De El Cadillal a Taco Ralo: pasaron 40 años y la canción es la misma

De El Cadillal a Taco Ralo: pasaron 40 años y la canción es la misma

Septiembre de 1976. La foto de LA GACETA muestra un auditorio escuchando al entonces interventor de la provincia, Antonio Bussi. Era un grupo de empresarios, en su mayoría del sector gastronómico y hotelero, que había sido “invitados” a una reunión. En aquellos tiempos, rechazar alguna de esas invitaciones no era aconsejable. La cuestión es que la Provincia ofrecía ceder un terreno en El Cadillal para la construcción de una hostería. Es poco simpático el contexto, pero el valor de la anécdota pasa por la fecha. Ocurrió hace exactamente cuatro décadas, lo que representa -años más, años menos- el tiempo de atraso de Tucumán en materia turística.

Si de turismo hablamos, la de José Alperovich fue la década perdida. Seamos precisos: fueron 12 años. Para el ex gobernador, turismo fue sinónimo de negocios con la hotelería de la capital. De allí la frustración de Bernardo Racedo Aragón, quien llegó con la ilusión de replicar el “milagro salteño”. Moraleja: sin plata ni decisión política las ideas y los proyectos son, simplemente, eso. Carpetas que se apilan.

Juan Manzur dejó a la cabeza del Ente de Turismo a Sebastián Giobellina, número dos de Racedo Aragón, quien el año pasado se trasladó con sus aspiraciones políticas a Yerba Buena. No le fue bien en las elecciones. Independientemente de los nombres, lo que vale es el proyecto, y a poco de cumplir un año en el sillón de Lucas Córdoba, Manzur no impulsó el salto de calidad imprescindible para que el turismo despegue. Para desarrollar estrategias y atraer inversiones lo primero es crear las condiciones y Tucumán carece de ellas.

El turismo es una mesa tan larga que cuatro patas no son suficientes para mantenerla firme. Los déficits son multicausales, por lo que la pelea es en varios frentes, el escenario más incómodo de todos. Uno en particular es de una complejidad que excede la coyuntura porque tiene que ver con los hábitos y costumbres. Queda demostrado en cualquier caminata que los tucumanos somos sucios, y tan acostumbrados estamos a movernos entre la mugre que un basural parece naturalmente incorporado al paisaje. Los visitantes, por si hace falta señalarlo, no lo ven así. ¿Quién se siente a gusto en ciudades, rutas o accesos que lucen y huelen mal?

El concepto se traslada a la cotidianidad, incluyendo la pésima índole del transporte público. A propósito: los taxistas impulsan una nueva suba de la tarifa, lo que es atendible teniendo en cuenta la inflación y la recesión imperantes. Ahora bien, ¿alguien será capaz, alguna vez, de reclamarles un mínimo de calidad en el servicio que prestan? ¿Los usuarios siempre serán los que paguen el pato?

Hay una respuesta fácil a todas estas cuestiones: “es cultural”. Por supuesto que es cultural, pero la cultura está viva y se construye día a día. “El problema es la falta de educación”, es otro lugar común. Chocolate por la noticia. ¿Y por qué no nos ponemos a educar de una vez por todas?, diría Perogrullo. Tal vez porque es el camino más largo y difícil.

Días pasados, en la tapa del suplemento de turismo de un diario porteño apareció un título tentador, algo así como “Claves para descubrir el NOA”. La sorpresa es que sólo había información -rica, variada y tentadora- sobre Salta y Jujuy. ¿Y Tucumán dónde está? ¿En la Patagonia? ¿Y Las Termas de Río Hondo? ¿Y Antofagasta de la Sierra?

Otro dato tan llamativo como emblemático. La guía Lonely Planets es una de las biblias que utilizan viajeros de todo el mundo. En su última edición sobre Argentina, la publicada en inglés, el capítulo del NOA está dedicado a Salta y a Jujuy. ¿Tucumán? Un subtítulo con dos párrafos, sin fotos, sin mapas. Casi por la obligación de consignar que aquí está la Casa de la Independencia.

Tal vez si hace 40 años hubiera comenzado la inversión en El Cadillal hoy contaríamos con un motor turístico a la altura de, por ejemplo, Potrero de los Funes. Son conjeturas. Hace un par de días, Giobellina estuvo reunido con representantes de Taco Ralo, quienes buscan inversiones para “vender” sus aguas termales. Hubo promesas mutuas. ¿Que dirá al respecto el diario de septiembre de 2056?

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