Por Carlos Páez de la Torre H
05 Octubre 2014
PRIMER ESCUDO. En 1900, el escribano Agustín Sal certificó el escudo que Tucumán utilizaba en 1819, o sea en los comienzos de su existencia autónoma
A diferencia de lo que ocurre en otras provincias, entre las efemérides de Tucumán no ha figurado nunca la fecha de “la autonomía”: es decir, el momento en que la provincia empezó a manejar sus propios destinos y dejó de estar subordinada a otra. No sabemos la razón. Acaso ocurre porque nuestra autonomía no fue resultado de pronunciamientos, sino que tuvo origen impecablemente legal. La instituyó un decreto –de considerandos muy elogiosos- emitido por la autoridad central de las Provincias Unidas del Río de la Plata. O tal vez porque, para celebraciones, tenemos sucesos de mucha mayor importancia histórica, como la Batalla de Tucumán en 1812, o la Declaración de la Independencia en 1816.
Sea como fuere, se cumplen exactamente dos siglos de la creación de la “Provincia de Tucumán” y corresponde echar una mirada al hecho y a los antecedentes.
“Gobernación”
Por cédula real del 29 de agosto de 1563, Felipe II creó la “Gobernación de Tucumán”, cuya capital estaba en Santiago del Estero. Su jurisdicción abarcaba unos 700.000 kilómetros cuadrados, extensión que comprendía a siete de las actuales provincias argentinas: Santiago del Estero (fundada en 1553); Tucumán (1565), Córdoba (1573), Salta (1582), La Rioja (1591), Jujuy (1593) y Catamarca (1683).
El conquistador Francisco de Aguirre fue el primer titular de la gobernación, en cuyos asuntos políticos entendía el virrey del Perú, mientras la flamante Audiencia de Charcas se encargaba de los judiciales.
Los años fueron pasando. En 1776, Carlos III creó el Virreinato de Río de la Plata: era el último de los que se establecieron en los dominios españoles de América. Tenía su capital en Buenos Aires y lo integraban todo lo que son hoy la República Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, además de porciones de Chile y del Brasil. Su primer virrey fue don Pedro de Ceballos.
Intendencias
Volvieron a pasar los años. Pocos, esta vez: el 28 de enero de 1782, Carlos III dictó la Real Ordenanza de Intendentes, que instauraba un nuevo sistema administrativo: el de las “Intendencias”. Por el mismo, el territorio del Virreinato quedaba dividido en 8 Intendencias y 4 “provincias subordinadas”.
La “Intendencia de Buenos Aires” comprendía toda la actual provincia de ese nombre, el litoral y toda la Patagonia; la de “Córdoba del Tucumán”, que se constituía con las actuales Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja; la de “San Miguel de Tucumán”, con Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y Santiago, y la “del Paraguay”, que abarcaba el este de esa actual república.
En la zona altoperuana, estaban la “Intendencia de la Paz”, entre los Andes y el lago Titicaca; la “de Cochabamba”, entre los Andes y la llanura de Santa Cruz; la “de Charcas”, entre el Río Pilcomayo y el Río Grande y la “de Potosí”, en el sector sur del altiplano y con costa sobre el Pacífico. Las “provincias subordinadas” eran Moxos y Chiquitos, en Bolivia; Montevideo, en la Banda Oriental, y Las Misiones, en territorio guaraní.
Salta y no Tucumán
Pero sucedió que el virrey Juan José de Vértiz no estuvo de acuerdo con que existiera la “Intendencia de San Miguel de Tucumán”. Junto con el Intendente de Ejército, Manuel Joaquín Fernández, expresaron al monarca que “la Intendencia que se manda erigir en San Miguel de Tucumán, nos parece que debe tener por capital y residencia del gobernador a la ciudad de Salta, con la jurisdicción extensiva a las de Catamarca, Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán y Jujuy”.
