“La situación está complicada. Y hay una sola razón: los transas que se han apoderado del barrio”, contó Raúl Luna, ex policía y habitante de Villa 9 de Julio, quien está al frente de un grupo de vecinos que decidió decir basta. “No tengo miedo, pienso en el futuro de mis hijos y, con estos sinvergüenzas no lo hay”, comentó en una charla con LA GACETA.
Los vecinos tienen decenas de historias para contar. Pero hay una que parece superar todos los límites: Luna cuenta que su hijo, cuando estaba construyendo su casa, sufrió el robo de material y de herramientas. Averiguó quién había sido y llamó al servicio 911. Cuando llegaron los policías, fueron a buscar al sospechoso. Hablaron con el padre y les permitió que ingresaran al domicilio. “Cuando entramos, estaba oculto debajo de la cama, temblando del miedo. Él nos contó que había cambiado el botín por droga”, reconoció el ex sargento de la fuerza.
“Nos marcó -continuó- el lugar donde entregó las cosas a cambio de la porquería. Allí fuimos con los uniformados. Toqué la puerta, salió el transa, y le dije que estábamos haciendo ahí. Entró a su casa y me devolvió todo. Esas son cosas que pasan todos los días aquí”, aseguró Luna.
Hasta el momento se han sumado a este grupo de vecinos los habitantes de los barrios San Roque, Ciudadela Norte, 80 Viviendas, San Nicolás y San Luis. “Ya nos reunimos con la policía, que nos prometieron mayor presencia y más investigaciones. Pero se olvidan que pertenecí a la fuerza y aquí lo que hace falta es que acaben con los que venden drogas. Hasta que salga una orden de allanamiento pueden pasar mucho tiempo, es preferible que ponga un patrullero en cada quiosco y así no quedará uno”, señaló.
Todos los barrios tienen características en común. La mayoría son asentamientos con casas muy humildes que no tienen servicios esenciales. El pavimento, por ejemplo, es una quimera para los vecinos. Muchas de las casas son humildes y se levantaron cuando el puntero de la zona consiguió la autorización para que se instalaran allí. La presencia del Estado también se nota con los módulos habitacionales que hay en varios de esos terrenos. “Acá la tenemos clara. Acá no hay mucha delincuencia, hay muchos chicos enfermos que hacen lo que sea para poder seguir drogándose. Son hijos de personas trabajadoras que vienen sufriendo por este problema hace mucho tiempo”, dijo Luna.
No es fácil pasar desapercibido por esos barrios. En las esquinas están instalados los “soldaditos”, jóvenes contratados por los transas para vigilar que nada malo les pase. Eso “malo” se traduce como la presencia policial que frene el negocio o una banda rival que intente copar el escenario. “Son muy peligrosos porque tienen armas que ni la Policía tiene y lo digo con conocimiento. Además, ya no hay un punto de venta en una manzana, sino varios, lo que hace más difícil controlarlos”, dijo.
María Laura, una vecina que prefiere mantener su apellido en el anonimato, juró que la crisis social está empeorando el problema. “Los transas lo saben y cuando se enteran que una persona se quedó sin trabajo y no tiene para comer, lo van a hablar. Les ofrecen dinero para que vendan o para que le guarden la droga. Ellos están más pendientes que el Estado”, indicó en la charla con LA GACETA.
Luna reconoció que mantuvieron reuniones con los jefes policiales y que avanzan en encontrar una solución al problema. “No vamos a parar, vamos a seguir. Ya hicimos planteos en la Legislatura y en la Justicia, pero hasta el momento no nos escucharon. Queremos unirnos con la gente que trabaja con los barrios de la periferia y las madres del ‘Pañuelo Negro’ para exigir a quien corresponda que se haga cargo de este problema”, dice Luna.
El ex policía aseguró que este no es un problema menor, sino que se irá agravando con el correr del tiempo. “En menos de un mes, comerciantes de Villa 9 de Julio defendieron sus bienes atacando a las personas que supuestamente habían querido asaltarlos. Eso no es normal, no está bien. Pero es la mejor prueba de que los vecinos están cansados de vivir así”, concluyó.