31 Agosto 2016
REGRESO AL PENAL. Véliz fue condenado y el tribunal extendió la prisión preventiva como lo pidió la querella. la gaceta / foto de DIEGO ARáOZ
Con la cabeza agachada y casi llevado a la rastra por dos policías se retiró David Véliz de Tribunales, luego de que le dictaran prisión perpetua por el homicidio doblemente agravado de su ex pareja, Noelia Carla Rivero. La joven de 27 años, que estaba embarazada de cuatro meses, murió de un tiro en la cabeza el 17 de mayo de 2014. Hasta el último momento el acusado sostuvo su inocencia y llegó a llorar ante los jueces mientras les mostraba una foto de sus dos hijas.
Luego de su saludo -sonriente y en voz alta- que se convirtió en un clásico del juicio, Véliz decidió declarar por primera vez desde el día del crimen. Contó que esa noche había ido a la casa de la víctima porque una amiga de ella le vendía droga y que esa noche salieron en grupo a bailar, pero que volvieron temprano. También deslizó que el autor del crimen era la última pareja de la joven -un tal Pablo, que no apareció durante el juicio porque no había sido llamado como testigo y por miedo a presuntas amenazas-. Véliz dijo que él mismo era más víctima que la víctima.
“A la vuelta fui a comprar cigarrillos y cervezas. Cuando volvimos, el “Paila” (Pablo) me pegó con la pistola en la cabeza. Salí corriendo y en la esquina me desvanecí. Me desperté en mi casa al otro día y me enteré de la muerte por la tele”, argumentó, antes de caminar hasta el estrado con la foto de sus hijas. Los jueces Eduardo Romero Lazcano y Wendy Kassar las vieron; Gustavo Romagnoli, el tercer integrante del tribunal, prefirió no hacerlo.
Alegatos
Luego de apurar un trago de una gaseosa cola, el fiscal de Cámara Daniel Marranzino dijo que nunca en su vida había escuchado tres testimonios que tuvieran tantas similitudes como los que dieron Lorena Rivero -hermana de Noelia-, Graciela Bartoloni -la mejor amiga- y Fernando Gutiérrez -pareja de la hermana de la víctima-. Este último no se presentó y por lo tanto leyeron la declaración que dio ante la Policía. Marranzino señaló que si Pablo hubiese sido el autor del homicidio no existían motivos para que lo cubrieran. Ante los jueces pidió la pena de prisión perpetua.
La querellante, Natalia García Salemi, no se explayó demasiado pero pidió la misma pena y añadió una solicitud: que se extendiera la prisión preventiva. “Véliz vio una ecografía de su ex mujer y eso desató su ira. Se manejó con tanta impunidad que amenazó a todos los testigos y llega sonriendo. La pena no va a devolver la vida de Carla, pero hará que su familia confíe en la Justicia”, esgrimió. Al terminar su exposición, todos los Rivero lloraban y más de uno intentaba calmar al abuelo de la víctima, el más afectado.
La defensa, a cargo de Cristina del Valle Pastor, señaló: “no existen pruebas de que hayan sido novios. No hay fotos, llamadas ni un mensaje en un papelito”. Pidió la absolución, pero ante la duda también le pidió al tribunal que descartara el agravante del vínculo, ya que según su defendido, jamás había existido un noviazgo entre ambos.
Tras unas dos horas en las que Tribunales quedó desierto y el frío se comenzó a sentir en los pasillos, minutos antes de las 22 se anunció que los jueces habían decidido por unanimidad otorgar la pena de prisión perpetua para Véliz y la restricción de 200 metros de alejamiento para ambas familias. El condenado no derramó lágrimas, como cuando pidió que lo liberaran para alimentar a sus hijas. Sólo atinó a salir rápido y con la cabeza agachada para evitar fotografías. El otro lado de la sala, al mismo tiempo, se llenó de abrazos.
Luego de su saludo -sonriente y en voz alta- que se convirtió en un clásico del juicio, Véliz decidió declarar por primera vez desde el día del crimen. Contó que esa noche había ido a la casa de la víctima porque una amiga de ella le vendía droga y que esa noche salieron en grupo a bailar, pero que volvieron temprano. También deslizó que el autor del crimen era la última pareja de la joven -un tal Pablo, que no apareció durante el juicio porque no había sido llamado como testigo y por miedo a presuntas amenazas-. Véliz dijo que él mismo era más víctima que la víctima.
“A la vuelta fui a comprar cigarrillos y cervezas. Cuando volvimos, el “Paila” (Pablo) me pegó con la pistola en la cabeza. Salí corriendo y en la esquina me desvanecí. Me desperté en mi casa al otro día y me enteré de la muerte por la tele”, argumentó, antes de caminar hasta el estrado con la foto de sus hijas. Los jueces Eduardo Romero Lazcano y Wendy Kassar las vieron; Gustavo Romagnoli, el tercer integrante del tribunal, prefirió no hacerlo.
Alegatos
Luego de apurar un trago de una gaseosa cola, el fiscal de Cámara Daniel Marranzino dijo que nunca en su vida había escuchado tres testimonios que tuvieran tantas similitudes como los que dieron Lorena Rivero -hermana de Noelia-, Graciela Bartoloni -la mejor amiga- y Fernando Gutiérrez -pareja de la hermana de la víctima-. Este último no se presentó y por lo tanto leyeron la declaración que dio ante la Policía. Marranzino señaló que si Pablo hubiese sido el autor del homicidio no existían motivos para que lo cubrieran. Ante los jueces pidió la pena de prisión perpetua.
La querellante, Natalia García Salemi, no se explayó demasiado pero pidió la misma pena y añadió una solicitud: que se extendiera la prisión preventiva. “Véliz vio una ecografía de su ex mujer y eso desató su ira. Se manejó con tanta impunidad que amenazó a todos los testigos y llega sonriendo. La pena no va a devolver la vida de Carla, pero hará que su familia confíe en la Justicia”, esgrimió. Al terminar su exposición, todos los Rivero lloraban y más de uno intentaba calmar al abuelo de la víctima, el más afectado.
La defensa, a cargo de Cristina del Valle Pastor, señaló: “no existen pruebas de que hayan sido novios. No hay fotos, llamadas ni un mensaje en un papelito”. Pidió la absolución, pero ante la duda también le pidió al tribunal que descartara el agravante del vínculo, ya que según su defendido, jamás había existido un noviazgo entre ambos.
Tras unas dos horas en las que Tribunales quedó desierto y el frío se comenzó a sentir en los pasillos, minutos antes de las 22 se anunció que los jueces habían decidido por unanimidad otorgar la pena de prisión perpetua para Véliz y la restricción de 200 metros de alejamiento para ambas familias. El condenado no derramó lágrimas, como cuando pidió que lo liberaran para alimentar a sus hijas. Sólo atinó a salir rápido y con la cabeza agachada para evitar fotografías. El otro lado de la sala, al mismo tiempo, se llenó de abrazos.
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