Rodolfo Walsh, a 40 años de su muerte

Rodolfo Walsh, a 40 años de su muerte

El 25 de marzo de 1977, un día después de hacer pública su Carta abierta a la Junta militar, fue emboscado y secuestrado por un grupo de tareas. Dejó algunos de los textos más influyentes de la literatura y el periodismo argentinos. Inventó un nuevo género, patentado años más tarde por Truman Capote. Los cruces entre ficción, no ficción y política en sus escritos generan abordajes muy distintos. Aquí repasamos el derrotero del autor y de su obra, con la opinión de algunos de los mayores especialistas

Rodolfo Walsh, a 40 años de su muerte
19 Marzo 2017

Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires

“Hay un fusilado que vive”, se lee, como un certero latigazo de pura literatura, en el inicio del prólogo de Operación masacre, uno de los libros más emblemáticos del periodismo argentino publicado hace 60 años. Lo que se conoce ahora como no ficción en estado puro. Su autor, Rodolfo Walsh, de quien este 25 de marzo se cumplen 40 años de su secuestro y desaparición en manos de la dictadura militar, es el paradigma del periodismo de investigación en Argentina. Fue también un brillante escritor. Aunque su obra literaria tal vez haya sido eclipsada por la periodística, hay que destacar que no fue menor. El fallecido Ricardo Piglia se encargó de colocarla en el lugar que se merece. Su trabajo Las tres vanguardias - Saer, Puig, Walsh (Eterna cadencia), da cuenta de eso.

No se conocerá a Walsh ni al periodismo argentino sin leer Operación masacre, Caso Satanowsky o ¿Quién mató a Rosendo? Todos de Ediciones de la flor. Tampoco se puede evitar El violento oficio de escribir, de la misma editorial y publicado en 1995 gracias a un gran trabajo de recopilación y edición de Daniel Link y de allegados a Walsh. Reúne su obra periodística: 1953 a 1977. Contiene artículos brillantes. Su prodigiosa visión desde las tierras yerbateras en La Argentina ya no toma mate o su descripción de las calles del barrio porteño de Mataderos en El matadero son un ejemplo. También su serie de notas de denuncia La secta de la picana. El violento oficio de escribir cierra con su Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta militar, en la que denunciaba, a un año del golpe de Estado, las atrocidades del gobierno de facto. El 24 de marzo del 77 la repartió a periodistas nacionales y corresponsales extranjeros. Un día después lo delataron y fue emboscado en la zona de San Juan y Entre Ríos, en el centro de Buenos Aires (San Cristóbal), por un grupo de tareas comandado por Alfredo Astiz y Jorge “Tigre” Acosta. Testimonios señalan que fue herido de muerte y secuestrado. Nunca más se supo de Walsh.

Su denuncia emblemática

“La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi 30 años. El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”, comienza aquel texto. “Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra que desnuda ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierten a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límites y el fusilamiento sin juicio”, agrega.

Daniel Link recuerda en El violento oficio de escribir que eligió ese título porque Walsh había escrito: “En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía”. En el prólogo de esas mismas páginas, Rogelio García Lupo lo refería así: “Walsh no podía escribir de otra manera que como lo hizo siempre, extraordinariamente bien, pero no redactó sus artículos de prensa pensando que estaba labrando una obra literaria. Escribía rápido, sobre todo en la época de la agencia Prensa Latina, cuando las teletipos de La Habana engullían centenares de páginas cada hora. Corregía poco porque sabía que las entrelíneas y los remiendos molestaban a los operadores de las máquinas. Y a causa de estas urgencias y de su obsesión por la exactitud, cuando Walsh escribía, aunque fuera una página, su poder de concentración desconcertaba”. García Lupo recordaba además que para Walsh “las dos cualidades esenciales del periodista son exactitud y rapidez” y que ese “orden correlativo no excluye que ambas se ejerciten al unísono”.

“En 1965, Truman Capote se atribuía con bombos y platillos la creación de la novela de no ficción con A sangre fría. Las escuelas de periodismo y los críticos literarios de Estados Unidos y Europa dieron y siguen dando por buena su bravata. Pero desde finales de los 80, un pequeño pero muy activo grupo de escritores y periodistas argentinos se abocan la tarea de presentar Operación masacre como el verdadero nacimiento del género”, escribe el cronista argentino Roberto Herrscher en su Periodismo narrativo (Marea editorial) cuando refiere la influencia de Walsh. En estas páginas, Herrscher también cita que Eduardo Galeano dijo de Walsh que fue un “historiador de su tiempo” y “el mejor narrador argentino de su generación”. “Walsh es uno de esos escritores que le devuelven a uno la fe en el oficio”, dijo además el uruguayo, según cita Herrscher. Las casi 14 páginas que le dedica a Walsh en su Periodismo narrativo son muy recomendables, al igual que el libro en su totalidad.

