. Sólo eso”, respondió.
La audiencia continuará hoy a la mañana. Los defensores del acusado serán los encargados de interrogar a Figueroa. Luego, si es que no surge algún tipo de inconveniente, seguirán una de sus hijas y Acosta.
Habría seguido con las amenazas desde la cárcel
Cecilia Figueroa, durante toda la audiencia, repitió en más de una oportunidad que quería poner punto final al infierno de vida que tenía. Contó además que fue amenazada y golpeada cuando era la esposa de Marcelo Acosta (foto), cuando se separó y hasta cuando el acusado del crimen permanecía alojado en el penal de Villa Uquiza.
También reconoció que sus hijas, que actualmente tienen 18 y 16 años, también fueron víctimas de sus malos tratos. “Muchas veces no puedo recordar las agresiones, pero ellas sí”, dijo.
Por pedido del fiscal Carlos Sale, en el debate se leyeron los mensajes que le habría mandado el acusado desde su celular a su ex mujer cuando estaba encerrado en la cárcel. Estas fueron las frases más fuertes que se pudieron escuchar:
- “Te aviso que debajo de la tierra no se sale, pero de aquí sí”…
- “Basura, no valés nada, lo único importante son mis hijas”…
- “Hay una justicia divina que te hará pagar todo lo que hiciste. Yo también estoy pagando mis culpas, pero ahora faltás vos”.
- “Vas a aprender a respetar a un hombre cada vez que te mires tus piernas”.
- “No te voy a hacer fácil las cosas. Todavía no viste nada. Lo único que sabés hacer es prostituirte”.