Por Guillermo Monti
27 Septiembre 2014
Cine catástrofe era el de antes
Sobre la pequeña ciudad de Silverton (Oklahoma) confluyen los más devastadores frentes de tormenta, capaces de generar tornados de una intensidad nunca antes vista. El momento no puede ser menos indicado: es el día de graduación en la escuela secundaria. Mientras, un equipo de “cazatormentas” intenta llegar al corazón del fenómeno.
Si su intención es asombrarse al compás del caos que un tornado puede provocar, la película es pródiga en vacas voladoras, edificios que se descuajeringan como si fueran mazos de cartas y hasta aviones que vuelan contra su voluntad. Todo con una precisión técnica digna de Steven Quale, que por algo dirigió la segunda unidad de “Avatar”. O sea que aprendió junto a James Cameron cómo es esto del cine en plan de abrumadora parafernalia visual.
De lo que carece “En el tornado” es de una historia, de personajes con los cuales empatizar, de diálogos más o menos creíbles. Es tan emocionante como mirar tornados -los verdaderos- en YouTube, ejercicio que además es gratis y no implica comprobar que a Richard Armitage no le sale un gesto ni de casualidad. La tormenta puede poner en peligro la vida de su hijo y él sigue con cara de Thorin Escudo de Roble.
El resto del reparto no ayuda, con el agregado de que a Sarah Wayne Callies le costará horrores desprenderse de la Lori Grimes de “The walking dead”. Con ella en la pantalla, siempre estará la sensación de que puede haber un zombi cerca.
Quale emplea el archiutilizado recurso del falso documental para contar cómo el tornado más espantoso de todos los tiempos arrolla Silverton y alrededores. Nada nuevo bajo el sol desde lo narrativo, más bien una sucesión de lugares comunes, como el mensaje de los chicos agonizantes a los suyos. “Te amo, papá”, dice Donnie (Max Deacon) con el agua al cuello, mientras todos sabemos que, acto seguido, van a salvarlo.
Previsible y estereotipada, la película despierta y propone alguna sacudida cuando devela -por ejemplo- que hay “tornados de fuego”. Y así como vienen, se van.