24 Febrero 2014
EN CAMPAÑA. El grupo Nuestra Señora del Silencio busca desesperadamente la forma de viajar en marzo a Roma para estar con Francisco. la gaceta / foto de Andrés Figueroa
“La realidad del sordo es muy triste, porque la sociedad le endigna una doble discapacidad: no sólo no oye sino que además como tiene una voz rara lo tratan como si fuera tonto”. La mamá de Lucila, Nancy Molina, lo dice con dolor en el alma por la discriminación. “Mi hija hizo un retroceso en su desarrollo intelectual por la exigencia que tenía en la oralidad. La lengua de señas es como su lengua materna pero la sociedad la ignora. Los sordos no pueden hacer trámites en la Administración Pública, ni en los bancos, ni en Anses porque no hay gente preparada”, lamenta.
A menudo el proceso de integración en las escuelas comunes tiene sus sinsabores, dice Nancy: la burla de los compañeros y la falta de paciencia de los profesores. “Esto hace que el chico se retraiga, le cueste aprender en un aula donde todos oyen. La consecuencia es que queda de curso”, explica la mamá de Lucila.
En la basílica de Nuestra Señora de La Merced, la comunidad de sordos católicos encontró su lugar en el mundo. Conforman la Comunidad de Nuestra Señora del Silencio. Se reúnen todos los sábados, a las 18. Allí unos 15 chicos reciben la Catequesis, aunque algunos ya hicieron la Comunión, pero sin entender lo que hacían, dice Belén Molina, estudiante del profesorado en Lengua de Señas y animadora del grupo, junto a Carolina. Algunos forman parte del Movimiento Familiar Cristiano.
La semana pasada recibieron vía email una invitación muy especial bajo el título “Jóvenes católicos sordos de Tucumán”. En ella el padre Delci Da Conceicao Filho los invitaba a participar del encuentro mundial del papa Francisco con la comunidad sorda. Será la primera vez que un papa convoca a los sordos. Les ofreció alojamiento en el Vaticano, pero ellos deben pagarse los pasajes. El encuentro se realizará el 29 de marzo. “¡Es muy pronto! ¡No tenemos tiempo para juntar dinero!” se preocupan Lucila (17 años) y Damián Bader y Priscila Dadin (20 años). A Damián le cuesta leer los labios y prefiere no hablar porque le da “un poco de vergüenza”, dice. Sólo se maneja con la lengua de señas que le traduce Belén. “Por ahora estoy cursando el secundario en la escuela nocturna, después no sé qué voy a hacer. Tengo que pensarlo”, dice moviendo rápidamente las manos. Uno de sus amigos lo acusa, señas mediante, de que él está todo el día en facebook. Y el joven se ríe y les retruca: “¡y todos ustedes también! “Es cierto, en Face no necesitamos hablar, ni escuchar, por eso nos podemos comunicar mejor y tener miles de amigos”, dicen.
A menudo el proceso de integración en las escuelas comunes tiene sus sinsabores, dice Nancy: la burla de los compañeros y la falta de paciencia de los profesores. “Esto hace que el chico se retraiga, le cueste aprender en un aula donde todos oyen. La consecuencia es que queda de curso”, explica la mamá de Lucila.
En la basílica de Nuestra Señora de La Merced, la comunidad de sordos católicos encontró su lugar en el mundo. Conforman la Comunidad de Nuestra Señora del Silencio. Se reúnen todos los sábados, a las 18. Allí unos 15 chicos reciben la Catequesis, aunque algunos ya hicieron la Comunión, pero sin entender lo que hacían, dice Belén Molina, estudiante del profesorado en Lengua de Señas y animadora del grupo, junto a Carolina. Algunos forman parte del Movimiento Familiar Cristiano.
La semana pasada recibieron vía email una invitación muy especial bajo el título “Jóvenes católicos sordos de Tucumán”. En ella el padre Delci Da Conceicao Filho los invitaba a participar del encuentro mundial del papa Francisco con la comunidad sorda. Será la primera vez que un papa convoca a los sordos. Les ofreció alojamiento en el Vaticano, pero ellos deben pagarse los pasajes. El encuentro se realizará el 29 de marzo. “¡Es muy pronto! ¡No tenemos tiempo para juntar dinero!” se preocupan Lucila (17 años) y Damián Bader y Priscila Dadin (20 años). A Damián le cuesta leer los labios y prefiere no hablar porque le da “un poco de vergüenza”, dice. Sólo se maneja con la lengua de señas que le traduce Belén. “Por ahora estoy cursando el secundario en la escuela nocturna, después no sé qué voy a hacer. Tengo que pensarlo”, dice moviendo rápidamente las manos. Uno de sus amigos lo acusa, señas mediante, de que él está todo el día en facebook. Y el joven se ríe y les retruca: “¡y todos ustedes también! “Es cierto, en Face no necesitamos hablar, ni escuchar, por eso nos podemos comunicar mejor y tener miles de amigos”, dicen.
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