Spinetta: la vida de un ídolo escrita en los libros
A cinco años de su muerte, una serie de trabajos lo refieren desde distintas miradas y permiten saber más de su obra y de su vida. Su concepción de la felicidad, su paso por Tucumán, su libro, su despedida de la “muchacha ojos de papel” y el adiós en el escenario.
Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires
“(...) Me considero un tipo que escribe y que puede crear poesía. Me siento poético, no ‘un poeta’”, le dijo Luis Alberto Spinetta al periodista y escritor Eduardo Berti a fines de los 80. Entonces mantuvieron varios encuentros que se plasmaron en un libro emblemático para conocer a Spinetta, de cuya muerte se cumpieron cinco años este 8 de febrero. Spinetta, crónica e iluminaciones (Planeta) lleva la firma de ambos. El músico dice en esas páginas que “el crear supone angustia, ya que estamos poniendo algo muy profundo de nosotros en lo creado, lo que provoca la sensación de pérdida. Pero esto promueve movimiento y en él, algo fluye en el lenguaje, se generan lazos entre lo disociado. Cuando alguien se lanza a crear es porque quiere invadir el silencio concibiendo y desprendiéndose de lo concebido. Lo que genera angustia es cuando no hay quien reciba lo que logramos con nuestro trabajo. Nadie hace algo para no ser escuchado”.
También le cuenta a Berti sobre los escritores que le influyeron. Castaneda, Artaud, Rimbaud. Y Foucault: “Yo creo que esos tipos (como Foucault) nos enseñan cómo tener un grado de rebeldía inteligente. Por eso son bíblicos, aunque no necesariamente tengo que aceptar lo que proponen”. También habla de Borges: “No he leído mucho de Borges. No leí prosa de Borges. Es algo que me debo”.
“La noticia de su muerte fue un mazazo. No hay palabra más exacta para lo que sentí y para lo que (me consta) sintió toda una legión”, escribe Berti en el prólogo a la nueva edición, actualizada a 2014. Es un libro imperdible para quienes quieran acercarse a la figura del Flaco. Tiene una enorme y clara explicación de la legendaria Muchacha (ojos de papel), algunos poemas inéditos. También cuenta sobre la canción que le dedicó al Che Guevara al saber de su muerte. Hay un recuerdo de su paso por Tucumán, en 1977. Lo hace su compañero de Invisible, Machi Rufino: “Allí se dio una cosa muy curiosa. Fue la primera vez y probablemente la última (se ríe) que Luis tocó en vivo los temas que interpretábamos informalmente en los ensayos. Hicimos composiciones de Herbie Hancock y cosas por el estilo; eso motivó críticas despiadadas porque mucha gente no se bancó que él apareciera haciendo jazz”.
El trabajo se cierra con una discografía completísima. Se trata de un libro tan íntimo como Martropía - Conversaciones con Spinetta (Aguilar), del periodista (y admirador) Juan Carlos Diez. “Hay días en que tengo el escepticismo de ver quién soy realmente”, le dijo el músico en una de sus tantas charlas. Entrevistas puras en las que el protagonismo siempre queda para Spinetta. Imperdible. “Cuando veo a un milico me da vergüenza. No entiendo cómo una persona se puede haber dedicado a una quehacer tan vil, cómo alguien pretende imponer sus ideas a través de esos métodos. Tampoco entiendo a los sacerdotes, pero me dan menos asco. El sacerdote luce erótico al lado de un militar. Aunque ambos se ponen el disfraz sabiendo que pueden dictaminar sobre los otros seres y que para eso están, para corregir las desviaciones y para castigar a los que se salgan, lo cual es el atributo de los imbéciles. Entonces, cuando me veo a mí mismo veo desfasajes, pero ninguno llega a tener la arbitrariedad de estas figuras. Tampoco voy a decir que lo que veo es un Adonis. Veo un flaco que tiene que bajar la panza de tanta cerveza que toma y que a veces es medio tarado. Todas cosas normales”, le dice.
De su forma de componer dice: “Durante mis veinticinco años de casado, me he visto obligado a componer y seguir mi inspiración en el medio de la batahola de la familia. Nunca me fui una temporada a Bariloche a componer en el silencio. Cuando saco una melodía me pongo a trabajar, esté donde esté, porque es el mejor motor que hay”.