Un contador de historias

“La primera vez que vi un libro de Walsh, paradójicamente, era un libro que yo estaba editando. Corría el año 1983, en Ediciones de la Flor, cuando Daniel Divinsky se aprestaba a reeditar toda la obra de Walsh, que estuvo prohibida durante la dictadura. Antes, sólo referencias vagas a Walsh y su Carta abierta me habían llegado. Pero sólo en 1983, como tantos otros jóvenes, pude leerlo. Y la casualidad quería que fuera ése mi primer trabajo de envergadura en el mundo editorial: supervisar la reedición de Operación masacre. Y luego los magistrales cuentos de Walsh, que conocí primero por la edición mexicana de su Obra literaria y luego por las reediciones que Ediciones de la Flor fue realizando. Por supuesto, en 1984 ya estaba enseñando los cuentos de Walsh en la Facultad de Filosofía y Letras. Mi segunda publicación importante fue un artículo sobre Walsh que me pidió Eduardo Rinesi en 1988 para Graffitti, la revista que dirigía en Rosario. De modo que me resultó lógico que hacia mediados de los 90, cuando ya había decidido abandonar un proyecto de doctorado organizado alrededor de la obra de Walsh, se me ofreciera la posibilidad de editar la obra periodística, y luego el Diario de Walsh. Un Diario de escritor. ¿Puede haber manjar más suculento? Pensaba en Kafka, pensaba en Thomas Mann, pensaba en Peter Handke, pensaba inclusive en Katherine Mansfield. Los demás especialistas en Rodolfo Walsh también habían notado la necesidad de establecer, palabra por palabra, una obra saqueada, mutilada y yo tenía ahora, ahí delante, los manuscritos del Diario de Walsh. ‘Es como el diario de un adicto, y esa adicción es la literatura’, dijo Ricardo Piglia cuando leyó la versión original”, recuerda a LA GACETA Daniel Link, quien al cierre de esta charla realizaba su Clase magistral Rodolfo Walsh: inteligencia de izquierda, en el marco del Ciclo de letras 2017, en el Centro Cultural San Martín. El encuentro fue uno de los tantos homenajes que se realizan este año en honor a Walsh. Entre otros, se destaca la Muestra Rodolfo Walsh en la Biblioteca Nacional, a partir del 28 de marzo.

Para Ricardo Piglia, prologuista, editor y entrevistador de la muy buena edición de los Cuentos completos de Rodolfo Walsh de Ediciones de la flor (2013), el autor de Operación masacre “era un escritor demasiado consciente de la particularidad de la ficción como para intentar definir su eficacia de un modo directo y explícito, pero, a la vez, su conciencia de las exigencias sociales y la urgencia de la intervención política lo hicieron poner en cuestión rápidamente la autonomía del mundo literario y la figura del hombre de letras”.
Lo escribe en el ya mencionado Las tres vanguardias. Y agrega: “Operación masacre -para nombrar su libro más emblemático- se ha convertido con el tiempo en una respuesta al viejo debate sobre el compromiso del escritor y la eficacia de la literatura”.

“Walsh encuentra un modo de contar una experiencia extrema y transmitir un acontecimiento imposible”, opina Piglia.

Variaciones en rojo (1953), Cuentos para tahúres (1962), Los oficios terrestres (1965) y Un kilo de oro (1967) componen su obra literaria. Fotos, Cartas y Esa mujer son tal vez sus relatos más conocidos. Pero si hay que elegir uno en particular, no se pierdan Irlandeses detrás de un gato. Es una historia tremenda. Allí Walsh resume el origen del protagonista de manera genial: “(...) su padre, al que nunca amó ni siquiera conoció bien, un hombre perdido para siempre en las arenas movedizas del agrio recuerdo y la invectiva, su memoria pisoteada por los hombres que siguieron, un fantasma apenado que tal vez espiaba a través de los agujeros de la ácida memoria a la mujer que fue su esposa y después, sin explicación, se volvió la puta del pueblo, pero una puta piadosa, una verdadera puta católica que llevaba al cuello una cadena de oro con la medalla de la Virgen María”. Y el protagonista, ante la barra de chicos que le quieren pelear, los descolocará con un lapidario “mi madre es una puta”; declaración similar, en algún punto, a la de “hay un fusilado que vive” en Operación masacre. Frases contundentes, disparadas en el momento y lugar menos esperado.

Influencia

Acerca de sus influencias literarias y periodísticas, Link sostiene que “la crítica encuentra dificultades para hablar de la obra de Walsh. En un primer movimiento, Walsh es un escritor que todavía no ha escrito su novela, una novela que todos le reclaman a lo largo de la primera mitad de la década del 70. Hay dos entrevistas particularmente obvias en ese sentido: La novela geológica y Lobo estás. Después, ya muerto, el segundo movimiento: la recuperación de la obra de Walsh. ¿Pero bajo qué forma esa obra es recuperada? Están quienes recuperan los cuentos policiales: serían la manifestación más perfecta del género en Argentina. Están quienes recuperan las grandes investigaciones, como ejemplo perfecto del ‘periodismo comprometido’. Luego están, todavía, quienes recuperan ‘la literatura de Walsh’, sus cuentos, también el ‘momento más alto’ del relato breve en Argentina. Pero la obra, ¿cómo y bajo qué máscaras habría de ser recuperada? Evidentemente hay allí una dificultad. Walsh escribe ficción y no ficción, y esta oscilación es previa a la aparición de una nueva categoría, el non-fiction. ¿Es la obra de Walsh, en definitiva, la obra de un periodista, de un militante político, de un escritor? ¿Y cómo se articulan la política, el periodismo y la literatura en esa obra?”.

“Walsh entiende esas contradicciones y las hace pasar por su propio cuerpo. Es más: tal vez sea esa misma tensión, además de un hambre de justicia, la que lo lleve a la militancia política. ‘Yo ya no escribo más’, exclama con mayúsculas en su Diario. Por fortuna siguió haciéndolo. Su Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta militar es uno de los más grandes monumentos de la literatura política argentina y, me atrevería a decir, del mundo contemporáneo”, agrega Link antes de destacar de su obra “Un oscuro día de justicia y la serie de cuentos de los irlandeses. Fotos es muy bueno, también, y Operación masacre es, tal vez, tan memorable que aplasta todo lo demás”.

A 40 años de la desaparición de Walsh, sus textos siguen tan vigentes y únicos que es imposible no volver a ellos u olvidarlos. Sirven, servirán siempre, como ejemplo del mejor periodismo. Y de la mejor literatura.

© LA GACETA

Alejandro Duchini - Periodista.

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