“Quiero una Biblioteca Nacional identificada con todas las provincias”
El autor de la frase es el recientemente designado director de la Biblioteca, sucesor en ese cargo de Borges, a quien le leía en su juventud. Además fue el principal orador en la apertura de la Feria del Libro de Buenos Aires. Escritor, traductor y editor ampliamente reconocido en Europa, Estados Unidos, Canadá y América Latina, habla aquí sobre las perspectivas de su gestión, su visión de la lectura y acerca de su nuevo libro: Una historia natural de la curiosidad.
Alberto Manguel nació en Buenos Aires en 1948. De pequeño, el trabajo de embajador de su padre lo llevó a vivir a Tel Aviv. De regreso en la Argentina trabajó en una librería en la que conoció a Jorge Luis Borges, a quien visitaba en su casa para leerle. A fines de los 60 se fue a Europa, donde publicó novelas y ensayos. Trabajó en la editorial Gallimard (París), en Franco Maria Ricci (Milán) y en Calder & Boyars (Londres). Publicó más de 30 libros, con los que ganó una docena de destacados premios literarios en Francia, Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Colaboró en The New York Times y The Washington Post, entre otros diarios. Algunos de sus libros son Con Borges, Conversaciones con un amigo, Una historia de la lectura y, este año, Una historia natural de la curiosidad. En julio asumirá como director de la Biblioteca Nacional.
Por Alejandro Duchini
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
Los primeros pasos de Alberto Manguel por Buenos Aires no pasaron desapercibidos. Al dar el discurso de apertura de la 42° Feria Internacional del Libro, en La Rural, se produjeron protestas por los despidos en la Biblioteca Nacional, donde en julio asumirá como director. Sin embargo, supo capear el temporal. “Hablar en la Feria era algo que me habían ofrecido antes que surgiera el ofrecimiento de la Biblioteca”, le dijo a este diario. El tono amable y tranquilo de Manguel contrarresta con la urgencia de su agenda: acaba de llegar de los Estados Unidos para buscar casa y quedarse. Pero hay más: recién se publicó su libro Una historia natural de la curiosidad (Siglo XXI), un ensayo apasionante sobre sus vínculos con la literatura y el lenguaje, a la vez que repasa aquellos títulos que lo marcaron en sus 68 años.
-La Biblioteca Nacional estuvo en el ojo de la tormenta en los últimos meses. ¿Con qué expectativas asumirá su dirección?
-No me gusta decir que hay que cambiar. Prefiero decir que se puede mejorar o continuar lo que se venía haciendo. Me refiero a que en la Biblioteca Nacional hubo cosas que se hicieron muy bien y que además se pueden mejorar. Mi objetivo es poner en práctica mucho de lo que pensé durante toda mi vida en relación con los libros. La Biblioteca Nacional podría ser un excelente terreno para desarrollar esas ideas. Ojalá podamos hacer un buen trabajo.
-¿Algo puntual en lo que le gustaría hacer hincapié?
-El deseo es hacer un buen trabajo en todas las áreas. Me gustaría que tengamos una Biblioteca Nacional de impronta argentina: quiero que sea nacional. Que no se la identifique no sólo con Buenos Aires sino con todas las provincias.
-¿Cómo se lograría?
-Recorriendo el país. Tucumán es una de las provincias a las que pienso viajar. La idea es observar cuál es la situación en cada una de las provincias en cuanto a esta temática. Hay que lograr que haya una integración nacional.
-¿Qué le significó ser elegido para dar el discurso de apertura de la Feria del Libro?
-Eso es algo que me habían propuesto hace meses, antes de que me ofrecieran dirigir la Biblioteca. O sea que una cosa no estuvo vinculada con la otra. Fue, en todo caso, una combinación de ambos hechos. Se trata de cosas importantes a una edad en la que uno empieza a pensar también en los finales.
-Vivió en muchos países. Desde Israel y Argentina hasta Canadá, Francia y Estados Unidos. ¿Imaginaba una vida así?
