En el imaginario asociado a la tercera edad, muchas veces se pone el foco en aquellas cosas que ya no se es capaz de hacer, en las carencias, en lo que se deja de hacer, o en lo que falta. El propósito de esta columna es subrayar la mirada de la potencialidad de nuestros adultos mayores, y pensar al voluntariado como una gran área de oportunidad para este segmento de la población y la sociedad toda.
Cuando hablamos de trabajo voluntario nos referimos a quienes dedican su tiempo sin recibir remuneración a cambio, en pos de un bien para otro.
Hoy en la Argentina, según estudios realizados por Voices!, cerca de dos de cada 10 personas realizan tareas voluntarias, y el fenómeno crece en el interior del país. Si tomamos el segmento de adultos mayores (65 años y más) vemos que entre estos sólo un 8% declara realizar tareas voluntarias, y crece entre las mujeres. Como muestra el Barómetro de las personas mayores de la UCA y Fundación Navarro Viola, los adultos mayores que participan de actividades voluntarias ofrecen su tiempo para realizar un sinnúmero de actividades, y se destacan las tareas de acompañamiento a personas solas; ayuda en tareas escolares fuera del ámbito familiar; asesoramiento y transmisión de saberes; elaboración y reparación de artefactos para donar; lectura en voz alta para enfermos y no videntes y realización de costuras o tejidos para donar a diversas instituciones.
Es al considerar a los mayores que efectivamente realizan voluntariado y medir los niveles de satisfacción con la tarea realizada que se empieza a vislumbrar la dimensión de la oportunidad que existe en sumar voluntarios de esta edad. Vemos en las encuestas de Voices! que las personas de tercera edad superan con creces a los más jóvenes en la satisfacción con su labor voluntaria (89% vs. 56%), destacándose “el conocimiento y la toma de conciencia de los problemas de la gente”, como la principal causa de satisfacción.
Ese dato resulta aún más interesante cuando lo contrastamos con los resultados de la encuesta de la ODSA 2015 sobre los niveles de satisfacción de los mayores y su integración social. De ese estudio se desprende que siete de cada 10 personas mayores no se reúnen habitualmente para desarrollar actividades recreativas o lúdicas; que uno de cada tres carece de amigos íntimos y que sólo uno de cada 10 participa en clubes sociales o deportivos y/o centros de jubilados.
En lo que respecta al retorno específico derivado de la acción voluntaria de los mayores, observamos que, para las instituciones, los voluntarios de la Tercera Edad presentan mayores niveles de presentismo y de continuidad en las tareas que llevan adelante; ofrecen sus valiosos conocimientos y experiencia en distintas áreas; aportan su amplia perspectiva sobre los temas más diversos, que exceden el marco de la coyuntura, así como su compromiso a largo plazo, su apertura para aprender cosas nuevas y su alegría y entusiasmo con la tarea voluntaria. Además, los mayores representan un interesante porcentaje de la masa de voluntarios en las diversas ONG´s en las que participan. A su vez, la integración de los voluntarios mayores implica una serie de nuevos desafíos para las organizaciones que los acogen, como ser la implementación de las nuevas tecnologías de la comunicación; el generar una agenda de actividades equilibrada, ya que a veces se planean más cosas de las que se puede hacer, y la posibilidad de contar con profesionales que dispongan de las aptitudes y las habilidades específicas para gestionar voluntarios de la tercera edad.
En cuanto a los beneficios ‘personales’ del voluntariado para los mayores de edad, mantener el tiempo ocupado es mencionado como un diferencial clave entre los mayores encuestados, tiempo que, de manera abrupta, podría haberse vuelto ocioso luego de jubilarse. Esto les permite sentirse útiles en sociedad. A eso se suma el beneficio de la sociabilización y la inserción en un nuevo grupo, con las implicancias psicosociales que ello tiene, estimulando el intercambio en equipo y el establecimiento de vínculos.
Pero la mejor manera de dimensionar la experiencia del voluntariado en la tercera edad, probablemente, sea escuchando la voz de los protagonistas, algunos de los cuales se expresaron al respecto en la última jornada organizada por el Foro del Sector Social para celebrar el Día de los Voluntarios. Como por ejemplo, Mercedes, quien declara: “hago voluntariado desde que tengo 18 años; siempre sentí que recibía más de lo que daba pero ahora lo siento aún más. La edad te da una perspectiva que te permite valorar más cada cosa”. O el de Estela, quien afirma que empezó a ejercer la tarea voluntaria porque “quería devolver un poco de todo lo recibido”. O el de Víctor, abuelo que contagió a su nieta generando un espacio fortísimo de voluntariado compartido con ella. O el de Chichí, quien destaca el espíritu de igualdad dentro de los grupos: “doy lo mismo que las voluntarias jóvenes: amabilidad y capacidad de solucionar los problemas; no hay diferencia alguna”. O la de Ethel quien, tras 43 años de voluntariado, resumió en pocas palabras el enorme beneficio que la tarea voluntaria puede reportarle a alguien de la tercera edad: “Cuando paso la puerta del hospital, inmediatamente tengo 35 años; apenas me voy, vuelvo a tener 85’’.
Nuestros estudios revelan que la solidaridad y el voluntariado implican un remedio a la queja, menos “yo” y más “nosotros”; ayudan a entender las diferencias, mejoran la autoestima y brindan sensación de reconocimiento. La solidaridad es esencial para el funcionamiento de un país porque da a los ciudadanos una participación directa dentro de la sociedad, pero también devuelve a quienes lo eligen un horizonte de satisfacción y una redefinición de la vida personal. Sin dudas es un fenómeno que merece promoción y políticas públicas que acompañen.
La promoción del voluntariado en la tercera edad representa una oportunidad en el camino de construir una Argentina para todas las edades. Esto es, la posibilidad de saldar la deuda que la sociedad tiene con sus mayores, ya no visualizando ese déficit exclusivamente desde el ángulo “caritativo” para con la tercera edad, sino mejor, revalorizando la capacidad creativa de realización que tienen nuestros adultos mayores en la praxis concreta a lo largo de la vida.