Por Carlos Páez de la Torre H
24 Noviembre 2015
AMADEO JACQUES. Tumba, en la Recoleta, del célebre francés tan vinculado a Tucumán. LA GACETA / ARCHIVO.
Es conocida la deuda cultural que tiene Tucumán con el doctor Amadeo Jacques (1813-1865). En uno de sus célebres “medallones” biográficos en su revista “La Biblioteca”, Paul Groussac trazó una buena síntesis de la vida del maestro en la Argentina, donde residió desde 1852.
“Procuró vanamente un empleo”, dice. “Pasó a Entre Ríos y de ahí a Santiago y Tucumán; se hizo fotógrafo, agrimensor, hasta panadero; realizó expediciones al desierto”. Su relato de una de ellas, que la revista publicaba traducido, “ha conservado, junto al optimismo ingenuo del que describe su hogar futuro, el sabor franco de la realidad”.
Jacques “conoció y amó, como todos los fuertes, la lucha con la naturaleza virgen y la vida libre; formó proyectos de colonización, cobró afecto a la tierra humilde donde a poco se casó. El pueblo quería al bondadoso ‘don Amadeo’ sin conocer al profesor Jacques; pero los hombres inteligentes de la comarca –los Taboada, don José Posse, el gobernador Marcos Paz-, le manifestaban alto aprecio. El último le confió la dirección del Colegio San Miguel”.
Elegido Paz vicepresidente de la República, “su amistad no olvidó al proscripto, ni su patriotismo al sabio capaz de prestar servicios al país”, y lo nombró rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Sus textos y programas se adoptaron y se imitaron sus métodos. “De la autoridad paternal que ejercía sobre la juventud porteña, se encuentra un eco vibrante en la ‘Juvenilia’ de Cané”.
Era Jacques “de alta estatura, corpulento y sanguíneo; solía trabajar hasta muy tarde, aunque conocía el peligro cerebral de esas vigilias nocturnas. El 12 de octubre de 1865 fue al teatro y se retiró a su casa después del espectáculo. Al día siguiente su hija lo encontró muerto en su cama”.
“Procuró vanamente un empleo”, dice. “Pasó a Entre Ríos y de ahí a Santiago y Tucumán; se hizo fotógrafo, agrimensor, hasta panadero; realizó expediciones al desierto”. Su relato de una de ellas, que la revista publicaba traducido, “ha conservado, junto al optimismo ingenuo del que describe su hogar futuro, el sabor franco de la realidad”.
Jacques “conoció y amó, como todos los fuertes, la lucha con la naturaleza virgen y la vida libre; formó proyectos de colonización, cobró afecto a la tierra humilde donde a poco se casó. El pueblo quería al bondadoso ‘don Amadeo’ sin conocer al profesor Jacques; pero los hombres inteligentes de la comarca –los Taboada, don José Posse, el gobernador Marcos Paz-, le manifestaban alto aprecio. El último le confió la dirección del Colegio San Miguel”.
Elegido Paz vicepresidente de la República, “su amistad no olvidó al proscripto, ni su patriotismo al sabio capaz de prestar servicios al país”, y lo nombró rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Sus textos y programas se adoptaron y se imitaron sus métodos. “De la autoridad paternal que ejercía sobre la juventud porteña, se encuentra un eco vibrante en la ‘Juvenilia’ de Cané”.
Era Jacques “de alta estatura, corpulento y sanguíneo; solía trabajar hasta muy tarde, aunque conocía el peligro cerebral de esas vigilias nocturnas. El 12 de octubre de 1865 fue al teatro y se retiró a su casa después del espectáculo. Al día siguiente su hija lo encontró muerto en su cama”.