A Diez también le habla de uno de sus temas recurrentes: el paso del tiempo. “El pasado no te tiene que matar. No te puede matar. Te matás si no tenés ideas para vivir”. Después: “A la vez me agarra una especie de antinostalgia. Yo estoy entregado al futuro, tanto que casi no vivo el presente”. Declaración que lleva a su canción Cantata de puentes amarillos: “Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor”.
Incomparable
Otro libro es Una vida hermosa (Atlántida), en el que Miguel Grinberg, uno de los pioneros en el periodismo dedicado al rock en nuestro país, cuenta a Spinetta con un tono nostálgico y poético. El título viene de una frase del propio Luis: “Crear cosas hermosas depende de una vida hermosa”. El autor compartió años con él. En estas 160 páginas se hallarán datos poco comunes. Como que el primer disco que compró Spinetta fue For Sale (1964), de los Beatles, a sus 14 años. “Luis era una especie de esponja que lo absorbía todo, tanto sonoro como legible”, lo define. Escribe sobre las influencias de la filosofía oriental: “Y entonces citó a Buda: ‘Uno sólo es infeliz por comparación’. Sólo queda, entonces, volverse inequívocamente incomparable”. Grinberg se refiere a su último encuentro con el músico: “Él estaba con un libro en la mano, que contenía haikus del japonés Matsuo Basho”. Y lo define así: “Era budista sin pretender serlo: pues cantaba nítidamente el sufrimiento humano y al mismo tiempo que sabía que todos estamos marcados por la transitoriedad, aplicaba a sus actos un particular ‘desapego’”. Sobre las últimas páginas cuenta: “Poco antes de fallecer, Luis telefoneó a Cecilia (su muchacha ojos de papel, que vive en Estados Unidos), y se despidió textualmente: ‘Estoy preparado para esto, vengo preparándome toda la vida para este momento, y yo ya dije todo lo que tenía que decir”.
Un vuelo al infinito (Corregidor) es otro de los libros spinetteanos. Fue escrito por su amigo Jorge Battilana (periodista que vive en Mar del Plata) y Eliana Pirillo. Está lleno de anécdotas. No sólo de los autores sino de amigos y colegas. “Luis fue para mí el Beatle que le faltaba a The Beatles”, lo recuerda David Lebón. Es un gran hallazgo, con una mirada marplatense: a la vida de Spinetta le suma muchos recuerdos de su paso por esa ciudad. En sus páginas aparece un Flaco muy de debajo de los escenarios: el jugador de ping pong, el apasionado por los autos y el fútbol, el jugador del metegol y en alguna ocasión corredor de karting, en una pista de la Ruta 2. A mitad del trabajo, Battilana dice: “Luis nunca estuvo del todo conforme con ningún disco”.
Sin “bises”
Pipo Lernoud, un referente del rock nacional, habla del inolvidable recital del 4 de diciembre de 2009 en cancha de Vélez. Cinco horas de desfile de músicos sobre el escenario. “Luis reunió alrededor de su obra algo que parece el seleccionado inolvidable del rock nacional, en el que cada uno es un crack por propio derecho. Pero, además, atención: el director técnico hizo un trabajo increíblemente bastante complejo, armó un laborioso rompecabezas de egos unidos por la emoción y las buenas canciones”. Se rememora además su último concierto en Mar del Plata, el 19 de enero de 2011 en el Teatro Auditorium: “Sus palabras quisieron anticiparnos un adiós de los escenarios; sólo de allí. Apeló a la edad, a cierta molestia en su hombro izquierdo, y nos pidió aceptáramos un cierre sin ‘bises’ en plural: hizo uno”.
“Invítame a complacerte y desearte” o “toma tus terráqueas y ásperas sogas y despréndete humildemente de tu trono” son algunos de los versos del único libro de su autoría: Guitarra negra (La Marca Editora). Es de 1978 pero está actualizado. Poco más de cien páginas de poesía pura. Imperdible para fanáticos y una invitación para quienes, a cinco años de su muerte, quieran conocer más del legado de un poeta del rock argentino que jamás será reemplazado.