28 Octubre 2013
Como en un pan y queso, Dante Andrés Cortez midió cada paso dado en su vida, siempre pensando en el futuro, en su familia; en Rosa, su amor de toda la vida y por quien asegura estar pleno a su lado. Gracias a su cuñado, Mario Pedraza, el hoy masajista de Atlético entró al mercado de la pelota profesional.
De chico se sacó las ganas en Atlético Concepción. Al final de cuentas, como futbolista, "Cachito" tenía perfil de excelente masajista. Logró pasar al bando de los cuerpos técnicos por su manos mágicas, juran quienes pasaron y pasan por su camilla. Pareciera cosa sencilla esto de apretar los músculos y amasar el cuerpo, pero no. No lo es. Lleva su tiempo el aprendizaje; lleva su años perfeccionar técnicas; y lleva mucho esfuerzo y dolor alcanzar la gloria. Sí, dolor. Las articulaciones explotan. Agua con hielo es la solución de cada noche.
Cortez soñó estar donde está. "Desde la tribuna de Atlético, cuando iba a ver al equipo jugar, me decía: 'algún día voy a estar dentro de la cancha'". Dicho y hecho. Pedraza, uno de sus cuñados, con quien no se habló por meses después de enterarse de que Dante iba a casarse con su hermana, fue quien lo llevó a Social Lastenia. Él era DT y Dante el encargado de la fisioterapia y masajes. Su ascenso fue meteórico, confía. "Estuve un año allí; después el contador Oscar Juárez me llevó a Atlético Concepción, donde recién empezaba a surgir un tal Guillermo Acosta, ¡Ja! Aún hoy nos reímos del pasado con 'Bebé'", cuenta el amigo, que no para de trabajar. "Siento un dolor muy grande por no tener a mis padres y que ellos puedan ver todo lo que logré. Cuando ellos fallecieron yo era muy chico, no tenía nada, no sabía para dónde ir. Igual por mi Mami Tina, mi madre de crianza; la extraño, la necesito".
Empezó estudiando enfermería. A los meses se dio cuenta de que lo suyo era el masaje. "Estaba intrigado y me gustaba". Sus manos los ayudaron a crecer. "Sí, ja", reconoce el hombre que en sus inicios pedaleaba una hora y media hasta Banda del Río Salí, llueva, truene o caigan meteoritos del cielo. "Había que llevar el pan a casa", se sincera quien ante la adversidad nunca bajó la guardia. "Me robaron varias veces; bicicletas, equipos de fisioterapia, todo. Pero había que seguir". Jorge Solari le abrió las puertas en Atlético, recomendación mediante de Juárez y Alpidio Elizeche, entonces DT del "león" bandeño. "A ellos dos, al 'Indio' y a 'Huguito' Bermúdez les agradeceré toda la vida por darme la posibilidad de estar en Atlético", dice quien además trabaja en un centro de rehabilitación de Avenida Aconquija al 300, en Yerba Buena, y todavía sigue con particulares. "Cachito" no duerme.
Los futbolistas son bichos raros, y los veteranos, mañeros. "Ja, todos piden masajes; quizás los más grandes son los que mayor atención te demandan. Ejemplo. Con 'Capé' Sarría hacíamos sesiones antes de entrenar y después, así le bajaba la carga del entrenamiento. Igual, tanto defensores como volantes y delanteros tienen lo suyo", reconoce "Cachito", uno de los más queridos por los "decanos". "Tenemos un cuerpo médico notable. El doctor Juan Manuel Rodríguez Rey nos enseña un montón, es un gran profesional", jura el padre de Álvaro, Maximiliano, Maira y Elías. "Son todo para mí y para su madre. No tengo quejas. Creo que los hijos aprenden del ejemplo que damos los padres, y con Rosa estamos orgullosos de la familia que tenemos".
De chico se sacó las ganas en Atlético Concepción. Al final de cuentas, como futbolista, "Cachito" tenía perfil de excelente masajista. Logró pasar al bando de los cuerpos técnicos por su manos mágicas, juran quienes pasaron y pasan por su camilla. Pareciera cosa sencilla esto de apretar los músculos y amasar el cuerpo, pero no. No lo es. Lleva su tiempo el aprendizaje; lleva su años perfeccionar técnicas; y lleva mucho esfuerzo y dolor alcanzar la gloria. Sí, dolor. Las articulaciones explotan. Agua con hielo es la solución de cada noche.
Cortez soñó estar donde está. "Desde la tribuna de Atlético, cuando iba a ver al equipo jugar, me decía: 'algún día voy a estar dentro de la cancha'". Dicho y hecho. Pedraza, uno de sus cuñados, con quien no se habló por meses después de enterarse de que Dante iba a casarse con su hermana, fue quien lo llevó a Social Lastenia. Él era DT y Dante el encargado de la fisioterapia y masajes. Su ascenso fue meteórico, confía. "Estuve un año allí; después el contador Oscar Juárez me llevó a Atlético Concepción, donde recién empezaba a surgir un tal Guillermo Acosta, ¡Ja! Aún hoy nos reímos del pasado con 'Bebé'", cuenta el amigo, que no para de trabajar. "Siento un dolor muy grande por no tener a mis padres y que ellos puedan ver todo lo que logré. Cuando ellos fallecieron yo era muy chico, no tenía nada, no sabía para dónde ir. Igual por mi Mami Tina, mi madre de crianza; la extraño, la necesito".
Empezó estudiando enfermería. A los meses se dio cuenta de que lo suyo era el masaje. "Estaba intrigado y me gustaba". Sus manos los ayudaron a crecer. "Sí, ja", reconoce el hombre que en sus inicios pedaleaba una hora y media hasta Banda del Río Salí, llueva, truene o caigan meteoritos del cielo. "Había que llevar el pan a casa", se sincera quien ante la adversidad nunca bajó la guardia. "Me robaron varias veces; bicicletas, equipos de fisioterapia, todo. Pero había que seguir". Jorge Solari le abrió las puertas en Atlético, recomendación mediante de Juárez y Alpidio Elizeche, entonces DT del "león" bandeño. "A ellos dos, al 'Indio' y a 'Huguito' Bermúdez les agradeceré toda la vida por darme la posibilidad de estar en Atlético", dice quien además trabaja en un centro de rehabilitación de Avenida Aconquija al 300, en Yerba Buena, y todavía sigue con particulares. "Cachito" no duerme.
Los futbolistas son bichos raros, y los veteranos, mañeros. "Ja, todos piden masajes; quizás los más grandes son los que mayor atención te demandan. Ejemplo. Con 'Capé' Sarría hacíamos sesiones antes de entrenar y después, así le bajaba la carga del entrenamiento. Igual, tanto defensores como volantes y delanteros tienen lo suyo", reconoce "Cachito", uno de los más queridos por los "decanos". "Tenemos un cuerpo médico notable. El doctor Juan Manuel Rodríguez Rey nos enseña un montón, es un gran profesional", jura el padre de Álvaro, Maximiliano, Maira y Elías. "Son todo para mí y para su madre. No tengo quejas. Creo que los hijos aprenden del ejemplo que damos los padres, y con Rosa estamos orgullosos de la familia que tenemos".
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