Por Federico Diego van Mameren
31 Agosto 2014
No sólo los gobernantes están en otra; la sociedad en general, también. El presente es un tiempo que no se conjuga. El pasado reciente (específicamente de estos últimos 12 años) y el futuro han desenvainado el florete y, en un duelo desenfrenado, se devoran cada minuto que pasa.
Es la primera vez que la Argentina –y, por consiguiente, Tucumán- termina un ciclo de gobierno tan largo. Eso ha incidido directamente en que la transición se ha adelantado. La experiencia indica que seis meses antes del cambio, los gobiernos y la sociedad ingresan en la transición. Esta vez se ha adelantado.
En las transiciones no pasa nada. En realidad, todo lo que ocurre es que quienes administran el poder trabajan a destajo para que quien los suceda sea del mismo equipo, pero también para dejar todo ordenado para aquellos que ocupen el lugar. Los demás piensan, hacen cálculos y analizan a quién le delegarán el poder. Aunque alguien se desvele y le encuentre los beneficios de que Santiago del Estero se convierta en la Capital Federal, la realidad es que no se hará ni se pondrá en práctica si es que quienes tomen el poder el año que viene no quieran hacerlo. Algo parecido ocurrió con el traslado de la Cárcel. Se quedará en Villa Urquiza simplemente porque no saben quién la va a inaugurar. El alperovichismo, ese que se llevaba por delante acordadas de la Corte Suprema de Justicia u opiniones de instituciones intermedias, no puede desconocer que ha terminado su ciclo. Aún cuando lograre llegar una persona elegida por el dedo del actual gobernador, será otro, con un equipo diferente.
El paro de este semana es también una muestra de que los argentinos están en el proceso de transición. La huelga vivida quedó reducida a una pelea entre Hugo Moyano vs. Cristina. No fue un paro de todo el país, aún cuando pudiera haber reclamos que los una. Es innegable que la política impositiva y el ahogo inflacionario arrasa con un alto porcentaje de trabajadores, pero ese empleado no está dispuesto a dejar su trabajo porque, indudablemente, está evaluando otras variables. De nuevo, el futuro está pisoteando el presente.
En Tucumán, José Alperovich no puede desmentir aquella figuras con floretes. En cada acto al que asiste se despide. Si bien advierte a quienes lo oyen que deben pensar el voto -falta casi un año y ya habla de ello-, pero no obstante, les recuerda que él ya no estará. Fin de ciclo.
El viernes pasado fue un ejemplo muy claro de lo que se vive en el oficialismo principalmente. Por la mañana, se inauguraron viviendas del gremio de ATSA, que nuclea al gremio de la Salud. Era un encuentro para que se luzcan el precandidato a gobernador Juan Manzur y su coequiper y postulante a legislador Pablo Yedlin. “El hombre que Alperovich inventó” brilló por su ausencia. A algunos de sus seguidores les dice que la Presidenta le pidió que se quede hasta diciembre y que le alcanzará con seis meses de campaña. La política es imprevisible y los cálculos no son matemáticos. El viernes por la tarde, Beatriz Rojkés y Osvaldo Jaldo se fueron a Lules a un acto político y vieron sus nombres pintados en cuanta pared se les apareció en su camino. ¿Y, el gobernador? Esa misma noche se tomó un avión y se fue a Mendoza a ver cómo Atlético Tucumán empataba por primera vez en el campeonato. Alperovich actuó como un hombre sin futuro.
La oposición no está ajena a este proceso de transición. Tal vez por eso el paro encontró a muchos mirándolo por TV o escribiendo comunicados de prensa ineludibles. Lo mismo ocurre con el escandaloso manejo en Tucumán de los fondos sociales que se han convertido en una especie de “adenda” de los emolumentos de los legisladores. Han pasado 12 años pero la película es la misma. Pocos, muy pocos dirigentes de la oposición buscan poner orden o, finalmente, blanquear la remuneración de los legisladores y los escasos gritos en el cielo son dados por la Iglesia. Esta semana el obispo de Concepción, José María Rossi, advirtió que es “complicado tener plata suelta”. Fue el candidato a gobernador y actual ministro de Salud de la Nación quien implementó, defendió y mantuvo el sistema de “plata suelta” cuando quiso diferenciarse de su antecesor Fernando Juri y, mucho que digamos la cosa no cambió. Tanto es así que el legislador Emiliano Vargas Aignasse justificó no sólo esos gastos sino su aumento. Paradójicamente se animó a decir que con ese dinero su gente haría trabajos de herrería para forjar rejas que den seguridad. ¿Los legisladores -más aún si son oficialistas- no deberían contribuir a lograr políticas y acciones de seguridad, antes que rejas? La transición también confunde.
