05 Noviembre 2013
"Gothic", extraordinaria película de Ken Russell, cuenta una historia real. En su mansión, Lord Byron recibe a los esposos Percy y Mary Shelley y al doctor John Polidori. Son noches marcadas por el alcohol y los estimulantes; paisajes oníricos, seres tan sensuales como monstruosos que aparecen y desaparecen. Los protagonistas fuerzan los límites de la realidad a la vez que explotan su creatividad. Fue en ese universo tan particular que Mary Shelley concibió la historia del doctor Frankenstein (se recomienda fervientemente la lectura de "La mujer que escribió Frankenstein", de Esther Cross, disponible en Tucumán).
Mientras la esposa del poeta pergeñaba la tristísima vida del "moderno Prometeo", Polidori (interpretado por el gran Timothy Spall en la pantalla) concebía otra obra fundacional: "El vampiro". Polidori reformuló las leyendas centroeuropeas referidas a muertos vivientes que chupan la sangre de sus víctimas. El protagonista de su novela es Lord Ruthven. El vampirismo se hacía carne en la nobleza.
De esta obra tomó debida nota Bram Stoker durante el proceso de escritura de "Drácula". Su protagonista no sería un campesino común y corriente. Lo mismo pensó Joseph Sheridan Le Fanu al momento de darle vida a "Carmilla". Claro que esta novela fue mucho más allá. no sólo por el hecho de que el monstruo sea una mujer, sino por la fuerte carga sexual del relato, lesbianismo incluido.
Que "Drácula" sea el clásico por excelencia del subgénero -el vampirismo es un subgénero literario desde fines del siglo XIX- se debe a lo nutrido de las influencias que empaparon la pluma de Stoker.
"Drácula", editada en 1897, fue la quinta novela del irlandés, emblema del terror gótico con títulos como "La dama del sudario" y "La guarida del gusano blanco". Stoker legó 12 novelas (la primera, "La senda de Primrose", es de 1874) y gran cantidad de cuentos. Uno de esos relatos breves, "El huésped de Drácula", sirve como introducción a la historia del conde. Hay ediciones que lo incluyen en el libro.
Otra de las obras a la que Stoker le prestó especial atención fue "El festín de sangre", también conocida como "Varney el vampiro". El libro, larguísimo, apareció a mediados del siglo XIX y fue el fruto de la recopilación de infinidad de capítulos por entrega. De allí la anarquía de la trama. Lo que a Stoker le llamó la atención del personaje creado por James Malcolm Rymer fue su humanidad. La condición de chupasangre es secundaria en la (no)vida de Varney, un ser contradictorio y con remordimientos. Al conde esas sensaciones le aparecerían a caballo del amor por Mina.
La prosa de Stoker le debe mucho a la admiración que profesaba por el poeta Samuel Coleridge, uno de los precursores del romanticismo inglés, y por el alemán Ernst Hoffmann, otro romántico, autor de relatos fantásticos como "Los elixires del diablo" (maravilloso, hay ofertas en Mercado Libre) y el famoso "El cascanueces" (inspirador del ballet de Tchaikovski).
Los biógrafos de Stoker le atribuyen una especial importancia a "El extraño misterioso". Esta historia de autor anónimo se conoció en Inglaterra hacia 1860 y varias de las habilidades del vampiro que la protagoniza reaparecen en la piel de Drácula. El conde de Stoker se construyó, en buena medida, a partir de este monstruo y de Varney.
Con todos estos elementos sobre la mesa Stoker hizo una jugada maestra: introdujo una controvertida figura de carne y hueso. Vlad Tepes (Vlad El Empalador), Príncipe de Valaquia, combatió ferozmente a los invasores turcos a mediados del siglo XV y por eso es un héroe en la región de los montes Cárpatos. Hay numerosas leyendas sobre los tormentos a los que Vlad sometía a sus enemigos. Stoker hizo de este personaje un vampiro castigado por toda la eternidad a causa de esas atrocidades.
Vlad Tepes funciona en este caso como equivalente a la condesa Erzsébet Báthory, quien -se dice- asesinaba a sus doncellas para extraerles la sangre y bañarse en ella. Así pretendía mantenerse eternamente joven. Báthory vivió en Hungría y fue condenada por sus crímenes, pero no la ajusticiaron porque no había pena de muerte para los nobles a comienzos del siglo XVII.
