07 Diciembre 2012
El brindis con burbujas ya no espera la medianoche
No hay que esperar un festejo para beber un champagne. Ahora, este vino blanco aparece en todas partes y en cualquier época del año. El consumo se duplicó. La nueva generación de espumantes dulces gana adeptos. Se los mezcla con tragos y hasta se les puede poner hielo. En las góndolas se nota cómo ha crecido el abanico de opciones para todos los gustos y bolsillos
¿Quién dijo que hay que esperar a que den las 12 para dejarse atrapar por el hechizo de las burbujas? El extraño placer de tomar ese brebaje dorado solía asociarse con ocasiones especialísimas de brindis. Hasta ahora. Porque cada vez son más los que piensan que reservar el champagne solo para momentos selectos significa perderse uno de los mejores placeres del mundo del vino.
"¡Ven rápido, estoy bebiendo estrellas!", fue una de las frases que hizo famoso al vino espumante y a su creador, el monje benedictino Dom Pérignon, en la región de Champagne (Francia) en el siglo XVII. En Argentina la historia de esta bebida es relativamente corta. Pero un dato llama la atención: desde hace 10 años, el consumo viene mostrando un aumento sostenido. Y la reacción del mercado no tardó en llegar: el sector de los espumantes se diversifica cada ves más, creando alternativas más dulces y otras ultrarrefinadas para paladares más rigurosos.
Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en una década se duplicó la cantidad de bodegas elaboradoras de espumantes en todo el país. Hoy casi todas las bodegas tienen su línea de champagnes. Los números expuestos por esta entidad hablan claramente del fenómeno: mientras que en 1990 se consumían menos de 5 millones de litros de espumante en el país, en 2000 se bebieron casi 17 millones de litros. Diez años después esa cifra pasó a 29 millones de litros tomados en 12 meses.
Según la consultora Abeceb.com, el consumo de espumantes creció más del doble: en la última década se pasó de 0,38 litro per cápita a 0,86. "Las preferencias del argentino se inclinan cada vez más al consumo de vino de color. También se aprecia un aumento en las preferencias hacia espumosos, espumosos frutados, vinos gasificados, frizantes y cócteles de vino", describe el INV en su página oficial.
Tucumán no se ha quedado afuera de esta tendencia, según la opinión de Julieta Panella, de Setimio. Coincidieron con ella Maximiliano López Sepic, de la Bodega del Ángel, y el sommelier Ramón Sáez. "El champagne es un vino de fiesta imprescindible que ha ido ganando terreno en muchas actividades de la vida cotidiana. Le fue robando espacio a la sidra, que era la bebida más popular. Ahora, el vino espumante no aparece solo en las celebraciones o fiestas de fin de año. En aperitivos, postres o durante la comida no hay otra bebida que provoque tales emociones. Las copas llenas de burbujas aparecen en todas partes y en cualquier época del año", afirmó Sáez.
¿Por qué el espumante se consume cada vez más? Según los especialistas, se debe a la desestacionalización del producto. Al respecto, un estudio de INV tira por la borda la creencia de que el espumante solo se bebe en verano. En agosto de este año se consumieron 56.000 hectolitros de espumantes contra 36.000 en enero.
López Sepic opina que el primer paso que dio el champagne para sobrepasar las fronteras de la medianoche fue su aparición en los boliches. Primero se lo vio flotando en baldes llenos de hielo y luego en envases personales de 187 cm3. Pero tomó más protagonismo cuando al espumante se lo empezó a mezclar en tragos o con los energizantes.
"Se dio un cambio en las ocasiones de consumo. Ahora está permitido combinarlo, armar tragos con albahaca o rodajas de pepino. En los casamientos, por ejemplo, se sirve champagne desde el comienzo hasta el final", afirma Panella.
La especialista cree que fueron determinantes en este proceso las nuevas generaciones de champagnes menos ácidos. "Ahora hay respuestas para cada gusto. El dulce capta un segmento que antes no consumía espumante", señala.
Otra opción en el norte argentino, destaca Sáez, es el champagne torrontés. Lo define como una bebida aromática, delicada y fresca. López Sepic sostiene que mientras se da esta diversificación el mercado también exige el desarrollo paralelo de productos superpremium. De hecho, según este experto, la versión extra brut del champagne continúa siendo la más consumida. En la lista de preferencias, le siguen el rosado y el demi sec.
Basta recorrer las góndolas de un supermercado para apreciar como creció el abanico de opciones de espumantes, que están al alcance de todos los gustos y los bolsillos: hay desde $ 30 hasta $ 200. Los de alta gama pueden alcanzar los $ 1.000.
