11 Diciembre 2016
HISTÓRICO. Rivero, Alperovich y Ale en la presentación de la maqueta. LA GACETA/FOTO DE JUAN PABLO SÁNCHEZ NOLI
Desde muy pequeño alentó en La Ciudadela a su San Martín querido. Con los años y a fuerza de golpes, se transformó en uno de los líderes de la tribuna. Y, por último, pensó que había tocado el cielo con las manos cuando se transformó en el presidente de la entidad. Sin embargo, en el marco de esta investigación, surgieron indicios que servirían para demostrar que Rubén “La Chancha” Ale utilizó al “Santo” en el lavado de activos y para beneficio propio.
Uno de los puntos que más les llamó la atención a los investigadores es los puestos claves que ocuparon los acusados de integrar la asociación ilícita en San Martín. Con él como presidente, cargo que ocupó entre 2006 y 2011, su ex pareja, María Jesús Rivero, fue vicepresidenta y hasta ocupó cargos en la AFA. Roberto Dilascio, pareja de esta última, se desempeñó como presidente de la Gerenciadora del NOA, empresa que se hizo cargo del fútbol profesional del club entre 2002 y 2011. Fabían González fue tesorero, Víctor Alberto Suárez, vocal y Valeria Bestán (también vinculada sentimentalmente con “La Chancha”) se quedó con la venta exclusiva de la indumentaria oficial del club.
A los miembros de la UIF siempre le llamó la atención el término de los convenios que firmó Ale. La Gerenciadora es uno de ellos. Por contrato, la empresa que presidía Dilascio se quedaba con los derechos televisivos, gran parte de la venta de entradas y hasta un porcentaje en la trasferencia de los jugadores del club, entre otros beneficios, a cambio de muy pocas prestaciones. En el plano financiero, entre los años 2008/2011 se depositaron en su cuenta bancaria $ 634.767. “Resulta curioso que en sus declaraciones juradas se observa que todos los años tuvo un patrimonio neto negativo, es decir, siempre fue a pérdida”, razonó el juez federal Fernando Poviña.
El magistrado también tuvo en cuenta un hecho polémico. En el año 2008, cuando recién había logrado el ascenso a Primera, el gobierno de José Alperovich entregó a los “Santos” un subsidio de $ 1,2 millón en un acto desarrollado en la Casa de Gobierno. “La Chancha” y Rivero presentaron en sociedad la maqueta de lo que sería La Ciudadela. Con la investigación se confirmó que ese monto de dinero ingresó al club, pero la UIF “determinó que el dinero nunca se empleó para remodelar el estadio, desconociéndose el destino de los fondos en cuestión”.
Otro de los puntos que se investigaron fueron algunos contratos que firmaron con terceros. Suárez, por ejemplo, se quedó con la concesión de la cantina del Complejo. El contrato fue por más de seis años y a cambio él debía mejorar las cañerías de los vestuarios y asegurar que el agua caliente nunca faltara. Sin embargo, varias fuentes confirmaron que ese trabajo se realizó con fondos del club.
Bestán fue otra de las beneficiadas con particulares convenios firmados con la Gerenciadora primero y con Ale después. Le cedieron y condicionaron un local en el estadio sin contraprestación alguna para que instalara La Boutique. Ella y “La Chancha” aseguraron que su obligación era de proveerles indumentaria a las inferiores, hacerse cargo de los vestuarios y del lavadero del estadio. Eso sí, esos puntos nunca quedaron escritos en el contrato.
Otra vez una carta de Rivero enviada a Rubén Ale sirvió para poner un poco de claridad en este asunto: “... como todos saben el robo de la vta de la boutique x 10 años... Yo no compré colectivo con la plata de la gerenciadora y las vendí para mí, yo no agarraba cada temporada $ 30.000 o más en ropa y vendía en la boutique para mí”.
Uno de los puntos que más les llamó la atención a los investigadores es los puestos claves que ocuparon los acusados de integrar la asociación ilícita en San Martín. Con él como presidente, cargo que ocupó entre 2006 y 2011, su ex pareja, María Jesús Rivero, fue vicepresidenta y hasta ocupó cargos en la AFA. Roberto Dilascio, pareja de esta última, se desempeñó como presidente de la Gerenciadora del NOA, empresa que se hizo cargo del fútbol profesional del club entre 2002 y 2011. Fabían González fue tesorero, Víctor Alberto Suárez, vocal y Valeria Bestán (también vinculada sentimentalmente con “La Chancha”) se quedó con la venta exclusiva de la indumentaria oficial del club.
A los miembros de la UIF siempre le llamó la atención el término de los convenios que firmó Ale. La Gerenciadora es uno de ellos. Por contrato, la empresa que presidía Dilascio se quedaba con los derechos televisivos, gran parte de la venta de entradas y hasta un porcentaje en la trasferencia de los jugadores del club, entre otros beneficios, a cambio de muy pocas prestaciones. En el plano financiero, entre los años 2008/2011 se depositaron en su cuenta bancaria $ 634.767. “Resulta curioso que en sus declaraciones juradas se observa que todos los años tuvo un patrimonio neto negativo, es decir, siempre fue a pérdida”, razonó el juez federal Fernando Poviña.
El magistrado también tuvo en cuenta un hecho polémico. En el año 2008, cuando recién había logrado el ascenso a Primera, el gobierno de José Alperovich entregó a los “Santos” un subsidio de $ 1,2 millón en un acto desarrollado en la Casa de Gobierno. “La Chancha” y Rivero presentaron en sociedad la maqueta de lo que sería La Ciudadela. Con la investigación se confirmó que ese monto de dinero ingresó al club, pero la UIF “determinó que el dinero nunca se empleó para remodelar el estadio, desconociéndose el destino de los fondos en cuestión”.
Otro de los puntos que se investigaron fueron algunos contratos que firmaron con terceros. Suárez, por ejemplo, se quedó con la concesión de la cantina del Complejo. El contrato fue por más de seis años y a cambio él debía mejorar las cañerías de los vestuarios y asegurar que el agua caliente nunca faltara. Sin embargo, varias fuentes confirmaron que ese trabajo se realizó con fondos del club.
Bestán fue otra de las beneficiadas con particulares convenios firmados con la Gerenciadora primero y con Ale después. Le cedieron y condicionaron un local en el estadio sin contraprestación alguna para que instalara La Boutique. Ella y “La Chancha” aseguraron que su obligación era de proveerles indumentaria a las inferiores, hacerse cargo de los vestuarios y del lavadero del estadio. Eso sí, esos puntos nunca quedaron escritos en el contrato.
Otra vez una carta de Rivero enviada a Rubén Ale sirvió para poner un poco de claridad en este asunto: “... como todos saben el robo de la vta de la boutique x 10 años... Yo no compré colectivo con la plata de la gerenciadora y las vendí para mí, yo no agarraba cada temporada $ 30.000 o más en ropa y vendía en la boutique para mí”.
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