18 Octubre 2015
NUEVOS RUMBOS, LA MISMA ENTREGA. “Sé que Dios planifica y me manda adonde me necesita”. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA (ARCHIVO).
Atiende el teléfono con su voz campechana de siempre y agradece las felicitaciones con su humildad habitual. “Dejate de embromar”, responde cuando se le pregunta si hay que llamarlo de alguna manera especial. Es de esas personas a las que los cargos jamás se les subirán a la cabeza.
Es monseñor José Melitón Chávez -más conocido como “el padre Melitón”- cuyo nombramiento como obispo de Añatuya (Santiago del Estero) fue anunciada ayer por el nuncio apostólico en Buenos Aires, monseñor Emil Paul Tscherrig, en simultáneo con la proclamación en Roma. A él, claro, la noticia no lo sorprendió ahora. “El sacudón se produjo hace 10 días, cuando me llamaron de la Nunciatura -cuenta... y ya puede reírse-. Ahora el anuncio me encuentra preparándome y despidiéndome”.
El viernes 4 de diciembre será “el día”; su antecesor, monseñor Armando Adolfo Uriona, actual obispo de Río Cuarto, pronunciará la plegaria de ordenación.
Bien tucumano
“Una alegría inmensa esta buena noticia para la Iglesia del NOA. Cura del NOA para obispo del NOA. Un pastor con olor a oveja, según el corazón del Buen Pastor, con sensibilidad social para esta Iglesia hermana de Añatuya”. Así anunció el Servicio de Noticias de la Iglesia en la Argentina, con la firma de Carlos Alberto Sánchez -párroco de La Victoria, basílica de La Merced- la elección de monseñor Chávez, que nació el 2 de julio de 1957 en Romera Pozo, departamento Leales. Hizo la primaria en Lastenia y el secundario en la Escuela de Comercio Nº 2 de San Miguel de Tucumán. Todavía no había decidido hacerse cura, pero la Filosofía ya lo había seducido, de modo que comenzó la Licenciatura en la Universidad Nacional de Tucumán. Cuando estaba en tercer año decidió que ingresaría en el Seminario -ese que ayudó a conducir entre 1996 y 2000, y entre 2007 y 2010-, donde completó los estudios de Filosofía, hizo los de Teología y completó su formación eclesiástica. Monseñor Horacio Bózzoli lo ordenó sacerdote el 29 de noviembre de 1985, de modo que, antes de convertirse en obispo, el padre Melitón cumplirá 30 años de cura.
Servicio intensivo
Siempre estuvo cerca de los jóvenes, desde la Acción Católica o compartiendo la vida con los seminaristas, pero desde 2012 es vicario episcopal de Solidaridad y Asuntos Sociales. Fue todo un desafío y le pegó fuerte, pues le tocó ver de cerca el duro flagelo de la droga. Y sufrió como un padre el dolor de ver morir -con frecuencia por mano propia- a muchos adolescentes “Por más que el adicto no se mate, uno lo ve y está muerto en vida”, dijo en una entrevista a LA GACETA en agosto, poco antes de inaugurar la segunda Fazenda de la Esperanza (centro de recuperación de adictos).
Ahora, en medio de los preparativos para partir, reconoce que siente tristeza al pensar en lo que deja en Tucumán. “Claro que da pena, pero también sé que Dios planifica y me manda a donde me necesita -asegura-. El programa queda funcionando con un buen equipo, y se prepara para armar hogares de acogida para estos chicos, donde puedan pasar el día, estar activos y permitirse soñar con una vida diferente, con esperanza”.
Su destino
Los 68.000 km2 de la diócesis de Añatuya (23 parroquias, 319 iglesias y capillas, 33 sacerdotes, como para tener una idea) están en la zona más inhóspita de Santiago del Estero. Y aunque la población es poca (la densidad es de 2,2 hab/km2), también allí la droga es un problema. “No olvidemos que el chaco santiagueño es zona liberada”, advierte. Sin embargo, es optimista: muchos de los curas de su futura diócesis se formaron en el seminario de Tucumán: “Hay mucho para hacer, y tengo muchos y buenos amigos allá”.
Es una bendición su energía; tiene claro -como le dijo también en agosto a LA GACETA- cuál es el peor de los males: “Que nos falte el deseo de dar batalla... tanto para los que padecen la pobreza y la droga como para los que son espectadores de este dolor”.
En menos de un mes y medio (el 10 de diciembre) monseñor José Melitón Chávez se convertirá en obispo de Añatuya.
Según decreto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del 29 de junio de 1989, que “refresca” normas del Concilio Vaticano II, ser ordenado obispo implica transformarse en sucesor de los Apóstoles.
La misa de consagración se lleva a cabo en la Catedral y concelebran muchos otros obispos -con lo que se resalta la índole colegial del Orden, punto en el que hace hincapié el decreto-.
Luego de proclamado el Evangelio, un presbítero pide la ordenación del nuevo obispo, este manifiesta su aceptación y todos los obispos presentes le imponen las manos, mientras pronuncian la plegaria de ordenación, con lo que “se confiere al elegido el don del Espíritu Santo para su función episcopal”, señala el decreto. También se apoya el Evangelio sobre su cabeza, como símbolo de su función primordial de predicador de la palabra. Luego se unge su cabeza con el santo crisma (significa su participación en el sacerdocio de Cristo), se le entrega el anillo, que manifiesta su fidelidad hacia la Iglesia; se le impone la mitra, símbolo del deseo de alcanzar la santidad, y se la entrega el báculo, señal de su función de pastor de la Iglesia.
