"La casa del futuro produce su propia energía"

"La casa del futuro produce su propia energía"

El ingeniero y arquitecto alemán Werner Sobek asegura que la tecnología disponible permite desarrollar "viviendas activas"

EL FAMOSO PROYECTO R 128. La casa de Werner Sobek presenta molinos de viento (abajo, entre los árboles) y paneles fotovoltaicos en el techo. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO Y  WERNER SOBEK EL FAMOSO PROYECTO "R 128". La casa de Werner Sobek presenta molinos de viento (abajo, entre los árboles) y paneles fotovoltaicos en el techo. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO Y WERNER SOBEK
14 Octubre 2013

Cuando el filósofo Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831) enunció la máxima "...dass die Furcht zu irren schon der Irrtum selbst ist" ("el miedo a equivocarse es un error en sí mismo") estableció -sin saberlo, claro- el leitmotiv de Werner Sobekotro célebre paisano de Stuttgart (Alemania). Si a Hegel se lo conoce, entre muchas otras contribuciones al pensamiento universal, por su influencia en Karl Marx, padre del comunismo moderno, Sobek se destaca por su aporte a la arquitectura con corazón y conciencia ecológicas. 

Y, más precisamente, por el proyecto "R 128", la casa minimalista donde vive el ingeniero, arquitecto y catedrático de la Universidad de Stuttgart. Esa vivienda de cristal y acero, transparente de principio a fin, presenta estas características: 1) es reciclable; 2) no libera emisiones contaminantes; 3) genera su propia corriente eléctrica a partir de paneles fotovoltaicos, y 4) dispone de un sistema computarizado que permite la regulación remota de la temperatura y de otras funciones, como el control de la iluminación.

Muy suelto de cuerpo y como si fuese la cosa más común del mundo, Sobek comenta (en inglés) que a veces apaga la luz de su habitación mientras se traslada al trabajo. ¿Cómo? Con una aplicación instalada en el teléfono celular. Del mismo modo maneja la cuestión de la calefacción, que es al invierno de Baden-Wurtemberg lo que la refrigeración al verano de Tucumán.

Sin inmutarse, Sobek asegura también que la tecnología disponible permite desarrollar "viviendas activas" que, además de todo lo que "hace" la "R 128" sean capaces de autorregular el uso de energía a partir, por ejemplo, de una consulta a la página web del servicio meteorológico o de información sobre el horario de llegada de sus habitantes (cuando estos se van, el hogar se enfría; cuando están por regresar, el hogar se calienta). En este esquema, la vivienda "actúa" sin necesidad de que el dueño le dé órdenes.

El sur también existe

"La casa del futuro produce su propia energía", afirma el capo de Werner Sobek, estudio de arquitectura e ingeniería con oficinas en Brasil, Emiratos Árabes, Rusia, Reino Unido, Turquía y Estados Unidos. Pero el futuro ya está aquí: según el "padre" de la "R 128", están dadas las condiciones para pasar de la "casa pasiva", que sólo procura reducir el consumo energético, a la "activa o autónoma", que se autoabastece por medio de molinos y de paneles fotovoltaicos. El equipo que lidera ha desarrollado modelos para Alemania, y se propone "exportar" el producto a Rusia... y a Argentina.

Sí, Sobek quiere instalar sus hogares ecológicos en la inmensidad de la Patagonia. Seguro que, en parte, porque se enamoró de sus silencios y paisajes durante los numerosos viajes que hizo a El Calafate. Y hacia allí tiene previsto ir nuevamente después de pisar San Miguel de Tucumán por primera vez. 

El anfitrión de Sobek en esta ciudad es Pablo Holgado, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad Nacional de Tucumán. Ambos académicos se conocieron en 1992, en la Universidad de Hannover (Alemania). Holgado estaba a cargo de la cátedra de Construcción y Diseño cuando Sobek se hizo cargo de la de Estructuras. Esa relación, que de algún modo se mantuvo en el tiempo y la distancia, ha dado lugar al nacimiento de un acuerdo de cooperación para construir "casas autónomas" en el país.

Aquel proyecto colaborativo recibió un impulso vital el miércoles de la semana pasada gracias a la conferencia de Sobek en la FAU. En este escenario, el promotor de la arquitectura sustentable disertó sobre "Construir el mundo del mañana". El disertante expresa que ese planeta se hace cargo de la necesidad de reducir el tráfico para bajar las emisiones de dióxido de carbono (CO2); de usar racional y eficientemente los recursos energéticos; de producir energías alternativas... en suma, es un mundo cuyo presente no compromete las condiciones de vida de las generaciones venideras.

