DEBUTAN HOY
• A las 22, en la sala Orestes Caviglia (San Martín 251).
La familia burguesa bien acomodada ya no existe y todo se derrumba alrededor, en caída libre tanto en lo económico como en lo moral. Pero nadie se da cuenta ni se hace cargo del futuro común, sino que cada uno se centra en sus manías individuales. Sobre esa idea central, Gregorio de Laferrère escribió hace 110 años “Locos de verano”, la obra que esta noche estrenará el Teatro Estable de la Provincia, en coproducción con el Teatro Nacional Cervantes.
Al frente del elenco de 16 artistas está el director porteño Luciano Suardi, quien llegó hace dos meses con el texto que hoy subirá a la sala Orestes Caviglia. “Cada personaje vive un aislamiento muy profundo, tiene una falta de comunicación con el otro, una imposibilidad de verlo y de convivir con él. Es una comedia que evidencia el egoísmo de una clase social, lo cual encierra una crítica social que me interesa especialmente”, explica en diálogo con LA GACETA.
- ¿Eso fue lo que te llevó a elegir “Locos de verano”?
- Elegí esta obra por una intuición, y al principio no estaba muy seguro de por qué. Siempre me gustó mucho este autor, y esta es mi primera obra de él. En un teatro oficial tenés posibilidades de montarla con muchos actores y cambios escenográficos, lo que en el circuito independiente es imposible por cuestiones económicas. Nadie bancaría una obra con semejante elenco.
- ¿Con qué te encontraste al llegar a Tucumán?
- La particularidad es que trabajo con un elenco estable, a diferencia de otras provincias donde no los hay. Tiene una gran ventaja: ya se conocen y tienen una experiencia teatral en común que les permite construir determinados códigos. Ya tienen una disciplina de trabajo incorporada, pero además es un grupo muy talentoso y entusiasta, que tuvo desde el primer día una gran entrega y confianza en mi propuesta. Fue un trabajo muy serio y también muy placentero, lo cual es importante.
- ¿Trajiste un modelo cerrado o abierto de puesta?
- Obviamente llegué con un proyecto espacial y escenográfico que ya estaba pensado por una cuestión de tiempos y por el mecanismo de producción. Dentro de ese dispositivo, me abro a escuchar a los actores para encontrar un código conjunto. Nunca sé cuál es el tono de una obra, lo encuentro en los ensayos. Sé lo que quiero contar y las situaciones, y que las tengo que hacer creíbles. La obra tiene una maquinaria teatral magnífica, una dinámica de entradas y salidas que es impresionante. Casi se podría decir que es una comedia “de puertas”, con un contenido cercano a Antón Chejov pero con otro espíritu, muy cómico.
- ¿Qué modificó del texto original la versión de Luis Cano que estás montando?
- Muy poco, está todo respetado pero se acentuó la crítica social, se la acortó en algunos diálogos y se le imprimió vértigo. De Laferrère la escribió en 1905, pero aún hoy se pueden detectar los mismos comportamientos de desprecio de determinados grupos hacia clases supuestamente inferiores. Mantengo el vestuario de época, pero la lleno de anacronismos en distintas escenas.
- ¿Es tu primera experiencia con el Cervantes?
- No, la primera fue hace dos años cuando monté “El gran deschave”, con el que estuvimos en Tucumán. Siempre tuve mucho interés en el Plan Federal del Cervantes, pero me llamaban sobre la hora. Tenés que estar fuera de Buenos Aires mucho tiempo y hay que organizar todo. Es bueno salir del lugar habitual de uno, más allá de que en Buenos Aires haya muchos circuitos, porque te pone en crisis en lo creativo y en lo personal, te hace sentir solo. De esa sensación, siempre salen pensamientos nuevos.