Por Hernán Carbonel - Para LA GACETA, Salto, Buenos Aires
- Kryptonita te dio ya varias alegrías: premio a la ficción argentina de 2011 de la editorial Eterna Cadencia, votada por muchos colegas; y candidata al premio del lector, al que se puedo votar desde la web de la Feria del Libro. ¿Cómo recibiste estos elogios, en vista de que ya no sos un autor "nuevo", sino que has parido varios libros?
- Cada libro que escribí siempre me ha dado algo bueno. Creo que todo el trabajo que uno le pone después tiene una recompensa que no necesariamente tiene que ser onerosa. Es una moneda que vale mucho más que alguien haya elegido leer una novela que escribí entre tanta cosa linda que hay en una librería. En el caso de particular de Kryptonita hubo un momento en el que tomé un riesgo y por suerte la mayoría de los que la leyeron levantaron el guante: cuando del policial negro muta al registro del cómic y a lo fantástico. Si bien es algo que ya había experimentado en otros títulos míos anteriores, en este lo llevé más hacia ese terreno y, sobre todo, a lo autobiográfico. Y por suerte acompañaron la decisión. Para mí es todo muy nuevo el tema de internet en casa, haberme podido comprar una notebook, abrir una cuenta de Facebook… No hace un año. Es increíble lo cercano que se vuelve el lector y el feedback inmediato con la obra. El premio de Eterna Cadencia es muy similar al que obtuve con Chamamé en Gijón porque te lo dan tus pares. Es un honor muy grande. Y un gran aliento a seguir escribiendo, a entender que uno es esto y a hacerse cargo de lo que escribimos. Lo de la Feria del Libro es un plus: un gran piropo estar en esa lista. Y a la vez un cierre a una etapa, la de Kryptonita, en la que obtuve muchos-muchos mimos.
- En Kryptonita, se parte de "Nafta Súper", kapanga de una banda criminal del Conurbano. ¿Cómo se conjugan lo marginal, que es parte de lo cotidiano, y que se pueda contar de esta manera?
- No se puede juzgar la situación ni los personajes como escritor. Eso después lo hace el lector. Y ahí se termina el ciclo de esa historia. Que sea más numeroso después un grupo que opina lo mismo es otro tema. Pero yo como autor de la obra no puedo emitir juicio de valor sobre mis criaturas. Tengo que tratar de ser lo más objetivo posible. Seguramente con algunos de mis personajes no podré serlo cien por ciento. Porque te terminás encariñando. Pero lo mío pasa por pasar desapercibido. Que no se vea al escritor. Que se asimile la historia. Ahí se produce la alquimia. Y después bancarte las lecturas. Y las críticas. Buenas y malas. Porque es gente que te leyó. Y que, como decía anteriormente, pone sus experiencias personales y su formación para cerrar la historia que tuvo entre sus manos.
- Me dijiste en una entrevista que lo tuyo no era el "spaghetti western" sino el "locro western". Hay un amor expreso por la "cultura popular" en Kryptonita.
- Sí. Porque eso es lo que me emborrachó siempre. Y ese tipo de curda para mí es la felicidad.
- Y también hay algo de cruce de géneros y registros: cómic, música, televisión, superhéroes, ciencia ficción... Y una lectura social de la cosa, los niveles y cruces culturales.
- Mirá, los pibes allá (en el Oeste) te dicen: "no lo pensás, lo hacés". Un poco eso es para mí escribir. Sentarte y hacerlo. Y las armas que yo tengo para hacer mi gracia son todas esas cosas que enumeraste en la pregunta: eso que a mí me pintó una sonrisa de oreja a oreja.
© LA GACETA
Hernán Carbonel - Escritor,
crítico literario y periodista.
PERFIL
Leonardo Oyola nació en Buenos Aires, en 1973. Siete & el Tigre Harapiento, su primera novela, obtuvo una mención del Premio Clarín 2004. Luego publicaría Hacé que la noche venga, Santería, Sacrificio, Chamamé (Premio Dashiell Hammett al mejor policial, Semana Negra de Gijón) y Gólgota. Con Kryptonita ganó el premio de Libro del Año de Eterna Cadencia, votado por más de 150 críticos y escritores.