Dar la batalla hegeliana

"Las ciudades del mañana estarán integradas en términos de producción, consumo y acumulación de energía", postula Sobek, de 60 años, durante una visita a LA GACETA. El arquitecto e ingeniero es escoltado por Holgado, que traduce del alemán al español cuando el inglés resulta insuficiente y completa algunas ideas del invitado. Sobek le da poco trabajo: como el docente de alma que es, hace fácil lo complejo. Verbigracia explica que los combustibles fósiles se agotarán presumiblemente a mediados de este siglo: "el agotamiento del petróleo nos impedirá fabricar plástico. Si eso ocurre, toda la sociedad de la tecnología que hoy conocemos caerá por completo".

La conciencia sobre esta inminente realidad de escasez se expande lenta pero progresivamente, según Sobek. "La Europa densa, que tiene muchísimos habitantes por kilómetro cuadrado, se ha encontrado primero con el problema energético. Pero detrás de ella viene China, que invierte sumas inmensas en energías renovables. La misma preocupación está movilizando a los gobiernos de Catar, Abu Dabi y Arabia Saudita, cuyas economías son 'petróleodependientes'. Recientemente Rusia aprobó una nueva ley que obliga a los edificios a ser sustentables en términos de consumo de energía, lo que supone una revolución para ese país. La tendencia es global, como el calentamiento, aunque Estados Unidos se mantenga renuente por razones políticas".

Sobek considera que hay que reservar el petróleo para fines industriales ("quemarlo es lo más estúpido que podemos hacer", reflexiona), e incentivar el desarrollo de los pueblos y de las áreas rurales. "Más del 50 % de la población de la Tierra vive en las grandes ciudades. Las urbes colapsan y el campo se queda vacío. No tiene sentido", razona.

- La atención a las demandas que genera el crecimiento urbano impide mejorar las condiciones de vida en los pueblos pequeños... Es un círculo vicioso.

- Los gobiernos suelen invertir más donde hay más gente. Pero un poblador de la Patagonia no quiere tener dos horas de electricidad al día. Por eso nosotros proponemos unidades independientes de producción de energía con una sofisticación tecnológica mínima que permiten a la gente vivir donde quiera sin preocuparse por la refrigeración, la calefacción, el agua y la luz. Esta es la esencia de la "casa activa o autónoma", que no requiere conectarse a las redes centrales de distribución de energía. Esa vivienda puede estar en el medio de la nada, y funcionar igual gracias a los paneles fotovoltaicos y a los molinos de viento. Y, fundamentalmente, sin necesidad de un mantenimiento dependiente de técnicos especializados que, desde luego, no abundan en las zonas rurales. Es un paso hacia la simplicidad.

- ¿La humanidad está preparada para dar el salto?

- Sin duda estamos yendo hacia otros hábitos de consumo. Por supuesto, ello atenta contra el sistema económico que vive de que la gente compre cosas que no necesita. De a poco se impone lo "eco-chic" (concepto de belleza que incorpora al ambiente), que incluye desde privilegiar los alimentos producidos en la comunidad y en escala pequeña hasta promover un código de transporte "verde", que en algunos casos veta el uso de vehículos todoterreno.

- ¿Por qué adoptó la cita de Hegel como lema de su "filosofía" profesional?

- En nuestra sociedad la gente vive dentro de un "cocoon" (cápsula o capullo) de códigos y prescripciones. Esa "celda" favorece el statu quo: no nos movemos por temor a quebrantar una norma preestablecida. Hegel, que nació en Stuttgart, considera que comete un error quien no actúa por temor a violar una regla. Creo que hay que estar dispuestos a traspasar fronteras. Esa es la actitud de los genios y la que requiere nuestro tiempo. A mis alumnos les enseño a tomar riesgos en pos de profundizar el conocimiento y el sentido común, porque de allí sale la innovación.

- Usted parece muy positivo respecto de las posibilidades de revertir el daño ambiental. ¿De verdad cree que podremos salvar el planeta?

- No hay otra alternativa. Si los líderes nos damos por vencidos o renunciamos a participar en esta batalla histórica, ¿qué harán los jóvenes? Tenemos que decirles que disponemos de los métodos y herramientas para ir en la dirección correcta. Considero que hasta 2050 o 2060 hay posibilidades de evitar la catástrofe ambiental. Después de ese plazo, no lo sé. Cuanto más me adentro en el problema, más escéptico me vuelvo sobre las chances de solucionarlo. Pero no tiene ningún sentido abandonar la lucha ahora. Aún disponemos de opciones y debemos aprovecharlas.

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