11 Octubre 2016
RECONOCIMIENTO. Leif Erikson, hijo de Erik “El Rojo”, llegó a Groenlandia.
Mañana, como cada 12 de octubre, se conmemorará el descubrimiento de América. Pero si algo faltaba para dejar bien en claro que muchos europeos y asiáticos habían pasado por tierras americanas -antes de la llegada del Cristóbal Colón al Caribe-, fue el reciente decreto del presidente estadounidense Barack Obama por el cual incluyó entre las efemérides de ese país al 9 de octubre como el “Día de Leif Erikson”.
Leif (“El Afortunado”), un vikingo islandés, fue uno de los cuatro hijos del noruego Erik Tordvalson (“El Rojo”) y de Theodhild, la que hizo levantar el primer templo cristiano de América en el Siglo X y cuyos restos aún se cuidan en Groenlandia.
Este reconocimiento tiene que ver, como lo señaló Obama, con el paso de “El afortunado” por Estados Unidos, donde fundó diversos emplazamientos, luego abandonados, como el de la actual Nueva York. Eso sucedió siglos antes de que los Países Bajos la recreasen como Nueva Amsterdam para que luego fuera tomada por el Duque de York (más tarde Jacobo II de Inglaterra), quién la rebautizó con su título nobiliario.
Pero si bien la historia vikinga ya ha sido bastante difundida, hubo otras historias muy poco conocidas de quienes recorrieron el llamado “Nuevo Mundo” procedentes de lugares tan distantes como China. Una de ellas sobrevino durante la expedición de la Vuelta al Mundo liderada por el almirante Zheng He. De hecho, una parte de sus barcos recorrió la costa atlántica argentina liderada por el almirante Zhou Man, oportunidad en la que desembarcaron en 1422 en Cabo Blanco, en Río Negro.
La llegada de los vascos
Sin embargo es muy poco conocido todo lo relacionado con la instalación de vascos en la isla de Terranova, de la que hay constancias datadas en 1432, la que se utilizaba para la pesca de ballenas. Mientras, los galeses, persiguiendo los cardúmenes de bacalao también se desplegaron por las costas canadienses enviados por el señor feudal Richard Ameryke, cuyo nombre tiene más que ver con el continente que el del florentino Américo Vespucio como lo muestran algunas investigaciones más recientes.
Los vascos fueron los únicos, en territorio ibérico, que habían logrado no ser ocupados por los musulmanes tras la invasión mora liderada por Djeb El Tarik (Gibraltar), gobernador de Tánger, en 711. Desde entonces, negociando y combatiendo, habían mantenido su autonomía y desarrollado su economía al punto de que, siglos después, tenían los mayores astilleros europeos y una metalurgia recién superada por los británicos durante la “Revolución Industrial”.
Caboto en Canadá
Hubo más. El italiano Giovanni Caboto, padre del Juan Sebastián Caboto (que recorrió el Río Paraná y fundó el fuerte de Sancti Spiritu), estuvo en costas canadienses enviado por el galés Richard Ameryke.
Ameryke tenía una flota pesquera que había llegado a Terranova hacia 1479 y contrató a Caboto para que hiciera el “descubrimiento” oficial. De hecho, había varias pesquerías en América, instaladas tanto por galeses como por vascos, que mantuvieron una fluída actividad comercial. Esto generó la noticia de que América era una tierra rica en que fluían ríos de oro y montañas de plata.
De hecho, en 1428 ya existía un mapamundi completo, tras la vuelta al mundo de los chinos, llevado a Venecia, desde donde llegó a Portugal llevado por el hermano del príncipe Enrique “El Navegante”; mapa que fue reconstruído en 1513 por el almirante otomano Piri Reis donde aparece América del Sur y que hoy ilustra el papel moneda turco.
Colón inició una conquista deliberada y se especula con un viaje preparatorio previo al de 1492. Éste no fue solventado con las joyas de la reina Isabel I, como dice el relato tradicional, sino por el financista judío Luis de Santángel.
La controversia
La única duda sobre su veracidad la planteó, en la corona castellana, el obispo Hernando de Talavera y se relacionaba con la capacidad de las naves para semejante viaje pero el éxito del mismo hizo que fueran los miles de kilos de oro y los millones de plata de México y el Alto Perú los que habilitaron el intento español de globalización, planteado más tarde por el canciller de Carlos I, el cardenal piamontés Mercurino Arborio di Gattinara.
En paralelo, fue el oro brasilero el que facilitó la Revolución Industrial británica en el Siglo XVIII.
Mencionada la casi seguridad de que el nombre de América proviene del galés Ameryke, hay que señalar que tampoco el origen del término Argentina para nuestro país tuvo como creador a Martín del Barco Centenera, quién lo popularizó con su oda.
A comienzos del Siglo XIII, leyenda templaria mediante, el término ya existía. Dicha leyenda dice que los templarios explotaban plata en el Alto Perú cuando, tras la muerte de Arthur Pendragon, el “Rey Arturo”, de Cornualles, los “Caballeros de la Mesa Redonda”, se dirigieron a estas tierras.
