El dilema de los erizos
El gran pensador alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) no sólo analizó hasta la exasperación los alcances de la “voluntad de vivir”, si no que también exploró las posibilidades filosóficas de la parábola. Una de sus más conocidas -y también, más debatidas-, es la llamada “El dilema del erizo”, escrita en 1851 en su obra “Parerga y Paralipómena: escritos filosóficos menores”. Curiosamente, esta parábola no sólo tiene un profundo mensaje existencial, sino que -salvando las distancias- puede ser aplicada a otras ciencias, como la política y, aún mejor, la economía. Veamos de qué se trata este singular relato. “En un día muy frío -narra Schopenhauer-, dos erizos se encuentran y sienten simultáneamente la necesidad de calor. Para satisfacer esa necesidad buscan la cercanía corporal del otro, pero cuánto más se acercan más dolor les causan las púas del cuerpo ajeno. No obstante, al alejarse aumenta la sensación de frío, por lo que ambos erizos deben ir acomodándose hasta alcanzar una distancia óptima.

La idea central de este insólito texto es muy simple: cuanto más cercana es la relación entre dos seres, mayor es la posibilidad de hacerse daño mutuamente. En cambio, cuanto más distante se encuentran, existe menos posibilidades de que esa desgracia suceda; aunque, como en el caso de los dos erizos, eso termine matándolos de frío, es decir, sufriendo las inclemencias de la sociedad en la que vivimos. El dilema podría dividirse entonces entre aquellos que son capaces de morir de amor (por exceso de cercanía), o bajo las crudezas sociales, es decir, en la más absoluta soledad.

Traducido en términos económicos, podríamos decir que todo extremo es igualmente perjudicial: un ajuste global (como proponen muchos expertos) puede provocar tanto daño como una falta de contención del gasto público a la hora de bajar la inflación para lograr un punto en el crecimiento económico. Ambas opciones son las que el Gobierno se propone llevar adelante de la mano del nuevo ministro Nicolás Dujovne.

Pero existe una tercera lectura que se superpone a las anteriores, y que acaso sea la que Schopenhauer imaginó inicialmente. Podemos aventurar que estos erizos del filósofo alemán no son espíritus utópicos. No buscan morir ensartados, ni tampoco de frío. Tal vez eligen acomodarse lo mejor posible a las circunstancias. En otras palabras, ninguno de los dos soporta la lejanía extrema, pero tampoco una aproximación absoluta, lo cual parece lógico en una sociedad como la nuestra. Así las cosas, los vínculos humanos -parece sugerirnos Schopenhauer-, se tejen con una fibra mucho menos noble de lo que nos gustaría imaginar. Tal vez para el filósofo alemán, aquellos erizos no buscan realmente ni el frío ni el calor, tampoco la salvación o el abandono, la proximidad letal o la distancia irreversible, sino lo más burocrático y miserable que podemos imaginar: buscan lo más soportable. Y lo mismo puede decirse de los sujetos de la economía, es decir, los ciudadanos. Lo que se espera es que la mera existencia diaria sea lo más soportable posible. Ni tanto, como en el capitalismo feroz; ni tan poco, como en el absurdo populismo kirchnerista. Simplemente un punto de equilibrio; “el justo medio” del que hablaba Aristóteles. Y, en el caso de la economía Argentina ¿qué significa ese justo medio? Según los analistas, simplemente implica llegar a un equilibrio entre ajuste y gasto. El gobierno ya ha anunciado que este año se tocarán las tarifas. Si bien no será en el volumen del 2016, los montos se estiman importantes. El dilema oficial pasa ahora por aplicar esas políticas -que, por lo demás, son necesarias-, sin que la sociedad sufra las consecuencias; de lo contrario, podría provocar un descontento que seguramente impactará de lleno en las elecciones de este año. En las próximas horas, los combustibles subirán un 8 % (en Tucumán siempre es más), los servicios de medicina prepaga ya fueron aumentados un 6 %... Durante los próximos meses (Dujovne pretende que sea escalonado), también aumentarán las tarifas de electricidad, gas, agua y del transporte público. A esto se suma una delicada situación social que complica cualquier pronóstico: según el Indec, la mitad de los argentinos gana menos de $8.000 por mes. Por lo tanto, más allá del cambio de ministros, se puede vislumbrar que el gasto público irá a reforzar los ingresos de las familias y los planes sociales y las jubilaciones están indexadas a la evolución pasada de ingresos nominales, por lo que un escenario de desinflación garantiza una mejora real de dichos beneficios. Además, en la medida que haya fondos, se puede esperar que en este año finalmente se concrete el impulso de la obra pública tantas veces anunciado, lo que va a permitir, a su vez, recuperar buena parte de los puestos de trabajos perdidos en la construcción.

A grandes rasgos, es posible estimar -ya lo han anunciado muchos economistas- que ésta será la principal jugada para apuntalar la economía en el marco del nuevo esquema vigente: apostar a las inversiones priorizando el consumo. Ahora bien, la pregunta del millón es si el gobierno obtendrá los resultados deseados. Según algunos, es posible lograr un rebote de la economía en 2017 de la mano de la recuperación del poder adquisitivo de las familias; pero para que ello suceda será clave tener un fluido acceso al financiamiento externo: el costo del crédito se ha encarecido pero no sabemos si va a estar disponible para nuestro país a lo largo del año. La mayoría de los economistas sostiene que el escenario más probable para 2017 es una recuperación acotada del PBI (cerca 3,2%) con una importante desaceleración de la inflación (23%). Esto claramente implica una mejora de la performance económica de cara al año electoral, pero no significa crecimiento genuino (apenas se recuperará el terreno cedido en 2016) ni que se cumpla con la meta de inflación estipulada por el Banco Central (12%-17%). Volviendo a la fábula imaginada por Schopenhauer, en la Argentina los erizos podrán subsistir, siempre que el Estado consiga llegar a ese delicado equilibrio entre el control del gasto y las inversiones. Porque, como se sabe, el justo medio atenúa el dolor de las espinas.

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