En noviembre, Juan Marcelo Gallardo había dejado su trabajo en un frigorífico en Ramallo, Buenos Aires, para volver a su provincia y pasar tiempo con su madre, que estaba enferma. Cuando la mujer falleció, con su esposa y sus tres hijos adolescentes decidieron seguir viviendo en la casa que la familia tiene en una esquina del barrio Cáritas de Alderetes. Hasta allí se dirigía el sábado a la noche cuando dio un volantazo para evitar un robo y como respuesta recibió un balazo que le quitó la vida.
Según barajan los investigadores a partir del relato de testigos, Gallardo conducía su Ford Eco Sport por la avenida Alfredo Guzmán. Pocos metros después de pasar el Monumento a la Cruz Papal, vio que dos “motochorros” habían asaltado a un hombre y que intentaban escapar. Para evitarlo, los encerró con la camioneta y uno de los asaltantes quedó atrapado debajo del vehículo. El otro, que quedó en pie, sacó la misma pistola que había utilizado para amenazar a la víctima del robo y disparó. Luego, sin que nadie pudiera evitarlo, se esfumó corriendo.
Gallardo murió a no menos de 20 cuadras de su casa pero en la zona todos lo conocían. La escena ocurrió a unos 50 metros de la casa de su concuñado, Edgardo. Alguien salió corriendo a avisarle. “Cuando llegamos, ya estaba sin vida. Uno de los delincuentes seguía atrapado debajo de la camioneta y la gente lo quería linchar. Ahí fue que me contaron que quiso ayudar a una persona que estaba siendo asaltada”, comentó el familiar, mientras esperaba que en la Morgue Judicial les entregaran los restos. “Era muy servicial, muy atento a las otras personas. Estimo que por eso actuó así. Es increíble. Salió de su casa y una hora después estaba muerto”, agregó.
Lo cierto es que el episodio desató la bronca de los vecinos, que de inmediato quemaron la moto en la que se movía el asesino y su cómplice. Los restos de esta fogata todavía podían verse ayer en el asfalto. También presionaron para romper el vallado de la Policía y ajusticiar al ladrón que había quedado aprisionado. Para evitarlo, hizo falta que se movilizaran hasta el lugar patrullas del 911 y efectivos de Infantería y Grupo CERO.
“La gente estaba indignada y el que estaba atrapado en la camioneta se hacía el desmayado. Estaba todo muy feo. No es que lo diga porque falleció, pero era una muy buena persona”, lamentó Susana Arano, una vecina.
El ladrón atrapado fue llevado hasta el hospital Padilla, donde estuvo bajo el cuidado de los médicos hasta el mediodía. Al recibir el alta, fue presentado en Tribunales. Según se supo, dio una versión similar a la que los investigadores manejaban y luego quedó tras las rejas. Desde la fiscalía de María del Carmen Reuter se le pidió la detención. En cuanto a su cómplice, está siendo buscado por un equipo de la división Homicidios, bajo el mando de los comisarios Hugo Cabezas y Sergio Juárez.
Una familia destrozada
La esposa de Gallardo, Karina Lobo, relató que estos meses habían sido violentos para su marido: “en Ramallo nunca nos había pasado nada. Aquí se puso a trabajar como remisero y en estos pocos meses ya lo habían asaltado dos veces”.
También explicó que la pareja tiene tres hijos adolescentes, de 17, 14 y 12 años. Ellos se habían quedado en Alderetes al cuidado de una tía y todavía estaban en shock. “Todavía no lo podemos creer; no caemos. Sólo pedimos que se haga justicia por él”, afirmó. Cuando le entregaron a su esposo, lo llevaron de nuevo a Alderetes, para velarlo en la casa familiar.
En el barrio se decía que se escucharon cuatro tiros y la familia tenía entendido que le habían pegado tres. Sin embargo, la autopsia confirmó que había recibido un sólo impacto, en la zona del tórax. Este lastimó órganos vitales y le quitó la vida al instante.