El Plan Belgrano marcha firme a Vilcapugio y Ayohuma

El Plan Belgrano marcha firme a Vilcapugio y Ayohuma

01 Octubre 2016
Envalentonado por los contundentes triunfos de las batallas de Tucumán y de Salta, el 24 de septiembre de 1812 y el 20 de febrero de 1813, Manuel Belgrano decidió avanzar hacia el norte para seguir cazando españoles realistas.

Esta vez la suerte no estaría del lado del general patriota y sufriría dos aplastantes y sangrientas derrotas. La primera ocurriría siete meses más tarde, en Vilcapugio, el 1 de octubre de 1813. Vilcapugio (o Villcapujio) es un paraje del departamento de Oruro, Bolivia, ubicado sobre la ruta 1, que une las ciudades de Potosí y Oruro. Esa misma ruta ya se usaba en esa época y es por eso que la segunda derrota que sufrió Belgrano fue en Ayohuma (su nombre original es Ayuma, en quechua), un mes y medio más tarde, el 14 de noviembre de ese año.

Ayohuma también está próximo a la ruta 1 y a 11 kilómetros de la ciudad de Macha, pero ya en el departamento de Potosí.

La localidad de Macha se hizo célebre porque Belgrano estableció allí su cuartel general luego de caer en Vilcapugio y porque, según relatos no confirmados, en una iglesia cercana habría escondido dos banderas argentinas, una como la conocemos hoy (celeste, blanco y celeste) y la otra blanco, celeste y blanco, llamada Bandera de Macha y que desde 2010 es la enseña oficial de la provincia de Tucumán.

Belgrano dejó allí estas banderas y retrocedió hacia el sur, donde dos meses más tarde, el 17 de enero de 1814, se reunió con el general San Martín, en la Posta de Yatasto, cerca de Metán, Salta, para reorganizar las tropas y la estrategia militar. Otras versiones sugieren que ese encuentro no fue en Yatasto sino en otra posta de la ruta real (actual ruta 9), la de Algarrobo, ubicada sobre el río Juramento, 70 kilómetros al norte.

Más allá de estas dos batallas negativas, la campaña de Belgrano con el Ejército del Norte fue crucial para ganarle la guerra a los españoles. Hoy sabemos que sin Belgrano, Argentina no hubiera conquistado su independencia, al menos en ese momento.

Hasta aquí una brevísima reseña histórica para entender porqué el presidente Mauricio Macri decidió llamar Plan Belgrano, al ambicioso -aunque por lejos insuficiente- proyecto de reparación histórica del norte argentino.

No es caprichoso que Macri deba remontarse hasta Belgrano para encontrar un ícono emancipador que haga justicia con el norte argentino, ya que desde la Declaración de la Independencia hasta hoy sabemos lo que ocurrió: unitarismo salvaje, sometimiento del puerto, postergación del interior, sobre todo del norte, exclusión y segregación económica, cultural e incluso racial.

Desde hace dos siglos que Buenos Aires viene enriqueciéndose a costa del patio trasero argentino y gracias a sucesivos gobiernos unitarios que no dejan de concentrar recursos, inversiones, actividades culturales y deportivas, desarrollos científicos y educativos en tan solo 200 kilómetros cuadrados. Doscientos kilómetros cuadrados sin tierras ni agricultura, sin minería, sin petróleo, sin gas, sin diques y sin fronteras más que un río contaminado, pero repletos de bancos y empresas que acumulan el saqueo sistemático.

Todos los gobiernos sin excepción, y más que ninguno el kirchnerismo, redujeron el federalismo a un mero reparto discrecional de fondos extorsivos, según el nivel de pleitesía y de callosidad en las rodillas.

