Por Guillermo Monti
16 Noviembre 2013
Thor: esplendor visual, batallas épicas y la fuerza del amor
El universo está seriamente amenazado por Malekith, sobreviviente de la raza de los elfos oscuros. Para detenerlo, a Thor no le queda más remedio que pedirle ayuda a su hermano, Loki. En el medio del conflicto, el superhéroe se reencuentra con su gran amor: Jane Foster.
Una película de superhéroes no es un drama shakespereano. Ojo, la afirmación no conspira contra la calidad de las historias ni la carnadura de los personajes, imprescindibles en cualquier cinematografía. Es una cuestión de tono, de foco, que a veces se pierde a manos de cierta retórica pomposa. En Marvel tienen muy claro el rumbo y por eso el humor aparece en los momentos precisos para recordarnos -y recordarse- que asistimos a un espectáculo visual deslumbrante, basado en la cultura del cómic y pensado para divertir. Por esa línea transita "Thor: un mundo oscuro".
Hay un problema, si es que puede llamarse problema, en Marvel. Se llama Loki. El público adora al hermano malo de Thor y con razón, porque Tom Hiddlestone es un excelente actor y aquí lo ratifica al extremo de que se roba las mejores escenas. Es Loki el que proporciona la cuota de locura, de desacartonamiento (participa en un juego con un cameo imperdible). Y es, a la vez, el más complejo e interesante de los personajes. Lo que le falta al correcto Chris Hemsworth del carisma que le sobra al Iron Man de Robert Downey Jr, Loki lo aporta en cada una de sus apariciones.
Esta segunda parte de las aventuras de Thor quedó en manos de Alan Taylor, reconocido director de varios capítulos de "Juego de tronos". ¿Querían épica? Sobre épica en las batallas que el superhéroe libra con el malvado Malekith en los más variados escenarios: el bellísimo Asgard (al que ahora conocemos con mayor detalle), el desolado mundo de los elfos oscuros y... Greenwich, en el corazón de Londres.
Vuelven Natalie Portman con su enamorada doctora Jane Foster, Anthony Hopkins interpretando a Odin de taquito y Stellan Skarsgård, otro remanso humorístico, al igual que Darcy Lewis (Kat Dennings).
En la medida en que Thor se humaniza y se anima -por ejemplo- a colgar el martillo en un perchero la película gana en frescura y sorpresa, esa que le falta a la trama, por momentos en exceso previsible. Riesgos que se corren.
Hay un problema, si es que puede llamarse problema, en Marvel. Se llama Loki. El público adora al hermano malo de Thor y con razón, porque Tom Hiddlestone es un excelente actor y aquí lo ratifica al extremo de que se roba las mejores escenas. Es Loki el que proporciona la cuota de locura, de desacartonamiento (participa en un juego con un cameo imperdible). Y es, a la vez, el más complejo e interesante de los personajes. Lo que le falta al correcto Chris Hemsworth del carisma que le sobra al Iron Man de Robert Downey Jr, Loki lo aporta en cada una de sus apariciones.
Esta segunda parte de las aventuras de Thor quedó en manos de Alan Taylor, reconocido director de varios capítulos de "Juego de tronos". ¿Querían épica? Sobre épica en las batallas que el superhéroe libra con el malvado Malekith en los más variados escenarios: el bellísimo Asgard (al que ahora conocemos con mayor detalle), el desolado mundo de los elfos oscuros y... Greenwich, en el corazón de Londres.
Vuelven Natalie Portman con su enamorada doctora Jane Foster, Anthony Hopkins interpretando a Odin de taquito y Stellan Skarsgård, otro remanso humorístico, al igual que Darcy Lewis (Kat Dennings).
En la medida en que Thor se humaniza y se anima -por ejemplo- a colgar el martillo en un perchero la película gana en frescura y sorpresa, esa que le falta a la trama, por momentos en exceso previsible. Riesgos que se corren.
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