Es monseñor José Melitón Chávez -más conocido como “el padre Melitón”- cuyo nombramiento como obispo de Añatuya (Santiago del Estero) fue anunciada ayer por el nuncio apostólico en Buenos Aires, monseñor Emil Paul Tscherrig, en simultáneo con la proclamación en Roma. A él, claro, la noticia no lo sorprendió ahora. “El sacudón se produjo hace 10 días, cuando me llamaron de la Nunciatura -cuenta... y ya puede reírse-. Ahora el anuncio me encuentra preparándome y despidiéndome”.
El viernes 4 de diciembre será “el día”; su antecesor, monseñor Armando Adolfo Uriona, actual obispo de Río Cuarto, pronunciará la plegaria de ordenación.
Bien tucumano
“Una alegría inmensa esta buena noticia para la Iglesia del NOA. Cura del NOA para obispo del NOA. Un pastor con olor a oveja, según el corazón del Buen Pastor, con sensibilidad social para esta Iglesia hermana de Añatuya”. Así anunció el Servicio de Noticias de la Iglesia en la Argentina, con la firma de Carlos Alberto Sánchez -párroco de La Victoria, basílica de La Merced- la elección de monseñor Chávez, que nació el 2 de julio de 1957 en Romera Pozo, departamento Leales. Hizo la primaria en Lastenia y el secundario en la Escuela de Comercio Nº 2 de San Miguel de Tucumán. Todavía no había decidido hacerse cura, pero la Filosofía ya lo había seducido, de modo que comenzó la Licenciatura en la Universidad Nacional de Tucumán. Cuando estaba en tercer año decidió que ingresaría en el Seminario -ese que ayudó a conducir entre 1996 y 2000, y entre 2007 y 2010-, donde completó los estudios de Filosofía, hizo los de Teología y completó su formación eclesiástica. Monseñor Horacio Bózzoli lo ordenó sacerdote el 29 de noviembre de 1985, de modo que, antes de convertirse en obispo, el padre Melitón cumplirá 30 años de cura.
Servicio intensivo
Siempre estuvo cerca de los jóvenes, desde la Acción Católica o compartiendo la vida con los seminaristas, pero desde 2012 es vicario episcopal de Solidaridad y Asuntos Sociales. Fue todo un desafío y le pegó fuerte, pues le tocó ver de cerca el duro flagelo de la droga. Y sufrió como un padre el dolor de ver morir -con frecuencia por mano propia- a muchos adolescentes “Por más que el adicto no se mate, uno lo ve y está muerto en vida”, dijo en una entrevista a LA GACETA en agosto, poco antes de inaugurar la segunda Fazenda de la Esperanza (centro de recuperación de adictos).
Ahora, en medio de los preparativos para partir, reconoce que siente tristeza al pensar en lo que deja en Tucumán. “Claro que da pena, pero también sé que Dios planifica y me manda a donde me necesita -asegura-. El programa queda funcionando con un buen equipo, y se prepara para armar hogares de acogida para estos chicos, donde puedan pasar el día, estar activos y permitirse soñar con una vida diferente, con esperanza”.
Su destino
Los 68.000 km2 de la diócesis de Añatuya (23 parroquias, 319 iglesias y capillas, 33 sacerdotes, como para tener una idea) están en la zona más inhóspita de Santiago del Estero. Y aunque la población es poca (la densidad es de 2,2 hab/km2), también allí la droga es un problema. “No olvidemos que el chaco santiagueño es zona liberada”, advierte. Sin embargo, es optimista: muchos de los curas de su futura diócesis se formaron en el seminario de Tucumán: “Hay mucho para hacer, y tengo muchos y buenos amigos allá”.
Es una bendición su energía; tiene claro -como le dijo también en agosto a LA GACETA- cuál es el peor de los males: “Que nos falte el deseo de dar batalla... tanto para los que padecen la pobreza y la droga como para los que son espectadores de este dolor”.
En menos de un mes y medio (el 10 de diciembre) monseñor José Melitón Chávez se convertirá en obispo de Añatuya.
Según decreto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del 29 de junio de 1989, que “refresca” normas del Concilio Vaticano II, ser ordenado obispo implica transformarse en sucesor de los Apóstoles.
La misa de consagración se lleva a cabo en la Catedral y concelebran muchos otros obispos -con lo que se resalta la índole colegial del Orden, punto en el que hace hincapié el decreto-.
Luego de proclamado el Evangelio, un presbítero pide la ordenación del nuevo obispo, este manifiesta su aceptación y todos los obispos presentes le imponen las manos, mientras pronuncian la plegaria de ordenación, con lo que “se confiere al elegido el don del Espíritu Santo para su función episcopal”, señala el decreto. También se apoya el Evangelio sobre su cabeza, como símbolo de su función primordial de predicador de la palabra. Luego se unge su cabeza con el santo crisma (significa su participación en el sacerdocio de Cristo), se le entrega el anillo, que manifiesta su fidelidad hacia la Iglesia; se le impone la mitra, símbolo del deseo de alcanzar la santidad, y se la entrega el báculo, señal de su función de pastor de la Iglesia.
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