Balada para un corredor

Balada para un corredor

Los que corren dicen que las excusas se detuvieron cuando empezaron a correr. Que son libres porque siempre están corriendo. Que correr es su tiempo a solas, su terapia, su religión. Que correr por la mañana los bendice para el resto del día. Que correr es un deporte mental, pero los que corren están locos. Aquí, las razones por las que cada vez más personas salen a correr.

Sólo el camino y vos

Nadie te lo enseñó. Ni sabés por dónde te vino el gusto. Tal vez lo traías impreso. O lo aprendiste mirando a los demás. Los has visto muchas veces. Algunos salen temprano, cuando clarea. Otros se calcinan con el sol de la siesta. Y hay quienes doblegan al cansancio por la noche. Están locos. Se deshidratan, buscan una canilla, lamen la sal de su transpiración, se les afloja el cuerpo. Trotan en una avenida, trepan una montaña, dan vueltas alrededor de un parque, corren, corren y corren. Miran hacia adelante, cuando pueden. Miran sus pies, cuando ya no dan más. A veces, van en grupos. Otras, salen solos. Igual, siempre están tratando de ganarle a alguien. Y si no tienen contra quién competir, se ganan a sí mismos. Se les caen las uñas de los pies. Les salen ampollas. Se acalambran. Sienten puntadas en la panza. Sufren. Gozan. Mientras corren, proyectan sus días o resuelven problemas. Los has visto muchas veces. Y de ellos te has contagiado. Has empezado caminando. Después corrías sólo unas cuadras. Y finalmente te animaste a pisar kilómetros. Kilómetros. Y más kilómetros. Hoy sos como ellos. Como los locos. Decís que corrés porque querés. Y hasta cuando no querés, corrés. Decís que cuando llegás, te sentís dueño del mundo. Que sos capaz de estar donde tus pies te quieran llevar. Que has nacido para correr.

Trotar para vivir

El running se ha transformado en un fenómeno, del que esta provincia no es ajena; al contrario. Cada vez más tucumanos se suman a la marea humana que atraviesa las calles. Marcelo Villagra -director de un grupo de entrenamiento- confirma lo sabido: en los últimos tiempos, muchas personas se han entusiasmado con correr al aire libre. “Me asombra la cantidad de gente que se ha enganchado”, dice.

Las razones, a su juicio, son varias. Por un lado, hay un fenómeno de contagio colectivo. Por el otro, en el caso de Tucumán, existen ventajas geográficas. “Aquí, uno se encuentra a 15 minutos de una senda de montaña. Eso no lo tienen las demás provincias”, compara.

Otro aspecto que ha hecho que el running goce de popularidad es la búsqueda de una mejor calidad de vida. Quienes lo practican tienen una edad promedio de entre 30 y 45 años y, a diferencia de la generación que les antecede, sus objetivos han cambiado. “Quieren disfrutar”, evalúa el preparador físico. Por último, en comparación con otras disciplinas, es más barata.

La pista de culto

Sea cual fuere el motivo, la avenida Perón, en la ciudad de Yerba Buena, se ha transformado en un hormiguero humano. Es la pista de culto de los deportistas, la meca de los runners. Correr ahí está de moda. Atrás quedó la popularidad del Parque 9 de Julio, cuna de afamados maratonistas.

“La ventaja de esa avenida es que conduce a los cerros. Un día cualquiera, además de los corredores que se ven en las platabandas, hay decenas más en las sendas de Horco Molle”, explica Sergio Acuña, director de una academia de carreras de aventuras.

Y esos entrenamientos semanales tienen su correlato. En promedio, en lo que va del año, esa calle ha sido usada como el punto de largada de cuatro carreras por mes. Los fines de semana los atletas acuden en masa a las competiciones, especialmente a las solidarias.

Deporte y solidaridad

De hecho, las maratones a beneficio han contribuido a la expansión del bom. Félix Paz Posse -de Eco Aconquija- dice que cuando se juntan la solidaridad y el deporte, los competidores hallan una doble motivación. “Hay muchas personas que corren, pero a veces no se animan a competir. Si hay un fin solidario, en cambio, se inscriben”.

Enseguida, el organizador aporta números que acreditan sus dichos. En las carreras que se hicieron para juntar fondos para el odontólogo Diego Gavilán y para la arquitecta Dolores Boero corrieron unas 1.200 personas, en cada una. Con Romina Roda se solidarizaron otros 600 corredores. En la maratón de Osde se anotaron 1.700 atletas. En la de Tarjeta Nativa hubo 1.200 inscriptos. Para la carrera de Neutrógena largaron 700 deportistas, mujeres, en su mayoría.



Zapatillas rosas

Ese es otro aspecto. También el running femenino está en alza. Algo insospechado hace 40 años, cuando las mujeres tenían prohibido participar en maratones.

Sandro del Río -de EcoAtletas- dice que en las últimas carreras que ha organizado ha debido hasta triplicar las categorías femeninas. “Las mujeres están obteniendo buenos resultados, incluso en las competiciones de ultrafondo”, agrega Del Río, quien, justamente, desde hace más de una década organiza la carrera internacional “Yerba Buena - Tafí del Valle”, de 80 kilómetros.

María Eugenia Gallardo -fonoaudióloga y corredora- da cuenta de sus dichos. Hace unos meses, acabó primera en su categoría y segunda en la general, en una competencia de 80 kilómetros en Córdoba. “Cuando empecé, me creía incapaz de trotar tres cuadras seguidas. Aprendí que todo llega con el tiempo. Este deporte es mágico”, dice.

El poder en sus pies

El placer de correr -ese del que habla María Eugenia- atraviesa el discurso de todos los adeptos al running. A Pablo Juárez, por ejemplo, le cambia el humor. “Luego de un trote, me siento alegre. Además, descanso mejor a la noche”, dice este profesional, de 45 años. Clara Díaz -empresaria, 39 años- cuenta que en su trabajo atraviesa situaciones estresantes. Entonces, para ella salir a trotar “es una terapia”.

Y es que el vínculo entre correr, sentirse bien y querer volver a correr tiene una explicación biológica. La actividad física genera en el cerebro unos neurotransmisores del placer. Por eso, quienes están acostumbrados a correr y por alguna razón deben dejar de hacerlo, sufren síndrome de abstinencia.

En definitiva, correr es una manera de sentirse vivo. De cruzar metas. De gritarle al mundo que aquí estamos. Porque cada kilómetro que queda atrás, a cada instante que la mente le dice al cuerpo que no se detenga, renacemos. Bienvenidos los locos.

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