Por Alicia Liliana Fernández
14 Noviembre 2014
NADA DE SOLEMNIDAD. Horacio Lavandera predica tanto con las teclas como con las palabras. la gaceta / foto de analia jaramillo
“La idea de este concierto es convocar a todo tipo de público, pensando en quienes vengan por primera vez. Es parte de una gira nacional organizada por el Ministerio de Cultura, y siempre incluimos obras de compositores argentinos”. Horacio Lavandera devora una barrita de cereal en un alto del ensayo. Leve, sutil, habla en voz baja, pero su delicadeza no enmascara la firmeza de sus convicciones ni la exactitud de sus dedos sobre las teclas.
- Mozart figura siempre en tu programa, interpretándolo o dirigiéndolo...
- Es un placer, es el paradigma de la música clásica. Si algo está cerca de la perfección, ello es su música.
- Y Beethoven, el otro gigante...
- Se acerca mucho a Mozart, en un sistema equilibrado de perfección donde se vuelcan todas las emociones, siempre buscando un marco de contención fenomenal.
- En 2013 viniste con el ciclo La música y la ciencia (con el matemático Pablo Amster). ¿Ya terminó?
- No se terminó; recién empieza. Ahora se trata de unir fuerzas para crear un instituto donde se pueda investigar y crear música desde Argentina, que abarque las ciencias y un trabajo de programación, de conquista del espacio sonoro. Puede ser que salga en la TV. Llevamos 10 realizados, incluso el que grabamos en este teatro. Estamos muy entusiasmados. En nuestro país estas políticas fueron siempre muy postergadas. Hay grupos de poder a quienes no les interesa que todos tengan acceso a la cultura y a la educación, eso está muy claro a lo largo de 200 años en la Argentina. Hay que propiciar la continuidad del estímulo a la cultura y a la ciencia, para que el que quiera dedicarse no tenga que irse irremediablemente del país.
- Sos muy joven; hacés muchas cosas...
- No hago tantas, pero me dedico en profundidad. Estudio todo el día. También compongo y dirijo, pero estas son actividades complementarias. Lo central es mi carrera como pianista.
- Además promovés la música contemporánea. ¿Cómo ves el panorama argentino?
- Soy muy optimista. Estoy armando un ciclo para Canal Encuentro: hicimos unos programas dedicados a la nueva creación, sobre cuatro brillantes compositores argentinos que son más jóvenes que yo: Lucas Fagin, Facundo Negri, Julián Galay y Augusto Arias. Es una generación muy especial, que tiene que crecer luego de la generación del éxodo. Venimos sin ninguna referencia, no hay músicos que vivan de la composición. Se necesita un ambiente propicio de nivel técnico musical, la gran falencia en Argentina en los últimos 70 años. Esto no permite que un compositor quiera hacer obras de riesgo técnico, y que se puedan llevar a cabo, entonces siempre hubo vacíos y dificultades para ver plasmadas las obras.
- ¿Qué hace falta para estimular la creación y la calidad musical?
- Se trata de enriquecer y de actualizar el quehacer técnico de la música, de poder imprimir las emociones; y un marco sistémico que lo permita, no que el músico tenga que desplegarse en varios trabajos para poder vivir. Que queden atrás la dejadez, la realidad de que casi por obligación tengan que salir al exterior. Por décadas todo quedó en manos de fundaciones privadas y no dio resultados positivos; tiene que actuar el Estado con politicas inclusivas, porque hay talento en todos los niveles sociales y las posibilidades tienen que ser para todos.
- Tocás el piano desde los seis años. ¿En qué otra profesión te ves?
- Me hubiera gustado entrar al Instituto Balseiro, y me habría dedicado a la astrofísica.
El rostro del hombre serio de 30 años no ha cambiado mucho desde los 16, cuando ganó el concurso internacional en la Scala de Milán, que determinó sus estudios en España y en Italia, el reconocimiento mundial y sus esperados conciertos, de Tokio a Nueva York. Bien podría dedicarse exclusivamente a la ajetreada agenda de su expertise, pero él ha elegido involucrarse en unos cuantos proyectos y abarcar la música como un estadista.