Con la cabeza en el mañana
El diputado José Cano vive su tiempo de gloria, pero corre el riesgo de dormirse en los laurales. Se siente gobernador, pese a que aún no ha pasado por el veredicto de las urnas. El “sí” de las encuestas no alcanza. Hasta ahora la imagen del líder radical es la de un hombre solitario que carga y denuncia a Alperovich (quien ya terminó su ciclo), pero que todavía no consigue mostrar qué, cómo y con quiénes va a gobernar.
Las nuevas encuestas (tanto oficialistas como opositoras) caminan por la calle. Están en el proceso de recolección de datos. Las decisiones tienen cuenta regresiva. Diciembre y enero son meses de descanso de los políticos, salvo cuando todo se va al diablo y, por lo tanto, estos sondeos van a ser decisivos. Hasta ahora el oficialismo se siente fuerte porque cuenta con un 40% a su favor. Si eso se mantuviera, la oposición (Domingo Amaya incluido) no puede dudar de que la carta de triunfo serán las alianzas electorales. Quién no las haga le estaría endosando el triunfo al alperovichismo que en los últimos días está recuperando algunas ovejas descarriadas como los Orellana.
En el PRO, esta semana recibieron visitas para curar algunas heridas que dejó la falta de federalismo (o de tacto) de Mauricio Macri para imponer a Facundo Garretón como candidato a intendente de Capital. Los conciliábulos sirvieron además para insistir en que, sin acuerdos, el futuro de los “amarillos” tiene nubarrones en Tucumán. En este partido sienten que si arman una alianza con los radicales, Cano puede ser gobernador. A cambio, entre las “exigencias” figuran la vicegobernación y las intendencias de Yerba Buena y de Capital, donde los radicales ya tienen anotados al diputado Luis Sacca, al legislador Federico Romano Norri y a la senadora Silvia Elías de Pérez. Mientras los radicales suman candidatos, en el alperovichismo, restan. A la Capital ya la dan como perdida.
El amayismo, que ya es opositor, muestra síntomas parecidos a los de los radicales. Aparecen pintadas que anuncian “Amaya 2015”. Son poco claras, ya que no precisan que quiere ser gobernador. Tampoco muestra un equipo trabajando para el gobierno de 2015, algo que Cano dice tener pero que tampoco se ve.
El bussismo es tal vez quien más claro tiene las cosas. No puede armar nada para gobernar la provincia y si todavía tiene resto político deberá ser furgón de cola en alguna intendencia o un simple acople para obtener una banca legislativa.
El massismo se ha quedado sin viento de cola. El proyecto nacional de Massa que esta semana mostró su rostro junto al de Gerónimo Vargas Aignasse quedó deslucido ante la explosión “naranja” del sciolismo que empapeló las calles capitalinas. Massa, cuya apuesta nacional es llegar a un ballotage en el que se ve triunfador, no define ni candidatos ni aliados en Tucumán.
Mientras muchos especulan, sólo uno tiene la posibilidad de comenzar a definir todo. En el momento que el radical Cano decida se empezarán a acomodar las piezas en el tablero. Hasta ahora es el único candidato a gobernador. Lejos, muy lejos, se anota Mario Koltan. El resto está esperando que otros muevan las piezas.
El hartazgo de 12 años de gestión es igual para oficialistas como para opositores. El futuro viene arropado por un cambio generacional (muchos históricos de la política tucumana no tienen reelección o carecen de votos) y también por alianzas, porque solo ninguno parece que vaya a poder llegar. En los dos últimos comicios a gobernador, claramente, los principales contendientes sabían el resultado de antemano y sólo intentaban ver cómo llegaban a ser legislador. Esta vez están peleando por el poder.
Marcha atrás
La transición adelantada jugó a favor de la todavía no comenzada conducción de la Universidad Nacional de Tucumán. Desde la Nación venían monitoreando estos primeros días. La intervención figuraba en el diagnóstico, más aún cuando La Cámpora había quedado afuera de la gestión de Alicia Bardón. Pareciera que se habría descartado esa acción porque de alguna manera el triunfo de la primera mujer rectora tiene un perfume peronista antes que radical. Paralelamente, ha quedado al costado de la ruta la potencia de la vieja Franja Morada. Ambas cuestiones morigeraron los ánimos intervencionistas, pero también se sumó al análisis el hecho de que los $1.000 extras que se otorgaron a los docentes quedó inscripto como un triunfo del Partido Obrero y en Políticas Universitarias de la Nación no querrían coronar ese logro.