"Drácula" es, a fin de cuentas, la perfecta síntesis de una larga tradición literaria, nacida del folclore europeo y alimentada por la avidez desatada en la Inglaterra de la revolución industrial por los cuentos de horror. Es imprescindible leer la novela de Stoker -de cuyo nacimiento se cumplen el viernes 166 años- y, a partir de allí, los numerosos libros que la precedieron.
Mientras la esposa del poeta pergeñaba la tristísima vida del "moderno Prometeo", Polidori (interpretado por el gran Timothy Spall en la pantalla) concebía otra obra fundacional: "El vampiro". Polidori reformuló las leyendas centroeuropeas referidas a muertos vivientes que chupan la sangre de sus víctimas. El protagonista de su novela es Lord Ruthven. El vampirismo se hacía carne en la nobleza.
De esta obra tomó debida nota Bram Stoker durante el proceso de escritura de "Drácula". Su protagonista no sería un campesino común y corriente. Lo mismo pensó Joseph Sheridan Le Fanu al momento de darle vida a "Carmilla". Claro que esta novela fue mucho más allá. no sólo por el hecho de que el monstruo sea una mujer, sino por la fuerte carga sexual del relato, lesbianismo incluido.
Que "Drácula" sea el clásico por excelencia del subgénero -el vampirismo es un subgénero literario desde fines del siglo XIX- se debe a lo nutrido de las influencias que empaparon la pluma de Stoker.
"Drácula", editada en 1897, fue la quinta novela del irlandés, emblema del terror gótico con títulos como "La dama del sudario" y "La guarida del gusano blanco". Stoker legó 12 novelas (la primera, "La senda de Primrose", es de 1874) y gran cantidad de cuentos. Uno de esos relatos breves, "El huésped de Drácula", sirve como introducción a la historia del conde. Hay ediciones que lo incluyen en el libro.
Otra de las obras a la que Stoker le prestó especial atención fue "El festín de sangre", también conocida como "Varney el vampiro". El libro, larguísimo, apareció a mediados del siglo XIX y fue el fruto de la recopilación de infinidad de capítulos por entrega. De allí la anarquía de la trama. Lo que a Stoker le llamó la atención del personaje creado por James Malcolm Rymer fue su humanidad. La condición de chupasangre es secundaria en la (no)vida de Varney, un ser contradictorio y con remordimientos. Al conde esas sensaciones le aparecerían a caballo del amor por Mina.
La prosa de Stoker le debe mucho a la admiración que profesaba por el poeta Samuel Coleridge, uno de los precursores del romanticismo inglés, y por el alemán Ernst Hoffmann, otro romántico, autor de relatos fantásticos como "Los elixires del diablo" (maravilloso, hay ofertas en Mercado Libre) y el famoso "El cascanueces" (inspirador del ballet de Tchaikovski).
Los biógrafos de Stoker le atribuyen una especial importancia a "El extraño misterioso". Esta historia de autor anónimo se conoció en Inglaterra hacia 1860 y varias de las habilidades del vampiro que la protagoniza reaparecen en la piel de Drácula. El conde de Stoker se construyó, en buena medida, a partir de este monstruo y de Varney.
Con todos estos elementos sobre la mesa Stoker hizo una jugada maestra: introdujo una controvertida figura de carne y hueso. Vlad Tepes (Vlad El Empalador), Príncipe de Valaquia, combatió ferozmente a los invasores turcos a mediados del siglo XV y por eso es un héroe en la región de los montes Cárpatos. Hay numerosas leyendas sobre los tormentos a los que Vlad sometía a sus enemigos. Stoker hizo de este personaje un vampiro castigado por toda la eternidad a causa de esas atrocidades.
Vlad Tepes funciona en este caso como equivalente a la condesa Erzsébet Báthory, quien -se dice- asesinaba a sus doncellas para extraerles la sangre y bañarse en ella. Así pretendía mantenerse eternamente joven. Báthory vivió en Hungría y fue condenada por sus crímenes, pero no la ajusticiaron porque no había pena de muerte para los nobles a comienzos del siglo XVII.
"Drácula" es, a fin de cuentas, la perfecta síntesis de una larga tradición literaria, nacida del folclore europeo y alimentada por la avidez desatada en la Inglaterra de la revolución industrial por los cuentos de horror. Es imprescindible leer la novela de Stoker -de cuyo nacimiento se cumplen el viernes 166 años- y, a partir de allí, los numerosos libros que la precedieron.
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