Por Guillermo Monti
06 Junio 2015
Jude Law interpreta a un clon de 007 al que se le escapa un tiro por culpa de un estornudo. Jason Statham parece el héroe granítico e impasible de siempre, pero en realidad es un monumento a la torpeza que se ríe a gritos de sí mismo. Rose Byrne juega una villana cuyo cinismo y sofisticación apenas disimulan su inutilidad. Y está la enorme Miranda Hart, por supuesto, la analista de datos que termina a los revolcones nada menos que con 50 Cent. Los personajes que rodean a Melissa McCarthy son tan disfrutables que su Susan Cooper, protagonista de “Spy”, brilla con mayor intensidad.
La fulgurante carrera de McCarthy se sostiene tanto por su carisma como por su capacidad de hacer uso -y no abuso- de su gordura. McCarthy se toma en solfa sin ser grosera con su cuerpo. Contesta las estocadas verbales con ferocidad, a veces con inteligencia. Sabe además cuáles son las teclas adecuadas de la comedia física. Imposible no empatizar con ella.
En “Spy” la CIA es un agujero infestado de ratones y murciélagos; los agentes son de medio pelo -incluido el sexópata que interpreta Peter Serafinowicz-; el villano más despiadado es capaz de caer en todas las trampas; y al mundo sólo puede salvarlo Susan Cooper, que es el huracán McCarthy desatado.
No todos los gags ni todos los diálogos son magistrales, por supuesto. A los altibajos Paul Feig los resuelve recorriendo el mundo -a lo James Bond, claro- y manteniendo el pulso de la acción. La sociedad Feig-McCarthy viene produciendo un éxito tras otro (“Armadas y peligrosas”, “Damas en guerra”) y continuará nada menos que con la resurreción de “Los Cazafantasmas”, ahora con elenco femenino.
Hay un cameo de Ben Falcone, con quien McCarthy se divirtió a bordo de un avión en “Damas en guerra”. Hasta esos guiños se da el gusto de ensayar Susan Cooper, mientras marcha sin escalas hacia una secuela.
La fulgurante carrera de McCarthy se sostiene tanto por su carisma como por su capacidad de hacer uso -y no abuso- de su gordura. McCarthy se toma en solfa sin ser grosera con su cuerpo. Contesta las estocadas verbales con ferocidad, a veces con inteligencia. Sabe además cuáles son las teclas adecuadas de la comedia física. Imposible no empatizar con ella.
En “Spy” la CIA es un agujero infestado de ratones y murciélagos; los agentes son de medio pelo -incluido el sexópata que interpreta Peter Serafinowicz-; el villano más despiadado es capaz de caer en todas las trampas; y al mundo sólo puede salvarlo Susan Cooper, que es el huracán McCarthy desatado.
No todos los gags ni todos los diálogos son magistrales, por supuesto. A los altibajos Paul Feig los resuelve recorriendo el mundo -a lo James Bond, claro- y manteniendo el pulso de la acción. La sociedad Feig-McCarthy viene produciendo un éxito tras otro (“Armadas y peligrosas”, “Damas en guerra”) y continuará nada menos que con la resurreción de “Los Cazafantasmas”, ahora con elenco femenino.
Hay un cameo de Ben Falcone, con quien McCarthy se divirtió a bordo de un avión en “Damas en guerra”. Hasta esos guiños se da el gusto de ensayar Susan Cooper, mientras marcha sin escalas hacia una secuela.
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