Por Luis Contreras
06 Abril 2013
"No me sale, no puedo hacer volar mi mente". Esto decía una amiga cuando yo la instaba a que llenara su cabeza con frases sobre la vida, el amor, los sentimientos, la nostalgia… y que luego las pasara al papel o a la compu. "Después en una de esas terminás escribiendo un poema o un cuento, algo así", le decía. Pero no hubo caso con ella. Sí con un amigo, que hoy tiene varios poemas y piensa publicarlos. Quizás muchas veces subestimamos lo que podemos llegar a sacar de nuestra mente. Nos inspiramos y es bello lo que sale de esa inspiración, pero no dejamos grabada la idea porque tenemos pereza de escribirla y entonces se pierde. Esa idea simple se puede asociar con otras que llegan a brotar como agua de manantial y finalmente dan nacimiento a un profundo poema o a páginas de una futura novela o cuento. Escribir y escribir en borrador supo ser la clave -y aún lo sigue siendo- que utilizaron grandes novelistas a lo largo de la historia. "Cuando lo hayas encontrado, anótalo", exhortó el literato británico Charles Dickens al referirse a un pensamiento. Tenemos que seguir esta máxima y nos encontraremos, sin imaginarnos, con buenas cosas nuestras. Esta actitud nos puede permitir un desahogo de penas de amores, una revisión de los recuerdos que nos marcaron o iniciar el relato de una historia colmada de imágenes y vivencias. Porque "escribir es la manera más profunda de leer la vida", como dijo el escritor español Francisco Umbral.
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