Por Guillermo Monti
20 Junio 2015
Un poco fantasma, un poco demonio
La joven Quinn Brenner siente que su madre, fallecida poco tiempo atrás, está cerca. Al intentar contactarla pisa terreno peligroso y atrae un espíritu perverso. Su alma está en juego y sólo con la ayuda de Elise, una experimentada médium, Quinn puede encontrar la salvación.
¿Cómo transformar “La noche del demonio” en una saga sin abusar de recursos y personajes muy transitados? Rodando una precuela, por supuesto. Así que los hechos que se narran aquí son previos a las tenebrosas experiencias por las que atravesó la familia Lambert en las dos películas anteriores. Hay un poquito de honestidad creativa en la decisión. A fin de cuentas, podrían haber estirado la historia pisando con firmeza. Pero no.
Lo que explica este tercer capítulo de Insidious (el nombre original de la serie) es cómo nació la relación entre la psíquica Elise Rainer y la dupla de cazafantasmas que integran Specs y Tucker. Esos cruces entre la dama y los nerds proponen algunos pasajes de comedia que no encajan en la estructura de la película. Piezas sueltas, que más que descomprimir la tensión desorientan, En fin.
Se sabe que en la piel de Specs habita Leigh Whannell, guionista y motor creativo detrás de las entregas previas. Esta vez, además de actuar y de escribir, Whannell dirige. En esa silla venía sentándose el prolífico James Wan, corrido en esta ocasión al casillero de productor ejecutivo. El malayo Wan es una figura de moda en Hollywood gracias a los exitosos trabajos que viene firmando (“El conjuro” y “Rápidos y furiosos 7”), al punto que suena para dirigir la inminente “Aquaman”. Son las ligas mayores.
A “La noche del demonio” la alimentan las posesiones y los espantosos seres del más allá. Esta vez la atormentada es Quinn Brennan, a quien acecha un fantasma que respira con máscara de oxígeno. Toda una novedad. Quinn sufrió un accidente, tiene las piernas enyesadas y la pasa realmente mal.
Hay algunos pasajes muy bien logrados por Whannell. Uno, sobrecogedor, muestra a Quinn inmovilizada en el piso, mientras el fantasma va oscureciendo la habitación antes de hacerle algo horrible. Claro que está Elise, quien no teme caminar por esos mundos, decidida a ayudarla.
Lo que explica este tercer capítulo de Insidious (el nombre original de la serie) es cómo nació la relación entre la psíquica Elise Rainer y la dupla de cazafantasmas que integran Specs y Tucker. Esos cruces entre la dama y los nerds proponen algunos pasajes de comedia que no encajan en la estructura de la película. Piezas sueltas, que más que descomprimir la tensión desorientan, En fin.
Se sabe que en la piel de Specs habita Leigh Whannell, guionista y motor creativo detrás de las entregas previas. Esta vez, además de actuar y de escribir, Whannell dirige. En esa silla venía sentándose el prolífico James Wan, corrido en esta ocasión al casillero de productor ejecutivo. El malayo Wan es una figura de moda en Hollywood gracias a los exitosos trabajos que viene firmando (“El conjuro” y “Rápidos y furiosos 7”), al punto que suena para dirigir la inminente “Aquaman”. Son las ligas mayores.
A “La noche del demonio” la alimentan las posesiones y los espantosos seres del más allá. Esta vez la atormentada es Quinn Brennan, a quien acecha un fantasma que respira con máscara de oxígeno. Toda una novedad. Quinn sufrió un accidente, tiene las piernas enyesadas y la pasa realmente mal.
Hay algunos pasajes muy bien logrados por Whannell. Uno, sobrecogedor, muestra a Quinn inmovilizada en el piso, mientras el fantasma va oscureciendo la habitación antes de hacerle algo horrible. Claro que está Elise, quien no teme caminar por esos mundos, decidida a ayudarla.
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