ESTA NOCHE
• A las 22, en el Teatro San Martín (avenida Sarmiento 601). Entrada libre y gratuita
- Mozart figura siempre en tu programa, interpretándolo o dirigiéndolo...
- Es un placer, es el paradigma de la música clásica. Si algo está cerca de la perfección, ello es su música.
- Y Beethoven, el otro gigante...
- Se acerca mucho a Mozart, en un sistema equilibrado de perfección donde se vuelcan todas las emociones, siempre buscando un marco de contención fenomenal.
- En 2013 viniste con el ciclo La música y la ciencia (con el matemático Pablo Amster). ¿Ya terminó?
- No se terminó; recién empieza. Ahora se trata de unir fuerzas para crear un instituto donde se pueda investigar y crear música desde Argentina, que abarque las ciencias y un trabajo de programación, de conquista del espacio sonoro. Puede ser que salga en la TV. Llevamos 10 realizados, incluso el que grabamos en este teatro. Estamos muy entusiasmados. En nuestro país estas políticas fueron siempre muy postergadas. Hay grupos de poder a quienes no les interesa que todos tengan acceso a la cultura y a la educación, eso está muy claro a lo largo de 200 años en la Argentina. Hay que propiciar la continuidad del estímulo a la cultura y a la ciencia, para que el que quiera dedicarse no tenga que irse irremediablemente del país.
- Sos muy joven; hacés muchas cosas...
- No hago tantas, pero me dedico en profundidad. Estudio todo el día. También compongo y dirijo, pero estas son actividades complementarias. Lo central es mi carrera como pianista.
- Además promovés la música contemporánea. ¿Cómo ves el panorama argentino?
- Soy muy optimista. Estoy armando un ciclo para Canal Encuentro: hicimos unos programas dedicados a la nueva creación, sobre cuatro brillantes compositores argentinos que son más jóvenes que yo: Lucas Fagin, Facundo Negri, Julián Galay y Augusto Arias. Es una generación muy especial, que tiene que crecer luego de la generación del éxodo. Venimos sin ninguna referencia, no hay músicos que vivan de la composición. Se necesita un ambiente propicio de nivel técnico musical, la gran falencia en Argentina en los últimos 70 años. Esto no permite que un compositor quiera hacer obras de riesgo técnico, y que se puedan llevar a cabo, entonces siempre hubo vacíos y dificultades para ver plasmadas las obras.
- ¿Qué hace falta para estimular la creación y la calidad musical?
- Se trata de enriquecer y de actualizar el quehacer técnico de la música, de poder imprimir las emociones; y un marco sistémico que lo permita, no que el músico tenga que desplegarse en varios trabajos para poder vivir. Que queden atrás la dejadez, la realidad de que casi por obligación tengan que salir al exterior. Por décadas todo quedó en manos de fundaciones privadas y no dio resultados positivos; tiene que actuar el Estado con politicas inclusivas, porque hay talento en todos los niveles sociales y las posibilidades tienen que ser para todos.
- Tocás el piano desde los seis años. ¿En qué otra profesión te ves?
- Me hubiera gustado entrar al Instituto Balseiro, y me habría dedicado a la astrofísica.
El rostro del hombre serio de 30 años no ha cambiado mucho desde los 16, cuando ganó el concurso internacional en la Scala de Milán, que determinó sus estudios en España y en Italia, el reconocimiento mundial y sus esperados conciertos, de Tokio a Nueva York. Bien podría dedicarse exclusivamente a la ajetreada agenda de su expertise, pero él ha elegido involucrarse en unos cuantos proyectos y abarcar la música como un estadista.
ESTA NOCHE
• A las 22, en el Teatro San Martín (avenida Sarmiento 601). Entrada libre y gratuita
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