Por Miguel Velardez
11 Agosto 2013
EN LOS PASILLOS. Los docentes y el personal auxiliar fueron los primeros en notificarse del problema entre las adolescentes en horario de clases. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL (ARCHIVO)
Estaban en el aula, en plena clase. Todo iba bien como una mañana más dentro de la Escuela Normal, en la peatonal Muñecas. Pero en el curso (octavo del ciclo básico) faltaba una de las alumnas. La chica, de 14 años, se había desvanecido en el baño y no pudo volver al aula, al final del primer recreo.
Al ver que le temblaba la mandíbula y apenas balbuceaba palabras inentendibles, otras dos compañeras se asustaron y alertaron a una preceptora. En el aula, mientras tanto, seguía la clase, y varias alumnas hablaban casi en secreto. La empleada que oficia de portera en el baño de mujeres también observó cómo la estudiante perdía el equilibrio, antes de desvanecerse.
La clase se interrumpió cuando llegó la preceptora para hablar con la profesora. Ella le explicó que una de las alumnas estaba desvanecida y que sería revisada por el médico dentro del establecimiento escolar. Ante la gravedad del caso, una de las psicólogas transmitió la peor noticia. Dijo que la alumna había mezclado alguna bebida alcohólica con un potente ansiolítico.
Según lo determinaron después entre las docentes, y la psicóloga, la alumna se sentía mal porque había consumido vino con una dosis de alprazolam (ansiolítico que genera dependencia). Otras dos compañeras también se sentían mareadas, pero no llegaron a desmayarse.
Por tratarse de menores de edad, se reserva la identidad de las alumnas. Este hecho ocurrió el miércoles a la mañana en la Escuela Normal. Después de la sorpresa inicial por semejante episodio, las autoridades manejaron el tema con total hermetismo para que no saliera del ámbito escolar.
Correr la voz
Lo primero que hicieron fue llamar a los padres para que retiraran a la estudiante. En ese momento, la psicóloga les recomendó que trataran de mantener despierta a la chica para evitar consecuencias en su salud. "La alumna se caía del sueño y tenía taquicardia", recordó una fuente confiable. Las otras dos compañeras del octavo (ciclo básico) no se desmayaron, pero seguían mareadas. A ellas también las retiraron los padres. La desesperación de los docentes hizo correr la voz por toda la escuela sobre lo que había ocurrido en el turno mañana. Los propios chicos también comentaban el hecho entre los distintos cursos. El alerta del miércoles se agravó al final de la semana, cuando ocurrió otro episodio de idénticas características, pero en otro curso.
El segundo caso sucedió el viernes en el quinto año (de la secundaria) de la misma escuela y en el mismo turno mañana con otras dos alumnas. Esa vez, la preocupación fue mayor entre los docentes, aunque las autoridades prefirieron seguir el tema "bajo secreto". Sin embargo, la noticia corrió de boca en boca y saltó las fronteras de la escuela. Ante la gravedad del caso, los docentes hicieron intervenir al Servicio de Asistencia Social Escolar (Sase). Este organismo está integrado por psicólogos y psicopedagogos, que llegaron a la Escuela Normal para indagar sobre los dos casos ocurridos en la misma semana.
Los especialistas interrogaron a las alumnas y comenzaron la investigación tratando de no generar más revuelo de lo que ya había producido dentro de la comunidad escolar. El primer objetivo era averiguar dónde habían obtenido las pastillas de Alprazolam. La principal sospecha era que "alguien" les había repartido ese medicamento dentro de la escuela. Después apuntaron la investigación a determinar si la bebida alcohólica había sido consumida dentro de la escuela. "El edificio es tan grande que hay sectores que se convirtieron en 'tierra de nadie' y que los chicos aprovechan para saltar todos los límites", detalló una fuente confiable de la escuela Normal.
La hipótesis de los profesionales del Sase es que tanto el vino como las pastillas les fueron entregadas dentro de la escuela. Lo que más sorprendió fue que los dos hechos ocurrieron a la mañana. "Se sospecha de una pareja de estudiantes del secundario como los autores de la 'hazaña' de repartir las pastillas. Hablé con los chicos y me da la sensación de que creen que nadie se interesa en ellos", agregó la misma fuente.