Vale como testimonio el poema “Oda a Parsifal” del bardo bávaro Wolfram von Schenbach, escrito hacia 1215, que expresa “un largo viaje realizará hasta las puertas secretas de un silencioso país que Argentum se llama y siempre será”. (Télam)
Leif (“El Afortunado”), un vikingo islandés, fue uno de los cuatro hijos del noruego Erik Tordvalson (“El Rojo”) y de Theodhild, la que hizo levantar el primer templo cristiano de América en el Siglo X y cuyos restos aún se cuidan en Groenlandia.
Este reconocimiento tiene que ver, como lo señaló Obama, con el paso de “El afortunado” por Estados Unidos, donde fundó diversos emplazamientos, luego abandonados, como el de la actual Nueva York. Eso sucedió siglos antes de que los Países Bajos la recreasen como Nueva Amsterdam para que luego fuera tomada por el Duque de York (más tarde Jacobo II de Inglaterra), quién la rebautizó con su título nobiliario.
Pero si bien la historia vikinga ya ha sido bastante difundida, hubo otras historias muy poco conocidas de quienes recorrieron el llamado “Nuevo Mundo” procedentes de lugares tan distantes como China. Una de ellas sobrevino durante la expedición de la Vuelta al Mundo liderada por el almirante Zheng He. De hecho, una parte de sus barcos recorrió la costa atlántica argentina liderada por el almirante Zhou Man, oportunidad en la que desembarcaron en 1422 en Cabo Blanco, en Río Negro.
La llegada de los vascos
Sin embargo es muy poco conocido todo lo relacionado con la instalación de vascos en la isla de Terranova, de la que hay constancias datadas en 1432, la que se utilizaba para la pesca de ballenas. Mientras, los galeses, persiguiendo los cardúmenes de bacalao también se desplegaron por las costas canadienses enviados por el señor feudal Richard Ameryke, cuyo nombre tiene más que ver con el continente que el del florentino Américo Vespucio como lo muestran algunas investigaciones más recientes.
Los vascos fueron los únicos, en territorio ibérico, que habían logrado no ser ocupados por los musulmanes tras la invasión mora liderada por Djeb El Tarik (Gibraltar), gobernador de Tánger, en 711. Desde entonces, negociando y combatiendo, habían mantenido su autonomía y desarrollado su economía al punto de que, siglos después, tenían los mayores astilleros europeos y una metalurgia recién superada por los británicos durante la “Revolución Industrial”.
Caboto en Canadá
Hubo más. El italiano Giovanni Caboto, padre del Juan Sebastián Caboto (que recorrió el Río Paraná y fundó el fuerte de Sancti Spiritu), estuvo en costas canadienses enviado por el galés Richard Ameryke.
Ameryke tenía una flota pesquera que había llegado a Terranova hacia 1479 y contrató a Caboto para que hiciera el “descubrimiento” oficial. De hecho, había varias pesquerías en América, instaladas tanto por galeses como por vascos, que mantuvieron una fluída actividad comercial. Esto generó la noticia de que América era una tierra rica en que fluían ríos de oro y montañas de plata.
De hecho, en 1428 ya existía un mapamundi completo, tras la vuelta al mundo de los chinos, llevado a Venecia, desde donde llegó a Portugal llevado por el hermano del príncipe Enrique “El Navegante”; mapa que fue reconstruído en 1513 por el almirante otomano Piri Reis donde aparece América del Sur y que hoy ilustra el papel moneda turco.
Colón inició una conquista deliberada y se especula con un viaje preparatorio previo al de 1492. Éste no fue solventado con las joyas de la reina Isabel I, como dice el relato tradicional, sino por el financista judío Luis de Santángel.
La controversia
La única duda sobre su veracidad la planteó, en la corona castellana, el obispo Hernando de Talavera y se relacionaba con la capacidad de las naves para semejante viaje pero el éxito del mismo hizo que fueran los miles de kilos de oro y los millones de plata de México y el Alto Perú los que habilitaron el intento español de globalización, planteado más tarde por el canciller de Carlos I, el cardenal piamontés Mercurino Arborio di Gattinara.
En paralelo, fue el oro brasilero el que facilitó la Revolución Industrial británica en el Siglo XVIII.
Mencionada la casi seguridad de que el nombre de América proviene del galés Ameryke, hay que señalar que tampoco el origen del término Argentina para nuestro país tuvo como creador a Martín del Barco Centenera, quién lo popularizó con su oda.
A comienzos del Siglo XIII, leyenda templaria mediante, el término ya existía. Dicha leyenda dice que los templarios explotaban plata en el Alto Perú cuando, tras la muerte de Arthur Pendragon, el “Rey Arturo”, de Cornualles, los “Caballeros de la Mesa Redonda”, se dirigieron a estas tierras.
Vale como testimonio el poema “Oda a Parsifal” del bardo bávaro Wolfram von Schenbach, escrito hacia 1215, que expresa “un largo viaje realizará hasta las puertas secretas de un silencioso país que Argentum se llama y siempre será”. (Télam)