Hace un año no había pobres

“¿Se imaginan si en mi gobierno hubiera habido un tercio de pobreza?”, se preguntó el jueves ante el parlamento ecuatoriano Cristina Fernández de Kirchner, a propósito de los índices de pobreza que difundió el miércoles el Indec. No puede alguien menos que indignarse o preocuparse ante afirmaciones como esta. Indignación si acaso tiene la caradurez de formular semejante mentira, o preocupación si acaso Cristina realmente cree lo que dice, en cuyo caso confirmaría que no está en su sano juicio. Tampoco es nuevo. El año pasado, en un discurso ante la oficina de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), en Roma, Cristina dijo que la pobreza en Argentina estaba por debajo del 5%. Cifras que mostraba en el exterior y que ocultaba y proscribía en Argentina, donde todos los índices la contradecían.

“Las élites siempre excluyen”, se auto sinceró la ex presidenta el jueves en Ecuador, tal vez olvidando que ella pertenece a una de las más exclusivas del país.

Negar que el gobierno de Cambiemos no hace más que seguir fabricando pobres sería, por otra parte, bastante necio, porque además la pobreza no es una cuestión de fe auto impuesta, como pretende Cristina. Es un hecho fáctico, mensurable y comprobable científicamente, más allá de que intenten ocultarla bajo el perverso pretexto de que la pobreza no debe ser estigmatizada.

Ahora a Macri le toca pelear ya no contra las tropas realistas, sino contra la realidad, que es bastante más dura y sangrienta que los soldados del general Joaquín de la Pezuela.

Si Macri es San Martín y José Cano es Belgrano, este nuevo general del norte ya debería ir pensando en ofrendarle algún bastón a la Virgen, porque lo que parecía que iban a ser las batallas de Tucumán y de Salta cada día se parecen más a las de Vilcapugio y Ayohuma.

El presidente ya intentó desviar fondos destinados al plan Belgrano para obras de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano bonaerense.

Primero quiso hacerlo por decreto, firmado a fines de junio, pero el Congreso, por primera vez desde que asumió, le dijo que no el mes pasado. Es que en esta votación Macri perdió el apoyo del massismo y del peronismo no kirchnerista, por cierto cada vez más numeroso.

El decreto 797 tenía como objetivo proveerse de fondos para pagar juicios del Estado con los jubilados, pero le agregaron “anexos” para redirigir unos $ 100.000 millones destinados a financiar megaobras en CABA y alrededores. Entre ellas, 12.000 millones para construir una polémica megaestación multitransporte debajo del obelisco. Otra obra es el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento ($ 45 mil millones), anunciado unas diez veces por Cristina, cuya licitación fue ganada por la UTE que integran la italiana Ghella y la constructora IECSA de Angelo Calcaterra, primo de Macri.

El diputado jujeño Alejandro Snopek (FR) aseguró en una entrevista a PERFIL que “en las planillas anexas del DNU se redireccionaron $ 98 mil millones para hacer obras y el 70% es para Capital Federal y alrededores”. “No se destinaron partidas para el Belgrano Cargas -que sí tendría impacto en el interior- ni para obras pendientes, como la doble trocha de la Ruta 34, que une Jujuy y Salta”, agregó.

Luego de fracasar con el decreto, ahora Macri incluyó estas obras en el presupuesto 2017, que deberá debatirse en el Congreso.

Más allá del discurso federal y belgraniano, el presidente empezó a mostrar sus colmillos unitarios más rápido de lo que se pensaba. Ocurre que se viene un año electoral y los votos de Buenos Aires y CABA mandan. Mil años deberán pasar para que se alineen los planetas de nuevo y un no peronista pueda volver a ganar la gobernación de Buenos Aires. Eso está muy claro para Cambiemos y harán todo lo posible por no perder ese bastión, irrecuperable en caso de que suceda.

Todo el dinero fluirá en los próximos meses por las calles porteñas y, sobre todo, por el empobrecido y populoso conurbano bonaerense, el precio más caro que paga Buenos Aires por su unitarismo.

Mientras tanto, acá en el norte, el general Cano, que mañana enfrenta una interna en su partido radical, deberá empezar a alistar a su escasa tropa para marchar con la frente en alto hacia Vilcapugio y Ayohuma.

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