La caminata con llamas es un atractivo extra de San Pedro

La caminata con llamas es un atractivo extra de San Pedro

Un novedoso proyecto ecoturístico, a cargo de un hombre que vino a Tucumán por amor.

ECOTURISMO. Juan Galán y Quito, las llamas que acompañan a los caminantes, se preparan para salir al mando de Juan Maldonado. la gaceta / fotos de claudia nicolini ECOTURISMO. Juan Galán y Quito, las llamas que acompañan a los caminantes, se preparan para salir al mando de Juan Maldonado. la gaceta / fotos de claudia nicolini
11 Enero 2017
Uno de los principales atractivos de San Pedro de Colalao es la magnificencia de la naturaleza. La villa está abrazada por dos ríos (el Tacanas y el Tipas), y a pocos kilómetros están las aguas cristalinas del Chulca. Los cerros cercanos esconden rincones increíbles y lugares ya famosos, como el Monte Bello (un mirador natural), el alto de las Totoras, el Puente del Indio...

Desde hace poco más de cuatro años Juan Maldonado ofrece la posibilidad de conocer estos y otros lugares con una compañía muy especial: Quito y Juan Galán, dos de sus llamas domesticadas. (Podés averiguar en la Dirección de Turismo local -Las Heras y 9 de Julio- cómo encontrarlos)

En el principio fue Jujuy

Juan nació en La Plata en 1973, y todavía se le nota cuando habla. Desde los 5 años vivió con su mamá, que es jujeña, en Tilcara. Creció y se fue, pero la crisis de 2002 lo trajo de vuelta al norte. Y fue entonces cuando empezó a trabajar como guía de aventuras de trekking con llamas. “Desde hace 16 años las llamas y yo trabajamos con adultos y con niños. Una de las sorpresas que se lleva la gente es cuán dóciles son. Toleran muy bien la presencia humana; disfrutan de las caricias, siempre y cuando no intenten tocarles la cabeza; eso no les gusta, porque es allí donde las atacan los pumas”, cuenta.

“Cuando trabajaba desde Tilcara hacía un montón de recorridos; el más famoso es el que une la Quebrada de Humahuaca con el Parque Nacional Calilegua, en la yunga jujeña -recuerda Juan-; y en uno de esos paseos, en 2010, conocí a Sofía (Nadal). Me enamoré, me casé y me vine a Tucumán. Cuando descubrí San Pedro vi una gran oportunidad”.

La familia de camélidos

“Las llamas son camélidos; concretamente, guanacos domesticados. Se los asocia con desiertos de altura, como la puna, pero en la Patagonia, por ejemplo, se los encuentra muy cerca del mar. En Tucumán las hay en Tafí del Valle... Entonces me dije ‘¿por qué no en San Pedro’?”, relata. Y allí está.

Su meta es estimular el saber sobre este animal nativo y promover su cría como recurso económico ambientalmente amable. De hecho, emprendimientos de ecoturismo como el suyo no son la única alternativa: la lana de llama es maravillosamente suave y, aunque en Tucumán aún no hay cómo controlar la trazabilidad de la carne, en Jujuy forma parte de los menús en los mejores restoranes.

El objetivo de Juan es lograr formar una recua... y se va cumpliendo: además de las dos llamas con las que hace las excursiones (dos machos castrados) tiene una hembra y hace poco nació un macho más. “Son animales territoriales, así que no conviene tener más de un padrillo. Por otro lado, la castración es complementaria de la domesticación”, explica.

Vamos de paseo

El proyecto de ecoturismo “Caminata con llamas” ofrece tres alternativas, con diferentes grados de dificultad. “Hay que aclarar que la llama no se monta, sino que lleva la carga, y los ‘paseantes’ las conducen”, remarca Juan.

El circuito más breve es, también, el más suave. “Es perfecto para ir con niños o personas mayores. Cualquiera puede hacerlo. Es una caminata de un par de horas, cerca de los ríos”, destaca.

La alternativa de dificultad media insume unas cuatro horas. “Salimos temprano a la mañana; por el calor y porque las lluvias suelen llegar a la tarde. Hacemos el camino a Chulca, visitamos el alto de las Totoras... Las llamas se encargan de llevar las vituallas (pan casero, quesos artesanales, frutos secos, agua) con las que hacemos el picnic.

“La tercera ruta es de más largo aliento. Está pensada para deportistas o amantes del trekking y dura unas seis horas”, informa Juan, que nunca dejó de acariciar el cuello blanco de Quito.

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