Responsabilidad de todos
Se fue la semana en la que los abogados festejaron su día, fecha que se inmortalizó como homenaje al nacimiento de Juan Bautista Alberdi, quien alguna vez escribió que “los gobierno no son jamás, pues, sino la obra y el fruto de sociedades. Reflejan el carácter del pueblo que los cría…”.
Es la primera vez que la Argentina –y, por consiguiente, Tucumán- termina un ciclo de gobierno tan largo. Eso ha incidido directamente en que la transición se ha adelantado. La experiencia indica que seis meses antes del cambio, los gobiernos y la sociedad ingresan en la transición. Esta vez se ha adelantado.
En las transiciones no pasa nada. En realidad, todo lo que ocurre es que quienes administran el poder trabajan a destajo para que quien los suceda sea del mismo equipo, pero también para dejar todo ordenado para aquellos que ocupen el lugar. Los demás piensan, hacen cálculos y analizan a quién le delegarán el poder. Aunque alguien se desvele y le encuentre los beneficios de que Santiago del Estero se convierta en la Capital Federal, la realidad es que no se hará ni se pondrá en práctica si es que quienes tomen el poder el año que viene no quieran hacerlo. Algo parecido ocurrió con el traslado de la Cárcel. Se quedará en Villa Urquiza simplemente porque no saben quién la va a inaugurar. El alperovichismo, ese que se llevaba por delante acordadas de la Corte Suprema de Justicia u opiniones de instituciones intermedias, no puede desconocer que ha terminado su ciclo. Aún cuando lograre llegar una persona elegida por el dedo del actual gobernador, será otro, con un equipo diferente.
El paro de este semana es también una muestra de que los argentinos están en el proceso de transición. La huelga vivida quedó reducida a una pelea entre Hugo Moyano vs. Cristina. No fue un paro de todo el país, aún cuando pudiera haber reclamos que los una. Es innegable que la política impositiva y el ahogo inflacionario arrasa con un alto porcentaje de trabajadores, pero ese empleado no está dispuesto a dejar su trabajo porque, indudablemente, está evaluando otras variables. De nuevo, el futuro está pisoteando el presente.
En Tucumán, José Alperovich no puede desmentir aquella figuras con floretes. En cada acto al que asiste se despide. Si bien advierte a quienes lo oyen que deben pensar el voto -falta casi un año y ya habla de ello-, pero no obstante, les recuerda que él ya no estará. Fin de ciclo.
El viernes pasado fue un ejemplo muy claro de lo que se vive en el oficialismo principalmente. Por la mañana, se inauguraron viviendas del gremio de ATSA, que nuclea al gremio de la Salud. Era un encuentro para que se luzcan el precandidato a gobernador Juan Manzur y su coequiper y postulante a legislador Pablo Yedlin. “El hombre que Alperovich inventó” brilló por su ausencia. A algunos de sus seguidores les dice que la Presidenta le pidió que se quede hasta diciembre y que le alcanzará con seis meses de campaña. La política es imprevisible y los cálculos no son matemáticos. El viernes por la tarde, Beatriz Rojkés y Osvaldo Jaldo se fueron a Lules a un acto político y vieron sus nombres pintados en cuanta pared se les apareció en su camino. ¿Y, el gobernador? Esa misma noche se tomó un avión y se fue a Mendoza a ver cómo Atlético Tucumán empataba por primera vez en el campeonato. Alperovich actuó como un hombre sin futuro.
La oposición no está ajena a este proceso de transición. Tal vez por eso el paro encontró a muchos mirándolo por TV o escribiendo comunicados de prensa ineludibles. Lo mismo ocurre con el escandaloso manejo en Tucumán de los fondos sociales que se han convertido en una especie de “adenda” de los emolumentos de los legisladores. Han pasado 12 años pero la película es la misma. Pocos, muy pocos dirigentes de la oposición buscan poner orden o, finalmente, blanquear la remuneración de los legisladores y los escasos gritos en el cielo son dados por la Iglesia. Esta semana el obispo de Concepción, José María Rossi, advirtió que es “complicado tener plata suelta”. Fue el candidato a gobernador y actual ministro de Salud de la Nación quien implementó, defendió y mantuvo el sistema de “plata suelta” cuando quiso diferenciarse de su antecesor Fernando Juri y, mucho que digamos la cosa no cambió. Tanto es así que el legislador Emiliano Vargas Aignasse justificó no sólo esos gastos sino su aumento. Paradójicamente se animó a decir que con ese dinero su gente haría trabajos de herrería para forjar rejas que den seguridad. ¿Los legisladores -más aún si son oficialistas- no deberían contribuir a lograr políticas y acciones de seguridad, antes que rejas? La transición también confunde.