Carlos III estuvo de acuerdo y, el 5 de agosto de 1783, incorporó a la ordenanza unas “declaraciones adicionales”. De acuerdo a ellas, en lugar de la “Intendencia de San Miguel de Tucumán”, se establecía la “Intendencia de Salta del Tucumán”, con capital en Salta y jurisdicción sobre Salta, Jujuy, San Miguel de Tucumán, Santiago y Catamarca. Su primer gobernador-intendente fue el general Andrés Mestre. Como se advierte, por entonces todo lo que es hoy la provincia de Tucumán, se denominaba “San Miguel de Tucumán”, nombre hoy circunscripto a la capital.
Se crea la provincia
Así estaban las cosas cuando se produjo la revolución del 25 de mayo de 1810. Como es conocido, siguió la guerra de la Independencia, con las tres infortunadas campañas al Alto Perú y, entre la primera y la segunda de ellas, las victorias de Tucumán y de Salta.
El 8 de octubre de 1814, el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, doctor Gervasio Posadas, tras “dictamen y consulta de mi Consejo de Estado”, emitió un decreto de cinco artículos.
El primero disponía que “el territorio que comprenden los Pueblos del Tucumán, Santiago del Estero y Valle de Catamarca, formará desde hoy una Provincia del Estado, con la denominación de Provincia del Tucumán”, y “sus límites serán las respectivas jurisdicciones de los referidos pueblos”.
Capitales y autoridades
Expresaba el segundo que “las ciudades de Salta, Jujuy, Oran, Tarija y Santa María, formarán desde hoy una Provincia del Estado, conservando la misma denominación de ‘Provincia de Salta’ con que era conocida antes de ser desmembrada, y teniendo por límites las jurisdicciones respectivas de los mismos pueblos que la integran”.
De acuerdo al tercer artículo, “ambas Provincias serán regidas por Gobernadores Intendentes, con las mismas facultades, derechos, prerrogativas, y dependencias que las otras del Estado”. El cuarto decía que “las ciudades de Salta y Tucumán serán las Capitales de las Provincias de su nombre, y tendrán en ellas su residencia ordinaria los Gobernadores Intendentes”. Finalmente, el artículo quinto resolvía que “ambas Provincias nombrarán y tendrán sus Representantes en la Asamblea General Constituyente, en la forma que previenen las leyes del Estado con respecto a las demás”.
“Glorioso pueblo”
La medida tenía largos considerandos. Empezaban teniendo en cuenta que “hecha la Provincia de Salta, de algún tiempo a esta parte, el teatro de la guerra, son incalculables las calamidades que ha sufrido, y el atraso consecuente en que han quedado todos los ramos que hacían la prosperidad de sus pueblos”. Agregaba que “libre ya del poder de los enemigos, ha sido mi primer cuidado el meditar los arbitrios de reparar los males que la afligen, y he creído el más importante el dividir su territorio en dos Provincias, para que constituidos en ellas, jefes condecorados y expertos puedan consagrar, exclusivamente y con menos obstáculos, todo su celo a la reparación de los quebrantos que ha padecido”.
Además de “esta idea”, tenía “la de distinguir en algún modo al glorioso pueblo del Tucumán que ha rendido tan señalados servicios a la Patria”.
De ese modo, Tucumán vino a ser una provincia autónoma, con dos subordinadas. El Director Supremo nombró (14 de noviembre) al coronel mayor Bernabé Aráoz como “gobernador intendente” de la flamante Provincia de Tucumán. Este dejó entonces el cargo de gobernador-intendente de Salta, que desempeñaba desde abril, para asumir la nueva función.
Desgajamientos
El 30 de noviembre, Aráoz dirigió al Cabildo de Tucumán una escueta nota: “He sido llamado por la Supremacía del Estado al mando de esta nueva Provincia, y siendo previo prestar ante V.S. el juramento debido, podrá disponer el día de mañana para practicar mi recepción de Gobernador Intendente de ella”. Así, juró el cargo ante los cabildantes en la jornada siguiente, 1 de diciembre de 1814.