Tanto los preceptores como los docentes y la empleada del baño quedaron atónitos durante el primer caso del miércoles. Pero el viernes ya hubo mayor preocupación. Según trascendió, en los dos cursos donde las alumnas ingirieron alcohol y pastillas hay un alto índice de estudiantes repitentes. "Es tan grande la escuela que no sabemos lo que hacen todos. La señora que cuida el baño fue la primera en avisar", detalló un docente del secundario. Hasta ayer, las autoridades de la Escuela Normal prefirieron seguir en el silencio.
Al ver que le temblaba la mandíbula y apenas balbuceaba palabras inentendibles, otras dos compañeras se asustaron y alertaron a una preceptora. En el aula, mientras tanto, seguía la clase, y varias alumnas hablaban casi en secreto. La empleada que oficia de portera en el baño de mujeres también observó cómo la estudiante perdía el equilibrio, antes de desvanecerse.
La clase se interrumpió cuando llegó la preceptora para hablar con la profesora. Ella le explicó que una de las alumnas estaba desvanecida y que sería revisada por el médico dentro del establecimiento escolar. Ante la gravedad del caso, una de las psicólogas transmitió la peor noticia. Dijo que la alumna había mezclado alguna bebida alcohólica con un potente ansiolítico.
Según lo determinaron después entre las docentes, y la psicóloga, la alumna se sentía mal porque había consumido vino con una dosis de alprazolam (ansiolítico que genera dependencia). Otras dos compañeras también se sentían mareadas, pero no llegaron a desmayarse.
Por tratarse de menores de edad, se reserva la identidad de las alumnas. Este hecho ocurrió el miércoles a la mañana en la Escuela Normal. Después de la sorpresa inicial por semejante episodio, las autoridades manejaron el tema con total hermetismo para que no saliera del ámbito escolar.
Correr la voz
Lo primero que hicieron fue llamar a los padres para que retiraran a la estudiante. En ese momento, la psicóloga les recomendó que trataran de mantener despierta a la chica para evitar consecuencias en su salud. "La alumna se caía del sueño y tenía taquicardia", recordó una fuente confiable. Las otras dos compañeras del octavo (ciclo básico) no se desmayaron, pero seguían mareadas. A ellas también las retiraron los padres. La desesperación de los docentes hizo correr la voz por toda la escuela sobre lo que había ocurrido en el turno mañana. Los propios chicos también comentaban el hecho entre los distintos cursos. El alerta del miércoles se agravó al final de la semana, cuando ocurrió otro episodio de idénticas características, pero en otro curso.
El segundo caso sucedió el viernes en el quinto año (de la secundaria) de la misma escuela y en el mismo turno mañana con otras dos alumnas. Esa vez, la preocupación fue mayor entre los docentes, aunque las autoridades prefirieron seguir el tema "bajo secreto". Sin embargo, la noticia corrió de boca en boca y saltó las fronteras de la escuela. Ante la gravedad del caso, los docentes hicieron intervenir al Servicio de Asistencia Social Escolar (Sase). Este organismo está integrado por psicólogos y psicopedagogos, que llegaron a la Escuela Normal para indagar sobre los dos casos ocurridos en la misma semana.
Los especialistas interrogaron a las alumnas y comenzaron la investigación tratando de no generar más revuelo de lo que ya había producido dentro de la comunidad escolar. El primer objetivo era averiguar dónde habían obtenido las pastillas de Alprazolam. La principal sospecha era que "alguien" les había repartido ese medicamento dentro de la escuela. Después apuntaron la investigación a determinar si la bebida alcohólica había sido consumida dentro de la escuela. "El edificio es tan grande que hay sectores que se convirtieron en 'tierra de nadie' y que los chicos aprovechan para saltar todos los límites", detalló una fuente confiable de la escuela Normal.
La hipótesis de los profesionales del Sase es que tanto el vino como las pastillas les fueron entregadas dentro de la escuela. Lo que más sorprendió fue que los dos hechos ocurrieron a la mañana. "Se sospecha de una pareja de estudiantes del secundario como los autores de la 'hazaña' de repartir las pastillas. Hablé con los chicos y me da la sensación de que creen que nadie se interesa en ellos", agregó la misma fuente.
Tanto los preceptores como los docentes y la empleada del baño quedaron atónitos durante el primer caso del miércoles. Pero el viernes ya hubo mayor preocupación. Según trascendió, en los dos cursos donde las alumnas ingirieron alcohol y pastillas hay un alto índice de estudiantes repitentes. "Es tan grande la escuela que no sabemos lo que hacen todos. La señora que cuida el baño fue la primera en avisar", detalló un docente del secundario. Hasta ayer, las autoridades de la Escuela Normal prefirieron seguir en el silencio.
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