-Si bien es cierto que viajé mucho, también lo es que nunca pensé que iba a ser así. Simplemente es algo que se fue dando.
-En las primeras páginas de su nuevo libro cuenta que llegó a la Divina Comedia de grande.
-Es que es imposible leer todos los libros. Porque van llegando en determinando momento y de diferentes maneras a cada uno de sus lectores. A mí me llegó la Divina comedia poco antes de los 60 años, como cuento.
-Y lo marcó.
-Es un libro inagotable que le permite a cada lector explorarse tanto a sí mismo como al mundo. Fue escrito en el exilio, con las técnicas de escritura de aquellos tiempos, lo que eso significa. A mí me duele cuando pienso en los artistas y científicos que debieron exiliarse de nuestro país. Es algo muy duro. Pero Dante supo cómo escribir una gran obra a pesar de ese contexto. Por supuesto que es un libro que me ha marcado. Mire: durante cada mañana le leía un canto de Dante a mi perro.
-¿Mencionar a Dante como compañero de viaje en su nuevo libro es un homenaje?
-Además de un compañero, el escrito de Dante me sirvió para intentar responder preguntas que me suelo hacer. “Tengo curiosidad ...por la curiosidad”, digo en las primeras páginas. Ya desde que somos niños hay una necesidad de entender cómo funcionan las cosas de este mundo. Por eso los chicos preguntan tanto el “porqué” de las cosas. Después, a medida que uno va creciendo, es muy común que el interés acerca de ése “por qué” se vaya perdiendo.
-¿Qué libros lo han marcado especialmente?
- A lo largo de la vida son distintos los que marcan, acompañan o dejan algo profundo. No sólo me ha pasado con la Divina Comedia, sino también con Ensayos, de Montaigne; La montaña mágica, el Quijote o Alicia en el país de las maravillas, en el que Alicia, como Dante, el único equipaje que tiene al iniciar su viaje es el lenguaje. Es a través de las palabras que descubrirá que hay una diferencia entre lo que son las cosas y lo que parecen ser.
-¿Leer es una manera de viajar?
-En algún punto, sí. También se da el hecho de que muchos de los grandes escritores fueron viajeros, gente que ha recorrido el mundo. Pero nunca sabemos con qué nos vamos a encontrar al leer. Si Caperucita le hubiese hecho caso a la mamá, y no se desviaba del camino directo hacia la casa de su abuela, no le habrían pasado las cosas que le pasaron y nos hubiésemos perdido una gran historia.
-¿Qué enseñan los libros?
-Están para que los leamos, para que los disfrutemos. A cada lector le ocurrirá algo distinto y particular con una lectura. Porque depende de quien lea, ya que el libro siempre es el mismo. Es uno quien cambia, o no, cuando termina de leerlo. También es uno el que decide qué hacer con ese cambio. Si uno relee determinado libro que en un momento nos marcó, al regresar a él encontraremos que tiene otro sentido. El libro es el mismo. Somos nosotros los que cambiamos.
-Usted refiere que la escritura es mágica.
-Porque la escritura produce algo mágico, ya que se relaciona directamente con la transmisión de ideas y de emociones. Está aquello que digo acerca de que para algunos “lo que está escrito dura pero lo que se dice desaparece”, que no siempre se cumple. Porque para otros, lo escrito queda en la página, tal vez muerto, mientras que aquello que se dice vuela y se transmite en ese volar. Es lo que descubren los lectores: que cuando son leídas, las palabras cobran vida.
-¿Qué tienen más los libros: preguntas o respuestas?
-Conocí gente que ordenaba sus bibliotecas no por autores sino por temáticas. Eso podría significar que cuando uno busca una respuesta a algo, en realidad esa respuesta esté en el libro de al lado. En mi biblioteca creo que están las respuestas a cada pregunta. O al menos la pregunta que me indicará cómo entender mejor algo determinado.
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