Mientras los dulces seducen a los más jóvenes, los brut son los favoritos de los hombres. Ellas también tienen un papel principal en este fenómeno: sus copas aparecen cada vez más llenas de burbujas. Se estará revalorizando, tal vez, la creencia de la antigua aristocracia francesa, según la cual el champagne es el único alcohol que deja bellas a las mujeres después de beberlo.
"¡Ven rápido, estoy bebiendo estrellas!", fue una de las frases que hizo famoso al vino espumante y a su creador, el monje benedictino Dom Pérignon, en la región de Champagne (Francia) en el siglo XVII. En Argentina la historia de esta bebida es relativamente corta. Pero un dato llama la atención: desde hace 10 años, el consumo viene mostrando un aumento sostenido. Y la reacción del mercado no tardó en llegar: el sector de los espumantes se diversifica cada ves más, creando alternativas más dulces y otras ultrarrefinadas para paladares más rigurosos.
Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en una década se duplicó la cantidad de bodegas elaboradoras de espumantes en todo el país. Hoy casi todas las bodegas tienen su línea de champagnes. Los números expuestos por esta entidad hablan claramente del fenómeno: mientras que en 1990 se consumían menos de 5 millones de litros de espumante en el país, en 2000 se bebieron casi 17 millones de litros. Diez años después esa cifra pasó a 29 millones de litros tomados en 12 meses.
Según la consultora Abeceb.com, el consumo de espumantes creció más del doble: en la última década se pasó de 0,38 litro per cápita a 0,86. "Las preferencias del argentino se inclinan cada vez más al consumo de vino de color. También se aprecia un aumento en las preferencias hacia espumosos, espumosos frutados, vinos gasificados, frizantes y cócteles de vino", describe el INV en su página oficial.
Tucumán no se ha quedado afuera de esta tendencia, según la opinión de Julieta Panella, de Setimio. Coincidieron con ella Maximiliano López Sepic, de la Bodega del Ángel, y el sommelier Ramón Sáez. "El champagne es un vino de fiesta imprescindible que ha ido ganando terreno en muchas actividades de la vida cotidiana. Le fue robando espacio a la sidra, que era la bebida más popular. Ahora, el vino espumante no aparece solo en las celebraciones o fiestas de fin de año. En aperitivos, postres o durante la comida no hay otra bebida que provoque tales emociones. Las copas llenas de burbujas aparecen en todas partes y en cualquier época del año", afirmó Sáez.
¿Por qué el espumante se consume cada vez más? Según los especialistas, se debe a la desestacionalización del producto. Al respecto, un estudio de INV tira por la borda la creencia de que el espumante solo se bebe en verano. En agosto de este año se consumieron 56.000 hectolitros de espumantes contra 36.000 en enero.
López Sepic opina que el primer paso que dio el champagne para sobrepasar las fronteras de la medianoche fue su aparición en los boliches. Primero se lo vio flotando en baldes llenos de hielo y luego en envases personales de 187 cm3. Pero tomó más protagonismo cuando al espumante se lo empezó a mezclar en tragos o con los energizantes.
"Se dio un cambio en las ocasiones de consumo. Ahora está permitido combinarlo, armar tragos con albahaca o rodajas de pepino. En los casamientos, por ejemplo, se sirve champagne desde el comienzo hasta el final", afirma Panella.
La especialista cree que fueron determinantes en este proceso las nuevas generaciones de champagnes menos ácidos. "Ahora hay respuestas para cada gusto. El dulce capta un segmento que antes no consumía espumante", señala.
Otra opción en el norte argentino, destaca Sáez, es el champagne torrontés. Lo define como una bebida aromática, delicada y fresca. López Sepic sostiene que mientras se da esta diversificación el mercado también exige el desarrollo paralelo de productos superpremium. De hecho, según este experto, la versión extra brut del champagne continúa siendo la más consumida. En la lista de preferencias, le siguen el rosado y el demi sec.
Basta recorrer las góndolas de un supermercado para apreciar como creció el abanico de opciones de espumantes, que están al alcance de todos los gustos y los bolsillos: hay desde $ 30 hasta $ 200. Los de alta gama pueden alcanzar los $ 1.000.
Mientras los dulces seducen a los más jóvenes, los brut son los favoritos de los hombres. Ellas también tienen un papel principal en este fenómeno: sus copas aparecen cada vez más llenas de burbujas. Se estará revalorizando, tal vez, la creencia de la antigua aristocracia francesa, según la cual el champagne es el único alcohol que deja bellas a las mujeres después de beberlo.