Al iniciarse la etapa de guerras civiles a partir de 1820, las subordinadas fueron declarándose autónomas por propia decisión. Primero lo hizo Santiago del Estero, el 27 de abril de 1820: asumió su mando (que retendría por espacio de 31 años) el general Juan Felipe Ibarra. El 25 de agosto de 1821, Catamarca tomó idéntica decisión: su primer gobernador de la autonomía fue don Nicolás Avellaneda y Tula.
Con estos desgajamientos, La Provincia de Tucumán quedaría, desde entonces, reducida a su territorio actual.
Sea como fuere, se cumplen exactamente dos siglos de la creación de la “Provincia de Tucumán” y corresponde echar una mirada al hecho y a los antecedentes.
“Gobernación”
Por cédula real del 29 de agosto de 1563, Felipe II creó la “Gobernación de Tucumán”, cuya capital estaba en Santiago del Estero. Su jurisdicción abarcaba unos 700.000 kilómetros cuadrados, extensión que comprendía a siete de las actuales provincias argentinas: Santiago del Estero (fundada en 1553); Tucumán (1565), Córdoba (1573), Salta (1582), La Rioja (1591), Jujuy (1593) y Catamarca (1683).
El conquistador Francisco de Aguirre fue el primer titular de la gobernación, en cuyos asuntos políticos entendía el virrey del Perú, mientras la flamante Audiencia de Charcas se encargaba de los judiciales.
Los años fueron pasando. En 1776, Carlos III creó el Virreinato de Río de la Plata: era el último de los que se establecieron en los dominios españoles de América. Tenía su capital en Buenos Aires y lo integraban todo lo que son hoy la República Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, además de porciones de Chile y del Brasil. Su primer virrey fue don Pedro de Ceballos.
Intendencias
Volvieron a pasar los años. Pocos, esta vez: el 28 de enero de 1782, Carlos III dictó la Real Ordenanza de Intendentes, que instauraba un nuevo sistema administrativo: el de las “Intendencias”. Por el mismo, el territorio del Virreinato quedaba dividido en 8 Intendencias y 4 “provincias subordinadas”.
La “Intendencia de Buenos Aires” comprendía toda la actual provincia de ese nombre, el litoral y toda la Patagonia; la de “Córdoba del Tucumán”, que se constituía con las actuales Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja; la de “San Miguel de Tucumán”, con Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y Santiago, y la “del Paraguay”, que abarcaba el este de esa actual república.
En la zona altoperuana, estaban la “Intendencia de la Paz”, entre los Andes y el lago Titicaca; la “de Cochabamba”, entre los Andes y la llanura de Santa Cruz; la “de Charcas”, entre el Río Pilcomayo y el Río Grande y la “de Potosí”, en el sector sur del altiplano y con costa sobre el Pacífico. Las “provincias subordinadas” eran Moxos y Chiquitos, en Bolivia; Montevideo, en la Banda Oriental, y Las Misiones, en territorio guaraní.
Salta y no Tucumán
Pero sucedió que el virrey Juan José de Vértiz no estuvo de acuerdo con que existiera la “Intendencia de San Miguel de Tucumán”. Junto con el Intendente de Ejército, Manuel Joaquín Fernández, expresaron al monarca que “la Intendencia que se manda erigir en San Miguel de Tucumán, nos parece que debe tener por capital y residencia del gobernador a la ciudad de Salta, con la jurisdicción extensiva a las de Catamarca, Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán y Jujuy”.
Carlos III estuvo de acuerdo y, el 5 de agosto de 1783, incorporó a la ordenanza unas “declaraciones adicionales”. De acuerdo a ellas, en lugar de la “Intendencia de San Miguel de Tucumán”, se establecía la “Intendencia de Salta del Tucumán”, con capital en Salta y jurisdicción sobre Salta, Jujuy, San Miguel de Tucumán, Santiago y Catamarca. Su primer gobernador-intendente fue el general Andrés Mestre. Como se advierte, por entonces todo lo que es hoy la provincia de Tucumán, se denominaba “San Miguel de Tucumán”, nombre hoy circunscripto a la capital.
