19 Enero 2015
IMPROVISADOS. En lugar de reparar los levantamientos en el pavimento, han sido pintados con pintura amarilla para advertir a los conductores. Los falsos “lomos de burro” obligan a manejar en zig-zag. la gaceta / fotos de Jorge olmos sgrosso
La categoría de autopista le ha quedado demasiado grande a la ruta que rodea San Miguel de Tucumán de norte a sur por el este. Es que, si se tiene en cuenta que este tipo de caminos deben ser rápidos, seguros y admitir un volumen importante de tráfico, la Circunvalación está lejos de cumplir con esas condiciones; su pésimo estado de conservación y la ausencia de controles implica un riesgo constante para los miles de vehículos que la transitan.
Para muchos es el paso obligado para dirigirse hacia el norte o hacia el sur del país sin las complicaciones de entrar a la ciudad. Pero los baches, los cruces indebidos, la falta de señalización y demarcación, combinado con la ausencia de controles viales obligan a reducir la velocidad y abrir los ojos más que nunca. Un recorrido de punta a punta por la Circunvalación realizado por LA GACETA demuestra que el peligro está siempre latente y que la imagen que devuelve de la capital de nuestra provincia es deplorable.
Viajando en dirección norte-sur, en la zona de Las Talitas, donde la ruta nacional N° 9 se convierte en Circunvalación, un peligroso cruce comienza a mostrar la imprudencia: la mayoría de los conductores realizan una arriesgada vuelta en “U” para tomar la autopista en dirección al centro y el cartel que prohibe la maniobra parece no existir.
Más adelante, surge lo más curioso de todo el recorrido: además de los baches que minan todo el camino, aparecen unos levantamientos en la capa asfáltica que, en lugar de ser reparados, han sido pintados de amarillo como si se tratara de lomos de burro. Estos falsos “reductores de velocidad” que ocupan media calzada obligan a los conductores a manejar en zig-zag.
La falta de mantenimiento y los pastizales que crecen sin control son otra de las constantes a lo largo de los 11,3 kilómetros de la Circunvalación. Desde Las Talitas hasta el cruce con la avenida Benjamín Aráoz no existe la banquina y las roturas en el pavimento obligan a los vehículos a realizar maniobras bruscas. A partir de ahí, el asfalto mejora, pero aún escasean la señalización y la demarcación del camino.
El permanente cruce de vehículos, carros tracción a sangre, peatones y animales en casi todos los tramos también obligan a pisar el freno. Este problema se hace más presente en la zona que va desde el parque industrial hasta el cruce con la avenida Gobernador del Campo: acá, la transitada Circunvalación no es más que una avenida anárquica y caótica.
Para muchos es el paso obligado para dirigirse hacia el norte o hacia el sur del país sin las complicaciones de entrar a la ciudad. Pero los baches, los cruces indebidos, la falta de señalización y demarcación, combinado con la ausencia de controles viales obligan a reducir la velocidad y abrir los ojos más que nunca. Un recorrido de punta a punta por la Circunvalación realizado por LA GACETA demuestra que el peligro está siempre latente y que la imagen que devuelve de la capital de nuestra provincia es deplorable.
Viajando en dirección norte-sur, en la zona de Las Talitas, donde la ruta nacional N° 9 se convierte en Circunvalación, un peligroso cruce comienza a mostrar la imprudencia: la mayoría de los conductores realizan una arriesgada vuelta en “U” para tomar la autopista en dirección al centro y el cartel que prohibe la maniobra parece no existir.
Más adelante, surge lo más curioso de todo el recorrido: además de los baches que minan todo el camino, aparecen unos levantamientos en la capa asfáltica que, en lugar de ser reparados, han sido pintados de amarillo como si se tratara de lomos de burro. Estos falsos “reductores de velocidad” que ocupan media calzada obligan a los conductores a manejar en zig-zag.
La falta de mantenimiento y los pastizales que crecen sin control son otra de las constantes a lo largo de los 11,3 kilómetros de la Circunvalación. Desde Las Talitas hasta el cruce con la avenida Benjamín Aráoz no existe la banquina y las roturas en el pavimento obligan a los vehículos a realizar maniobras bruscas. A partir de ahí, el asfalto mejora, pero aún escasean la señalización y la demarcación del camino.
El permanente cruce de vehículos, carros tracción a sangre, peatones y animales en casi todos los tramos también obligan a pisar el freno. Este problema se hace más presente en la zona que va desde el parque industrial hasta el cruce con la avenida Gobernador del Campo: acá, la transitada Circunvalación no es más que una avenida anárquica y caótica.
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