Por Guillermo Monti
02 Mayo 2015
Dice Liam Neeson que ya es suficiente para él en esto de andar a las corridas, pistola en mano, matando y evitando que lo maten. Tal vez “Una noche para sobrevivir” encierre alguna metáfora en ese sentido. En junio cumplirá 63 años, edad jubilatoria en un género para el que Neeson se reiventó con formidable éxito.
Aquí Neeson es Jimmy Conlon, un perdedor nato en el juego de la vida, condenado a convivir con los peores fantasmas hasta que espía por una rendija la posibilidad de, al fin, hacer lo correcto. El más desalmado de los asesinos se derrite entonces al conocer a sus nietas. Son los segmentos más flojos de la historia, condescendientes a más no poder, como cuando Jimmy le explica a su hijo por qué abandonó a su suerte a la familia. La metamorfosis de Jimmy es forzada y, por ende, escasamente creíble. Mejor pasar a la acción.
Ed Harris comanda una banda de gangsters a lo Vito Corleone. Cuando le ofrecen una fortuna para participar en el tráfico de heroína, operación a la que su hijo pretende empujarlo, se niega rotundamente. Esta parte ya la había filmado Coppola.
Harris y Neeson están destinados a enfrentarse, por más que hayan crecido juntos. Es una amistad quebrada por la lealtad a sus hijos. Si de mafia hablamos, la familia siempre estará primero.
El catalán Collet-Serra -aquel de “La Huérfana”- mueve la cámara a toda velocidad, por momentos en plan PlayStation. El protagonismo de Nueva York es permanente y feliz; desde las luces del centro, los restaurantes y el Madison Square Garden hasta el corazón de Brooklyn. Collet-Serra se enamoró de la ciudad y allí ambienta las numerosas batallas que Jimmy y Mike Conlon deben sortear para llegar con vida al amanecer.
Common interpreta a un asesino absolutamente inexpresivo, al contrario del gran Vincent D’Onofrio, en la piel del (¿único?) policía incorruptible. A medida que crece la tensión, “Una noche para sobrevivir” se torna disfrutable.
Aquí Neeson es Jimmy Conlon, un perdedor nato en el juego de la vida, condenado a convivir con los peores fantasmas hasta que espía por una rendija la posibilidad de, al fin, hacer lo correcto. El más desalmado de los asesinos se derrite entonces al conocer a sus nietas. Son los segmentos más flojos de la historia, condescendientes a más no poder, como cuando Jimmy le explica a su hijo por qué abandonó a su suerte a la familia. La metamorfosis de Jimmy es forzada y, por ende, escasamente creíble. Mejor pasar a la acción.
Ed Harris comanda una banda de gangsters a lo Vito Corleone. Cuando le ofrecen una fortuna para participar en el tráfico de heroína, operación a la que su hijo pretende empujarlo, se niega rotundamente. Esta parte ya la había filmado Coppola.
Harris y Neeson están destinados a enfrentarse, por más que hayan crecido juntos. Es una amistad quebrada por la lealtad a sus hijos. Si de mafia hablamos, la familia siempre estará primero.
El catalán Collet-Serra -aquel de “La Huérfana”- mueve la cámara a toda velocidad, por momentos en plan PlayStation. El protagonismo de Nueva York es permanente y feliz; desde las luces del centro, los restaurantes y el Madison Square Garden hasta el corazón de Brooklyn. Collet-Serra se enamoró de la ciudad y allí ambienta las numerosas batallas que Jimmy y Mike Conlon deben sortear para llegar con vida al amanecer.
Common interpreta a un asesino absolutamente inexpresivo, al contrario del gran Vincent D’Onofrio, en la piel del (¿único?) policía incorruptible. A medida que crece la tensión, “Una noche para sobrevivir” se torna disfrutable.
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