Se crea la provincia
Así estaban las cosas cuando se produjo la revolución del 25 de mayo de 1810. Como es conocido, siguió la guerra de la Independencia, con las tres infortunadas campañas al Alto Perú y, entre la primera y la segunda de ellas, las victorias de Tucumán y de Salta.
El 8 de octubre de 1814, el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, doctor Gervasio Posadas, tras “dictamen y consulta de mi Consejo de Estado”, emitió un decreto de cinco artículos.
El primero disponía que “el territorio que comprenden los Pueblos del Tucumán, Santiago del Estero y Valle de Catamarca, formará desde hoy una Provincia del Estado, con la denominación de Provincia del Tucumán”, y “sus límites serán las respectivas jurisdicciones de los referidos pueblos”.
Capitales y autoridades
Expresaba el segundo que “las ciudades de Salta, Jujuy, Oran, Tarija y Santa María, formarán desde hoy una Provincia del Estado, conservando la misma denominación de ‘Provincia de Salta’ con que era conocida antes de ser desmembrada, y teniendo por límites las jurisdicciones respectivas de los mismos pueblos que la integran”.
De acuerdo al tercer artículo, “ambas Provincias serán regidas por Gobernadores Intendentes, con las mismas facultades, derechos, prerrogativas, y dependencias que las otras del Estado”. El cuarto decía que “las ciudades de Salta y Tucumán serán las Capitales de las Provincias de su nombre, y tendrán en ellas su residencia ordinaria los Gobernadores Intendentes”. Finalmente, el artículo quinto resolvía que “ambas Provincias nombrarán y tendrán sus Representantes en la Asamblea General Constituyente, en la forma que previenen las leyes del Estado con respecto a las demás”.
“Glorioso pueblo”
La medida tenía largos considerandos. Empezaban teniendo en cuenta que “hecha la Provincia de Salta, de algún tiempo a esta parte, el teatro de la guerra, son incalculables las calamidades que ha sufrido, y el atraso consecuente en que han quedado todos los ramos que hacían la prosperidad de sus pueblos”. Agregaba que “libre ya del poder de los enemigos, ha sido mi primer cuidado el meditar los arbitrios de reparar los males que la afligen, y he creído el más importante el dividir su territorio en dos Provincias, para que constituidos en ellas, jefes condecorados y expertos puedan consagrar, exclusivamente y con menos obstáculos, todo su celo a la reparación de los quebrantos que ha padecido”.
Además de “esta idea”, tenía “la de distinguir en algún modo al glorioso pueblo del Tucumán que ha rendido tan señalados servicios a la Patria”.
De ese modo, Tucumán vino a ser una provincia autónoma, con dos subordinadas. El Director Supremo nombró (14 de noviembre) al coronel mayor Bernabé Aráoz como “gobernador intendente” de la flamante Provincia de Tucumán. Este dejó entonces el cargo de gobernador-intendente de Salta, que desempeñaba desde abril, para asumir la nueva función.
Desgajamientos
El 30 de noviembre, Aráoz dirigió al Cabildo de Tucumán una escueta nota: “He sido llamado por la Supremacía del Estado al mando de esta nueva Provincia, y siendo previo prestar ante V.S. el juramento debido, podrá disponer el día de mañana para practicar mi recepción de Gobernador Intendente de ella”. Así, juró el cargo ante los cabildantes en la jornada siguiente, 1 de diciembre de 1814.
Al iniciarse la etapa de guerras civiles a partir de 1820, las subordinadas fueron declarándose autónomas por propia decisión. Primero lo hizo Santiago del Estero, el 27 de abril de 1820: asumió su mando (que retendría por espacio de 31 años) el general Juan Felipe Ibarra. El 25 de agosto de 1821, Catamarca tomó idéntica decisión: su primer gobernador de la autonomía fue don Nicolás Avellaneda y Tula.
Con estos desgajamientos, La Provincia de Tucumán quedaría, desde entonces, reducida a su territorio actual.
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