Con la cabeza en el mañana
El diputado José Cano vive su tiempo de gloria, pero corre el riesgo de dormirse en los laurales. Se siente gobernador, pese a que aún no ha pasado por el veredicto de las urnas. El “sí” de las encuestas no alcanza. Hasta ahora la imagen del líder radical es la de un hombre solitario que carga y denuncia a Alperovich (quien ya terminó su ciclo), pero que todavía no consigue mostrar qué, cómo y con quiénes va a gobernar.
Las nuevas encuestas (tanto oficialistas como opositoras) caminan por la calle. Están en el proceso de recolección de datos. Las decisiones tienen cuenta regresiva. Diciembre y enero son meses de descanso de los políticos, salvo cuando todo se va al diablo y, por lo tanto, estos sondeos van a ser decisivos. Hasta ahora el oficialismo se siente fuerte porque cuenta con un 40% a su favor. Si eso se mantuviera, la oposición (Domingo Amaya incluido) no puede dudar de que la carta de triunfo serán las alianzas electorales. Quién no las haga le estaría endosando el triunfo al alperovichismo que en los últimos días está recuperando algunas ovejas descarriadas como los Orellana.
En el PRO, esta semana recibieron visitas para curar algunas heridas que dejó la falta de federalismo (o de tacto) de Mauricio Macri para imponer a Facundo Garretón como candidato a intendente de Capital. Los conciliábulos sirvieron además para insistir en que, sin acuerdos, el futuro de los “amarillos” tiene nubarrones en Tucumán. En este partido sienten que si arman una alianza con los radicales, Cano puede ser gobernador. A cambio, entre las “exigencias” figuran la vicegobernación y las intendencias de Yerba Buena y de Capital, donde los radicales ya tienen anotados al diputado Luis Sacca, al legislador Federico Romano Norri y a la senadora Silvia Elías de Pérez. Mientras los radicales suman candidatos, en el alperovichismo, restan. A la Capital ya la dan como perdida.
El amayismo, que ya es opositor, muestra síntomas parecidos a los de los radicales. Aparecen pintadas que anuncian “Amaya 2015”. Son poco claras, ya que no precisan que quiere ser gobernador. Tampoco muestra un equipo trabajando para el gobierno de 2015, algo que Cano dice tener pero que tampoco se ve.
El bussismo es tal vez quien más claro tiene las cosas. No puede armar nada para gobernar la provincia y si todavía tiene resto político deberá ser furgón de cola en alguna intendencia o un simple acople para obtener una banca legislativa.
El massismo se ha quedado sin viento de cola. El proyecto nacional de Massa que esta semana mostró su rostro junto al de Gerónimo Vargas Aignasse quedó deslucido ante la explosión “naranja” del sciolismo que empapeló las calles capitalinas. Massa, cuya apuesta nacional es llegar a un ballotage en el que se ve triunfador, no define ni candidatos ni aliados en Tucumán.
Mientras muchos especulan, sólo uno tiene la posibilidad de comenzar a definir todo. En el momento que el radical Cano decida se empezarán a acomodar las piezas en el tablero. Hasta ahora es el único candidato a gobernador. Lejos, muy lejos, se anota Mario Koltan. El resto está esperando que otros muevan las piezas.
El hartazgo de 12 años de gestión es igual para oficialistas como para opositores. El futuro viene arropado por un cambio generacional (muchos históricos de la política tucumana no tienen reelección o carecen de votos) y también por alianzas, porque solo ninguno parece que vaya a poder llegar. En los dos últimos comicios a gobernador, claramente, los principales contendientes sabían el resultado de antemano y sólo intentaban ver cómo llegaban a ser legislador. Esta vez están peleando por el poder.
Marcha atrás
La transición adelantada jugó a favor de la todavía no comenzada conducción de la Universidad Nacional de Tucumán. Desde la Nación venían monitoreando estos primeros días. La intervención figuraba en el diagnóstico, más aún cuando La Cámpora había quedado afuera de la gestión de Alicia Bardón. Pareciera que se habría descartado esa acción porque de alguna manera el triunfo de la primera mujer rectora tiene un perfume peronista antes que radical. Paralelamente, ha quedado al costado de la ruta la potencia de la vieja Franja Morada. Ambas cuestiones morigeraron los ánimos intervencionistas, pero también se sumó al análisis el hecho de que los $1.000 extras que se otorgaron a los docentes quedó inscripto como un triunfo del Partido Obrero y en Políticas Universitarias de la Nación no querrían coronar ese logro.
Responsabilidad de todos
Se fue la semana en la que los abogados festejaron su día, fecha que se inmortalizó como homenaje al nacimiento de Juan Bautista Alberdi, quien alguna vez escribió que “los gobierno no son jamás, pues, sino la obra y el fruto de sociedades. Reflejan el carácter del pueblo que los cría…”.
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