03 Agosto 2015
CONTUNDENTE. Melitón Chávez dice que en otras zonas es igual o peor. la gaceta / foto de héctor peralta
En La Costanera, las muertes ligadas a las adicciones son cada vez más frecuentes. El “paco” produce suicidios y adelanta el desenlace para niños, adolescentes, jóvenes y adultos que lo consumen. Dora Ibáñez, cofundadora de las Madres del Pañuelo Negro, afirmó que en el barrio hoy hay más droga que antes. Melitón Chávez, vicario de la Solidaridad y párroco de El Salvador, coincide con ella. “Sí creo que existe un desastre humanitario en la Costanera”, afirma el sacerdote que trabaja en esta área desde hace siete años. Y advierte: “entiendo que otras zonas pobres del Gran San Miguel de Tucumán están igual o peor”.
La paradoja es que no se puede hablar de un Estado ausente. “Hay una situación de abandono aunque haya muchos agentes públicos trabajando en la Costanera. Vemos gente cumpliendo horarios, pero no metida con el corazón en una realidad que exige un compromiso personal inmenso”, observa el cura durante un diálogo en la parroquia ubicada en la calle Álvarez Condarco 810.
Abordaje ineficaz
Chávez expresa que el abordaje estatal de la pobreza carece, en general, de la profundidad necesaria para producir una transformación. “Tenemos dos escuelas y una tercera -secundaria- en construcción. Pero el hecho de que haya más hospitales no implica más salud; como el hecho de que haya más escuelas no significa que haya más educación”, matiza.
Los subsidios-ayudas-programas-políticas de seguridad oficiales no consiguen resultados porque no parten de la realidad que tiene La Costanera, según Chávez. “Sólo tienen posibilidades de prosperar las intervenciones sensibles con la crisis social y humana que hay en el barrio. La clave, en todos los casos, es el acompañamiento”, define.
Y ejemplifica que los centros sanitarios distribuyen leche para los niños, pero ocurre que algunas madres la venden. “Entonces, hay que seguir entregándola, pero sin dar por supuesto que llegará a los chiquitos. Es necesario hacer un acompañamiento del adulto para que la ayuda estatal cumpla su objetivo. Este debería ser el modelo para todo tipo de asistencia programada: no se puede dar por supuesto que los subsidios subsidian”, opina.
Actores y espectadores
Con el rostro serio, Chávez admite que son cada vez más frecuentes las muertes ligadas al paco (pasta base de la cocaína). “Por más que el adicto no se mate, uno lo ve y está muerto en vida. Esa expresión se ajusta perfectamente porque, como consecuencia de la droga, mueren los vínculos del consumidor y, de una forma u otra, este queda en la calle”, describe.
El sacerdote dice que el mismo aspecto de un drogadependiente ya dice mucho sobre su estado: “antes uno veía a los grupitos de adictos en las esquinas solamente de noche, ahora también pasa de día. Y están destruidos. En este mismo momento quizá haya chicos que estén entrando en el ‘paco’ y otros que estén saliendo, en el peor sentido”.
Pero eso no se sabe a ciencia cierta. Ocurre que faltan datos. Y el problema del déficit de información es tan grave como la circunstancia de que raramente se anota que el deceso de un adicto obedeció a la droga. Al respecto, Chávez expresa: “si no se quitan la vida a sí mismos o son asesinados en forma violenta, los adictos mueren porque los chocó un auto o por una enfermedad propia de su condición de extremada vulnerabilidad”.
Sin espíritu de lucha
El cura de La Costanera confiesa que siente que, lejos de mejorar, las cosas empeoran. Y eso pese a que pronto será inaugurada la segunda Fazenda de la Esperanza (centro de recuperación de adictos). Chávez manifiesta que lo más terrible es la naturalización de este desastre: “no hay espíritu de lucha y resistencia en la sociedad. Las marchas de repudio que hicimos profundizan el sufrimiento porque ni siquiera van los propios afectados. Que nos falte el deseo de dar batalla es el peor mal, tanto para los que padecen la pobreza y la droga como para los que son espectadores de este dolor”.
La paradoja es que no se puede hablar de un Estado ausente. “Hay una situación de abandono aunque haya muchos agentes públicos trabajando en la Costanera. Vemos gente cumpliendo horarios, pero no metida con el corazón en una realidad que exige un compromiso personal inmenso”, observa el cura durante un diálogo en la parroquia ubicada en la calle Álvarez Condarco 810.
Abordaje ineficaz
Chávez expresa que el abordaje estatal de la pobreza carece, en general, de la profundidad necesaria para producir una transformación. “Tenemos dos escuelas y una tercera -secundaria- en construcción. Pero el hecho de que haya más hospitales no implica más salud; como el hecho de que haya más escuelas no significa que haya más educación”, matiza.
Los subsidios-ayudas-programas-políticas de seguridad oficiales no consiguen resultados porque no parten de la realidad que tiene La Costanera, según Chávez. “Sólo tienen posibilidades de prosperar las intervenciones sensibles con la crisis social y humana que hay en el barrio. La clave, en todos los casos, es el acompañamiento”, define.
Y ejemplifica que los centros sanitarios distribuyen leche para los niños, pero ocurre que algunas madres la venden. “Entonces, hay que seguir entregándola, pero sin dar por supuesto que llegará a los chiquitos. Es necesario hacer un acompañamiento del adulto para que la ayuda estatal cumpla su objetivo. Este debería ser el modelo para todo tipo de asistencia programada: no se puede dar por supuesto que los subsidios subsidian”, opina.
Actores y espectadores
Con el rostro serio, Chávez admite que son cada vez más frecuentes las muertes ligadas al paco (pasta base de la cocaína). “Por más que el adicto no se mate, uno lo ve y está muerto en vida. Esa expresión se ajusta perfectamente porque, como consecuencia de la droga, mueren los vínculos del consumidor y, de una forma u otra, este queda en la calle”, describe.
El sacerdote dice que el mismo aspecto de un drogadependiente ya dice mucho sobre su estado: “antes uno veía a los grupitos de adictos en las esquinas solamente de noche, ahora también pasa de día. Y están destruidos. En este mismo momento quizá haya chicos que estén entrando en el ‘paco’ y otros que estén saliendo, en el peor sentido”.
Pero eso no se sabe a ciencia cierta. Ocurre que faltan datos. Y el problema del déficit de información es tan grave como la circunstancia de que raramente se anota que el deceso de un adicto obedeció a la droga. Al respecto, Chávez expresa: “si no se quitan la vida a sí mismos o son asesinados en forma violenta, los adictos mueren porque los chocó un auto o por una enfermedad propia de su condición de extremada vulnerabilidad”.
Sin espíritu de lucha
El cura de La Costanera confiesa que siente que, lejos de mejorar, las cosas empeoran. Y eso pese a que pronto será inaugurada la segunda Fazenda de la Esperanza (centro de recuperación de adictos). Chávez manifiesta que lo más terrible es la naturalización de este desastre: “no hay espíritu de lucha y resistencia en la sociedad. Las marchas de repudio que hicimos profundizan el sufrimiento porque ni siquiera van los propios afectados. Que nos falte el deseo de dar batalla es el peor mal, tanto para los que padecen la pobreza y la droga como para los que son espectadores de este dolor”.
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